Leemos en los evangelios que los fariseos fueron opositores a Jesús y sus enseñanzas, pero quizá no queda muy claro quiénes eran estos personajes
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Dominio público |
En el Nuevo
Testamento se menciona con frecuencia a los fariseos. Pero hay que decir que
rara vez es en su favor. Al contrario, Jesús a menudo se opone a ellos e
incluso los reprende duramente, como muestra esta secuencia de advertencias
del capítulo 23 del Evangelio de Mateo:
"¡Ay de
ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que cierran a los hombres el Reino de
los Cielos! Ni entran ustedes, ni dejan entrar a los que quisieran. ¡Ay de
ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que devoran los bienes de las viudas y
fingen hacer largas oraciones! Por eso serán juzgados con más severidad. ¡Ay de
ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que recorren mar y tierra para
conseguir un prosélito, y cuando lo han conseguido lo hacen dos veces más digno
de la Gehena que ustedes! ¡Ay de ustedes, guías, ciegos, que dicen:'"Si se
jura por el santuario, el juramento no vale; pero si se jura por el oro del
santuario, entonces sí que vale!'"
(Mt
23,13-16)
Y así durante
muchos versos.
Entonces,
¿por qué estas reprimendas? ¿Quiénes eran estos fariseos que enfurecían a
Jesús?
El nombre
"fariseo" tiene su origen en el griego pharisaioi, que
a su vez procede de la raíz del verbo hebreo prš
("parash"), que significa "distinguir",
"separar", pero también "aclarar", "explicar". El
origen de este nombre da lugar a dos interpretaciones.
Dada la
importancia que concedían a la Ley, es posible que su nombre marque el hecho de
que este grupo se "separaba", por razones de pureza ritual, del resto
del pueblo, menos preocupado por las prescripciones de la Ley.
Pero también
puede entenderse como "los que separan la Ley" (es decir, la analizan
a fondo) para tratar de interpretarla y explicarla mejor. En cualquier caso, el
apego a la Ley era, pues, predominante en esta secta judía.
El
seguimiento escrupuloso de la Ley
Por eso, en
tiempos de Jesús, procuraban seguir la Ley muy escrupulosamente. Según ellos,
un creyente debía observar tanto la Ley escrita, o Torá, como las tradiciones
orales, a las que concedían gran importancia.
En total,
recopilaban 613 preceptos que debían respetarse, entre ellos nada menos que 365
prohibiciones. Insistían sobre todo en la observancia del Sabbat y de las
distintas purificaciones rituales.
Al establecer
todos estos preceptos, querían asegurarse de que nadie pudiera infringir un
principio importante de la Ley, especialmente uno de los Diez Mandamientos.
Conocedores de
las leyes mejor que nadie, gozaban por ello de gran influencia sobre la
población, lo que a veces les llevaba a abusar de su poder y a despreciar a
quienes no conocían los preceptos tan bien como ellos. Jesús les acusó entonces
de "encerrar" el reino de los cielos, de hacerlo inaccesible, cuando
él mismo había venido a decir que todos, sin excepción, tenían acceso a él.
Por otra parte,
los fariseos no siempre eran tan escrupulosos como parecían, incumpliendo los
preceptos que dictaban con tanto rigor, que Jesús les valió ser llamados
"hipócritas", "sepulcros blanqueados, que por fuera parecen
hermosos, pero por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda
podredumbre" (Mt 23,16). (Mt
23,27)
Mientras
impedían al pueblo acercarse a los que habían cometido una falta, Jesús les
reprendía por no ver cómo sus excesos de celo, sus abusos de poder y su
estricta observancia no dejaban lugar a la misericordia y los convertían a
ellos mismos en pecadores.
Los fariseos
en el Evangelio
En los
Evangelios, por tanto, los fariseos aparecen como personajes anodinos. Sin
embargo, hay que tener en cuenta un hecho contextual: al principio de la
redacción del Nuevo Testamento, hacia el año 70, los antagonismos entre el
judaísmo y el cristianismo eran cada vez más pronunciados, y esto puede haber
influido negativamente en la forma en que se retrataba a los fariseos en
aquella época.
Como en
cualquier grupo, había hombres virtuosos en sus filas. En el Evangelio de Juan,
uno de ellos se ha hecho famoso: el personaje de Nicodemo, un fariseo que, tras
decidirse a seguir las enseñanzas de Jesús, tomará su defensa ante otros
fariseos (Jn 7, 45-51) y ayudará a José de Arimatea a bajar el cuerpo
de Jesús de la cruz. Porque él, entre los jefes del pueblo y los fariseos,
había creído (cf. Jn 7,48).
Philip Jenkins
Fuente: Aleteia