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Papa León XIV en la Audiencia General. Foto: Vatican News. Dominio público |
León XIV concluye el «recorrido por la vida pública de Jesús» con una
última catequesis sobre las curaciones, proponiendo la del hombre que no
hablaba ni oía y deteniéndose en el tema de la falta de comunicación y el
exceso de información e imágenes que a menudo recibimos «falsas o
distorsionadas». El Pontífice pide rezar para evitar hacer daño a los demás con
nuestras palabras.
Tras la pausa de las últimas semanas, el Papa retoma la audiencia general
de los miércoles con la última catequesis dedicada a «la vida pública de Jesús,
hecha de encuentros, parábolas y curaciones». Y antes de detenerse en la
curación del «hombre que no habla ni oye» presentada en el Evangelio de Marcos
y en la forma de comunicarse de cada uno, a veces errónea, destaca que el
hombre contemporáneo necesita ser curado.
También este tiempo que estamos viviendo necesita curación. Nuestro mundo
está atravesado por un clima de violencia y odio que mortifica la dignidad
humana. Vivimos en una sociedad que se está enfermando a causa de una «bulimia»
de conexiones en las redes sociales: estamos hiperconectados, bombardeados por
imágenes, a veces incluso falsas o distorsionadas. Somos arrollados por
múltiples mensajes que suscitan en nosotros una tormenta de emociones
contradictorias.
En una realidad así puede surgir «en nosotros el deseo de apagar todo»,
observa el Papa, «podemos llegar a preferir no sentir nada», y dado que
«también nuestras palabras corren el riesgo de ser malinterpretadas», puede
surgir la tentación de encerrarse «en el silencio, en una incomunicación en la
que, por muy cercanos que estemos, ya no somos capaces de decirnos las cosas más
simples y profundas».
Y reflexionando sobre el hombre que no habla ni oye descrito por el
evangelista Marcos, el Pontífice considera que, «como nos podría pasar a
nosotros hoy», este hombre «quizás decidió no hablar más porque no se sentía
comprendido, y apagar toda voz porque se sintió decepcionado y herido por lo
que había escuchado». Y, de hecho, «no es él quien acude a Jesús para ser
sanado, sino que lo llevan otras personas. Se podría pensar que quienes lo
conducen al Maestro son los que están preocupados por su aislamiento». El Papa
explica que «la comunidad cristiana vio, sin embargo, en estas personas también
la imagen de la Iglesia, que acompaña a cada hombre a Jesús para que escuche su
palabra», y esto también porque el hecho ocurre en un ambiente «pagano», es
decir, en «un contexto en el que otras voces tienden a cubrir la de Dios».
Jesús, que «toma a esa persona y la lleva aparte», nos hace comprender la
«necesidad de intimidad y cercanía» que se esconde «detrás del silencio y la
cerrazón de este hombre», al que ofrece ante todo «una cercanía silenciosa, a
través de gestos que hablan de un encuentro profundo». El Maestro «toca los
oídos y la lengua» de este hombre «que ha dejado de escuchar y de hablar» y le
dice effatà, ábrete, invitándole a abrirse al mundo que le «asusta»:
¡Ábrete a las relaciones que te han decepcionado! ¡Ábrete a la vida que has
renunciado a afrontar!». Cerrarse, de hecho, nunca es una solución.
Hay, además, un detalle más que el Pontífice nos invita a considerar, y es
el hecho de que el evangelista Marcos especifica que aquel hombre «no solo
vuelve a hablar, sino que lo hace «normalmente», como revelando que tal vez
había «dejado de hablar porque le parecía que decía las cosas mal, quizás no se
sentía adecuado».
Todos experimentamos que se nos malinterpreta y que no nos sentimos
comprendidos. Todos necesitamos pedirle al Señor que sane nuestra forma de
comunicarnos, no solo para ser más eficaces, sino también para evitar herir a
los demás con nuestras palabras.
Sin embargo, no basta con «hablar normalmente», subraya León XIV, señalando
que Jesús recomienda al hombre que no cuente nada de lo que le ha sucedido,
como si quisiera hacerle comprender que debe emprender un camino.
Para conocer verdaderamente a Jesús hay que recorrer un camino, hay que
estar con Él y atravesar también su Pasión. Cuando lo hayamos visto humillado y
sufriendo, cuando experimentemos el poder salvífico de su Cruz, entonces
podremos decir que lo hemos conocido verdaderamente. No hay atajos para
convertirse en discípulos de Jesús.
De ahí la invitación del Pontífice a pedir al Señor que nos enseñe a
comunicarnos con «honestidad y prudencia», a rezar por aquellos «que han sido
heridos por las palabras de los demás».
Oremos por la Iglesia, para que nunca falte en su tarea de llevar a las
personas a Jesús, para que puedan escuchar su Palabra, ser sanadas por ella y
convertirse, a su vez, en portadoras de su anuncio de salvación.
Fuente: Vatican News