EL CONFESIONARIO: PARTE ESENCIAL DEL MINISTERIO SACERDOTAL

San Juan Pablo II admiraba al santo Cura de Ars, y una de sus experiencias se relaciona con el confesionario y el ministerio sacerdotal de todo presbítero

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San Juan Pablo II tuvo una vida maravillosa donde Dios se hizo presente en cada momento, aún en los tiempos duros y las experiencias difíciles. En su libro Don y Misterio comparte una anécdota entrañable que marcó su ministerio sacerdotal, que tiene que ver con el Santo Cura de Ars y su paso por el confesionario.

El Santo Cura de Ars que salvó almas confesando

Karol Wojtyla era un joven sacerdote que había sido enviado a estudiar a Roma. El futuro Papa cuenta que durante unas vacaciones fue a trabajar a Bélgica y de regreso a Roma se detuvo en Ars:

"... tuve la suerte de detenerme en Ars. Era al final del mes de octubre de 1947, el domingo de Cristo Rey. Con gran emoción visité la vieja iglesita donde San Juan María Vianney confesaba, enseñaba el catecismo y predicaba sus homilías. Fue para mí una experiencia inolvidable".

Su admiración por el humilde sacerdote había comenzado desde el seminario. Le impresionaba en gran manera cómo se manifestaba en él el poder de la gracia "que actúa en la pobreza de los medios humanos". Pero en particular, se sentía impactado por la manera en la que confesaba:

"Me impresionaba profundamente, en particular, su heroico servicio en el confesionario. Este humilde sacerdote que confesaba más de diez horas al día, comiendo poco y dedicando al descanso apenas unas horas, había logrado, en un difícil período histórico, provocar una especie de revolución espiritual en Francia y fuera de ella. Millares de personas pasaban por Ars y se arrodillaban en su confesionario. En medio del laicismo y del anticlericalismo del siglo XIX, su testimonio constituye un acontecimiento verdaderamente revolucionario".

Ministerio sacerdotal marcado para siempre

Por esta razón, el padre Karol estaba convencido de que debía seguir el ejemplo de san Juan María Vianney:

"Del encuentro con su figura llegué a la convicción de que el sacerdote realiza una parte esencial de su misión en el confesionario, por medio de aquel voluntario 'hacerse prisionero del confesionario'. Muchas veces, confesando en Niegowic, en mi primera parroquia, y después en Cracovia, volvía con el pensamiento a esta experiencia inolvidable".

Y aún siendo Papa, con todos los compromisos que este cargo implicaba, buscaba tiempo para confesar:

"He procurado mantener siempre el vínculo con el confesionario tanto durante los trabajos científicos en Cracovia, confesando sobre todo en la Basílica de la Asunción de la Santísima Virgen María, como ahora en Roma, aunque sea de modo casi simbólico, volviendo cada año al confesionario el Viernes Santo en la Basílica de San Pedro".

Que estos dos grandes ejemplos inspiren a nuestros sacerdotes a no olvidarse de administrar con pasión y entrega tan inmenso y sanador sacramento.

Mónica Muñoz

Fuente: Aleteia