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Santa misa en el encuentro de los españoles participantes en el Jubileo de los Jóvenes. (@Vatican Media). Dominio público |
La presencia de más de 25 000 jóvenes españoles —algunos
estiman hasta 30 .000— en la Plaza
de San Pedro no solo ha llamado la atención por su número, sino por la
intensidad con la que manifestaron su creencia y compromiso.
La tarde de ayer 1 de agosto, bajo un
sol implacable, la Plaza de San Pedro se transformó en un mar de camisetas
verdes, banderas y cantos espontáneos. Jóvenes cargaron guitarra, pancartas,
abanicos y pulseras, y gritaron al unísono: «¡Esta
es la juventud del Papa!». Sentían que su fe no era privada,
sino una misión pública en el corazón del catolicismo.
Durante el acto, testimonios como los de Quique Mira y María Lorenzo,
miembros del proyecto AUTE recientemente casados, mostraron cómo el matrimonio
y la fe doméstica se convierten en impulso de evangelización. También jóvenes
que rompieron su silencio al compartir crisis de fe superadas y experiencias de
perdón, conectaron con la Plaza entera.
El arzobispo de Valladolid y presidente de
la Conferencia Episcopal Española, Mons.
Luis Argüello, presidió la Eucaristía con una homilía cargada
de simbolismo. Citando la carta de San Pablo a los Romanos, afirmó que "el
amor de Dios ha sido derramado sobre nuestros corazones", y animó a los
jóvenes a vestir ese amor con un "vestido
de alabanza", un "perfume
de alegría" y una "diadema
de alianza". Esta imagen invitaba a vivir desde una fe
comprometida, transformadora, visible.
Argüello profundizó en la idea de
comunidad: “Somos ungidos, somos cristianos ... formamos un nosotros”, alentando
a trascender el yo para integrarse en el pueblo de Dios en España y luego en la
Iglesia universal. Con valentía llamó a los jóvenes a confesar públicamente su fe,
abordar los grandes desafíos del presente con ternura y acompañamiento, y ser instrumentos de paz en
el mundo.
La creciente irrupción de la juventud española no solo se
evidenció en cantos y testimonios, sino también en su acercamiento masivo al sacramento
de la confesión. Durante la jornada
penitencial del 1 de agosto en el Circo Máximo, se instalaron 200 confesionarios atendidos por mil
sacerdotes en múltiples idiomas, con 53
habilitados en español.
Muchos jóvenes
confesaron no haberse acercado al sacramento desde hace tiempo (incluso en
algunos casos tras la confirmación reciente), y
reconocieron la gracia renovadora del perdón: “Dios nos perdona siempre”.
Experimentaron la reconciliación como un don tangible y comunitario, reconocido
con esperanza por sacerdotes como el Padre Gabriel Meneses, quien subrayó la
lucha interna que muchos enfrentan y cómo la confesión los reconcilia con la
gracia divina y la propia dignidad.
Este Jubileo, con el lema “Peregrinos de la Esperanza”,
ha sido invitación a vivir una fe que atraviesa Roma en símbolos y en espacios
clave: la Basílica de San Pedro,
el Circo Máximo para
la penitencia, y la Vela de Calatrava en Tor Vergata,
evocando la periferia y recordando la JMJ del año 2000. Más de un millón de
jóvenes procedentes de 146 países han participado, y Roma se ha preparado para
acogerlos con renovaciones urbanas y logísticas extraordinarias.
Lo que ha ocurrido en Roma no es una foto
de grupo festiva ni un viaje turístico: los jóvenes españoles han llegado con
decisión, han confesado su fe en público, han buscado el perdón sacramental y
han hecho de la esperanza un mensaje activo. Mons. Argüello no solo les habló,
los desafió a ser comunión y misión. Han llenado plazas, pasado por la
confesión, se han comprometido en testimonios reales.
En un mundo marcado por tensiones,
conflictos y desencantos, esta juventud no ha venido solo a celebrar: ha venido
a encarnar. Dos palabras lo resumen bien: fe
y reconciliación. Porque donde hay confesión hay paz, donde hay
testimonio hay luz, y donde una juventud canta al unísono, se convierte en
esperanza viva que desafía el silencio del mundo.
Es hora de que este fuego español no se
apague al volver a casa. Roma ha visto su fuerza. Ahora el mundo espera su
horizonte. La juventud española ha dejado huella.
Zenón de Elea
Fuente: ReligiónConfidencial