Y es que la adolescencia, aunque sabemos que es una época de transición, es la más temida por muchos padres
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Dominio público |
Si te da miedo
la adolescencia o no sabes cómo empezar una conversación delicada con tu hijo,
toma nota de los consejos que ofrece Mar Dorrio, autora de Adolescencia en
clave de Dios (Nueva Eva, 2024). Un manual para padres que quieren educar
mirando al Cielo.
“La
primera vez que pensé en escribir este libro fue durante una confesión a la que
llegué muy triste y en la que le conté al sacerdote lo mal que me sentía por la
situación que estaba atravesando con un hijo adolescente, a lo que él me
contestó: ‘¡Qué maravilla!’. Pensé que no me había escuchado, así que volví a
relatar la situación. Entonces me dijo: ‘Te he escuchado la primera vez, digo
qué maravilla por cómo te pone de rodillas este hijo tuyo’. Entendí que cuando
las cosas se ponen regular hay que preguntar para qué y confiar en que Dios va
a sacar algo bueno de todo esto”, explica a Misión Mar
Dorrio, madre de 12 hijos y autora de Adolescencia en clave de Dios (Nueva
Eva, 2024).
Y es que la
adolescencia, aunque sabemos que es una época de -transición, es la más temida
por muchos padres. Ante este gran temor, Dorrio asegura que sólo hay una
clave para superarla con éxito: educar en clave de Dios. “Cuando educas en
clave de Dios eres consciente de que no tienes que temer a la vida, sino amarla
apasionadamente; no quieres niños que no se ‘contaminen’, sino ¡que lleven el
amor de Cristo allá a donde vayan”, señala.
A esta
conclusión llegó tras asistir a muchos cursos y charlas de orientación
familiar. “Aprendía cosas muy válidas, pero me faltaba algo: poner esas
enseñanzas en clave de Dios. Rezar más por ese hijo, pedir la ayuda el Espíritu
Santo… son cosas ‘infalibles’”.
“Cuando
educas en clave de Dios, no temes a la vida, si no que la amas apasionadamente”
Un amor más
real
Su experiencia
como madre de familia numerosa no ha estado exenta de dificultades. “Para mí lo
más difícil es poder acertar con personalidades tan distintas. A veces pareces
injusta, otras pareces muy blanda… y es que en algunas ocasiones tienes que ser
el padre del hijo pródigo que hace una fiesta al hijo que se ha equivocado, y
en otras tienes que recriminar a un hijo que siempre hace todo bien…”.
Pero pasar por
tantas adolescencias también tiene su parte buena. Esta madre disfruta al darse
cuenta de que sus hijos adolescentes son capaces de quererla conociéndola tal
cual es: con sus defectos y sus virtudes. “Cuando tienes hijos adolescentes,
descubres que cuando te querían de pequeños con esos abrazos y esa admiración,
en realidad era un amor incompleto, imperfecto. El amor que viene después,
cuando ya no te idealizan, ese es el amor del bueno”, asegura.
La Virgen
como mediadora
Dorrio explica
cómo ha conseguido que la comunicación, uno de los quebraderos de cabeza en
esta etapa, discurra y se desarrolle entre padres e hijos. “Los padres nos
tenemos que ganar la confianza de los hijos para que en la adolescencia sean
capaces de recurrir a nosotros. Y eso se hace desde la infancia, atendiéndoles
cuando nos cuentan las anécdotas más aburridas o mostrando interés cuando te
cuenten por octava vez esa chilena que han metido”. Porque si no los atienden
en lo que ellos consideran importante desde pequeños, pensarán que a sus padres
no les interesa lo que les pasa. Sin embargo, si reciben esa atención será más
fácil que busquen a los padres para consultarles sus dudas o contarles sus
cosas porque, según Dorrio, “están deseando hacerlo”.
Y cuando esta
comunicación no sea posible humanamente, hay que recurrir “a la mejor
ingeniera de comunicaciones, la Virgen María. Pidiéndole ayuda a Nuestra Madre
pueden caer muros más gordos que el de Berlín”. Y por supuesto al Espíritu
Santo, que es capaz de poner en nuestra boca palabras que no saldrían de
nosotros. “Cuando te encomiendas a Él empiezas a hablar y los nudos se van
deshaciendo suavemente, mucho mejor de lo que habías pensado. Porque cuando
estás en manos del Espíritu Santo no eres un padre pesado, das en el dardo de
lo que debes decir”.
Pasada esta
etapa con varios de sus hijos, esta madre recuerda con cariño cómo en más de
una ocasión sus hijos mayores le han agradecido momentos concretos vividos a su
lado durante la adolescencia. “Una de mis hijas me dijo hace poco: ‘Mamá, nunca
olvidaré cómo estuviste presente cuando me dejó mi novio’”, cuenta para Misión, y
asegura que “desde luego no fui yo, fue el Espíritu Santo el que en ese momento
actuó a través de mí para que mi hija tuviera esa vivencia”.
“Si la
comunicación no es posible, María puede actuar como la mejor ingeniera de
comunicaciones”
La virtud
primordial
Dorrio también
incide en la educación en virtudes, y apunta que hay una que está por encima de
todas: la caridad. “Si educas en la caridad, educas a vestir con modestia para
no violentar a los demás; en no presumir del 10 por no hacer sentir mal al que
tiene un 5; en el respeto; en rechazar el bullying; en
celebrar los goles con todo el equipo, también con el ‘friki’…Si realmente se
mueven por la caridad, todo se torna en virtud”.
Educar a los
hijos es una tarea ardua, pero hay que vivirlo con mucha paz. Según Dorrio
“siempre es un buen momento para empezar a educar: lo que no has hecho hasta
ahora, o los errores que hayas cometido, déjalos en la Santa Misa, que una de
sus funciones es la reparación. Ese grito, ese cachete del que te has
arrepentido tanto, esa mala decisión que no te perdonas… en la misa se quedan
todas tus miserias y el contador se pone a cero. Hay que soñar mucho más alto,
nuestros hijos con capaces de cosas muy grandes y si los padres educamos en
clave de Dios lo conseguiremos”.
Por Marta
Peñalver
Fuente: Revista Misión