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La persecución religiosa de los años 30 en España dio numerosísimos santos a la Iglesia. Dominio público |
Lo sabemos: la pregunta es difícil, porque muchos y muy buenos santos de la
Iglesia han nacido en nuestro país. Pero, si hubiera que escoger solo uno, ¿por
quién se decantaría?
¿Santa Teresa de Jesús o San Juan de la Cruz? ¿Acaso podemos
olvidarnos de San Ignacio de Loyola o
de San Francisco Javier? ¿O de
fundadores como Santa Ángela de la Cruz,
San Josemaría Escrivá o Santo
Domingo de Guzmán? Quedarse con uno solo de ellos parece menospreciar al resto. Y es que los doce nombres que hemos escogido para
elaborar el listado del que saldrá el santo español más grande de todos los
tiempos corresponden, todos ellos, a personajes extraordinarios.
Se trata de San Ignacio de Loyola, Santa Teresa de Jesús,
Santo Domingo de Guzmán, San José de Calasanz, San Josemaría Escrivá, San Juan
de la Cruz, Santa Ángela de la Cruz, San Isidoro de Sevilla, San Fernando Rey,
San Vicente Ferrer, San Francisco Javier y San
Rafael Arnaiz. Doce auténticos gigantes de la fe.
Sí; efectivamente quedan fuera otras figuras sobresalientes
como Santa Maravillas de Jesús, San Isidro Labrador, San Pedro de
Alcántara, San Juan de Dios, San Pascual Bailón, San Pelayo, Santa Eulalia de
Mérida o Santa Leocadia de Toledo, por no citar la pléyade de mártires (se calcula
que más de 7.000) que fueron asesinados in odium fidei durante la persecución religiosa en la España de
los años 30, de los cuales muchos ya están en proceso de canonización.
Pero, evidentemente, el listado no podía ser casi inacabable, y se ha constreñido a esos doce nombres. España es,
seguramente, el país del mundo con el mayor número de santos, seguido de Italia, Francia, Reino Unido y Polonia. Los
procesos que rigen en la Iglesia para declarar la santidad de un cristiano han
evolucionado a lo largo de la historia, por lo que es difícil definir, con
precisión, la nacionalidad de cada uno de ellos.
De hecho, es bastante habitual que algunos países «nacionalicen» a los santos por los que sienten más devoción o por haber desarrollado su tarea evangelizadora en ese país. Es el caso, por ejemplo, de Santa Teresa de Calcuta, vinculada casi inexorablemente a la India cuando, en realidad, era albanesa. Algo similar ocurre con un apóstol tan español como Santiago que, en realidad, nació en Galilea. O San Antonio de Padua, al que los portugueses insisten en llamar –con razón– San Antonio de Lisboa, pues nació en la capital de Portugal.
Álex Navajas
Fuente: El Debate