LA PUREZA, UNA BELLA VIRTUD QUE NOS LLEVARÁ AL CIELO

La pureza es una virtud despreciada que, sin embargo, nos acerca a Dios y nos ganará el cielo si la cuidamos celosamente, como escribe san Josemaría Escrivá

YAKOBCHUK VIACHESLAV

Hablar de pureza parece un tema anacrónico para nuestra época. Sin embargo, se ha devaluado dicha virtud porque les han hecho creer a las generaciones nuevas que tienen derecho a hacer lo que les plazca con su cuerpo, sin entender que son propiedad divina.

Para adentrarnos en el tema, recordemos lo que dice el Catecismo de la Iglesia católica:

A los 'limpios de corazón' se les promete que verán a Dios cara a cara y que serán semejantes a Él. La pureza de corazón es el preámbulo de la visión [...]; nos permite considerar el cuerpo humano, el nuestro y el del prójimo, como un templo del Espíritu Santo, una manifestación de la belleza divina". (CEC 2519).

Pureza en todos los aspectos

San Josemaría Escrivá de Balaguer escribió en su libro Camino que "La santa pureza la da Dios cuando se pide con humildad".

El "santo de lo ordinario" se refiere, en su obra, a la pureza de cuerpo, pero también de palabra:

"Nunca hables, ni para lamentarte, de cosas o sucesos impuros. —Mira que es materia más pegajosa que la pez. —Cambia de conversación, y, si no es posible, síguela, hablando de la necesidad y hermosura de la santa pureza, virtud de hombres que saben lo que vale su alma".

A través de los sentidos se despierta la imaginación, por eso también hay que tener cuidado con la mirada y los pensamientos impuros, como leemos en el Catecismo:

"Mediante la pureza de la mirada exterior e interior; mediante la disciplina de los sentidos y la imaginación; mediante el rechazo de toda complacencia en los pensamientos impuros que inclinan a apartarse del camino de los mandamientos divinos: “la vista despierta la pasión de los insensatos". (CEC 2520)

Recobrar el pudor

Tal vez uno de los aspectos más debatidos hoy es el de la ropa. Las mujeres defienden su "derecho" a vestirse como les agrade, argumentando que tienen que ser respetadas sin importar el atuendo que elijan usar por la calle. Pero el Catecismo nuevamente advierte:

"La pureza exige el pudor. Este es parte integrante de la templanza. El pudor preserva la intimidad de la persona. Designa el rechazo a mostrar lo que debe permanecer velado..." (CEC 2521)

No se trata de una imposición que coarte la libertad de la mujer, mas bien se trata de que ella sea consciente de su dignidad como persona e hija de Dios y que considere que "el pudor protege el misterio de las personas y de su amor". Por ello, el Catecismo abunda en el tema:

"El pudor es modestia; inspira la elección de la vestimenta. Mantiene silencio o reserva donde se adivina el riesgo de una curiosidad malsana; se convierte en discreción (CEC 2522).

...inspira una manera de vivir que permite resistir a las solicitaciones de la moda y a la presión de las ideologías dominantes" (CEC 2523).

Y aunque el pudor se vea de diferente manera en las culturas, "educar en el pudor a niños y adolescentes es despertar en ellos el respeto de la persona humana" (CEC 2524).

Para acabar: es importante que sean consideradas con los varones. En la convivencia diaria no pueden evitar ver a las mujeres, pero si se suma que algunas van con poca ropa, también se les estará incitando a pecar con la mirada y la imaginación.

El cielo es el premio

Finalmente, cuando la tentación en contra de la pureza se presente, recordemos que también los santos lucharon contra ella. Dice san Josemaría Escrivá:

"—¡Pobre de mí!, ¿quién me librará de este cuerpo de muerte? —Así clama san Pablo. —Anímate: él también luchaba.

Por defender su pureza San Francisco de Asís se revolcó en la nieve, San Benito se arrojó a un zarzal, San Bernardo se zambulló en un estanque helado... —Tú, ¿qué has hecho?"

(Camino, 130; 143)

Ahora bien, hagamos caso de su consejo:

"En tu alma parece que materialmente oyes: "¡ese prejuicio religioso!"... —Y después la defensa elocuente de todas las miserias de nuestra pobre carne caída: "¡sus derechos!"

Cuando esto te suceda di al enemigo que hay ley natural y ley de Dios, ¡y Dios! —Y también infierno"

(Camino 141)

Así es que, no olvidemos, por último, lo que debemos hacer:

"A la hora de la tentación piensa en el Amor que en el cielo te aguarda..." (Camino, 139)

Mónica Muñoz

Fuente: Aleteia