UN ITINERARIO PARA LA CUARESMA QUE CONDUCE AL ENCUENTRO DESEADO CON EL SEÑOR EN SU PASCUA.

“Huye, calla y ora”. Este era el imperativo que proponían los Padres del desierto en los primeros siglos del cristianismo, tras las persecuciones.

Dominio público
Aunque esto nos pueda parecer, algo anticuado y obsoleto, sin embargo, posee una verdad que lo hace actual siempre. Para comenzar la Cuaresma, como paso primero os propongo que lo toméis en consideración y que intentemos descubrir esa verdad luminosa que guardan estas palabras y cómo interpretarlas en el hoy que nos ha tocado vivir.

Os gloso estas palabras a modo de itinerario cuaresmal, dentro de otros muchos que puede haber, claro está, pero que como ellos conduce a una meta, tiene sentido, provoca el encuentro deseado con el Señor en su Pascua.

Huye

No necesitamos tanto la fuga mundi, la huida del mundo, como la fuga mundanitatis, la huida de la mundanidad. El mundo es el espacio de gracia, en el que se nos da la posibilidad de ser, de encontrarnos con el otro, de vivir, de trabajar, de encontrarnos con Dios… que “tanto amó, al mundo” (cf. Jn 3,16)… Sabemos, sí, que el mundo es el espacio amado, la casa del hombre. No es preciso, pues, huir de él, sino estar en él pero como el hombre está llamado a estar: como peregrino, de paso; como trabajador, colaborando mano a mano con el Creador y con los hermanos; y como custodio, responsabilizándonos de ¬él porque nos ha sido dado, no para destrozarlo, ni poseerlo, ni agotarlo, sino como un don que ha de dar fruto abundante.

Se trata de huir de la mundanidad, es decir, huir de lo que, siendo aparente, pretende ser eterno, porque con frecuencia escogemos la apariencia en lugar de la realidad. La mundanidad hace referencia a lo que pasa -“la representación de este mundo se termina”(cf. 1 Cor, 7, 31) – a lo que es caduco, equivoco, ambiguo, desorientador, falso… Nuestro tiempo ha puesto en evidencia todos los límites de lo humano, hasta el punto de que cuesta ya creer, en las promesas de la ciencia, de la economía, de la política, de… Ponemos, sin embargo, y a pesar de lo evidente, nuestra esperanza, en ello, en lo transitorio, en el éxito fácil, en el bienestar personal, en el minúsculo recinto de lo propio olvidando lo que existe fuera de él.

Huir, de todo esto, y del “gran teatro del mundo”, significa decantarse por una vida más sobria, más honrada, más religiosa, en la que impera la verdad real del hombre y del mundo y de todo ello en relación con Dios, que es quien verdaderamente permanece y da consistencia a todo.

Esto tiene una concreción: abandonar el mundo del consumo, del egoísmo, de la comodidad, de la pereza, del capricho, de lo que perecedero… para poder atender a otro “mundo” al que nadie se entrega. Podía ser éste el tiempo oportuno para ofrecernos en un voluntariado, cubriendo las necesidades más primarias de los demás, entrar en los ámbitos de la misericordia, acompañar a presos, a enfermos, ancianos, a solos… Huir de un mundo fácil para entrar en un mundo que nadie visita, ni acompaña, ni compadece. Si esto no lo vivimos en Cuaresma con verdadero compromiso, ¿cómo podemos entrar en la Pasión del Señor con la que se abre la Pascua? Si olvidamos las pasiones de los hombres, sus dolores y sus carencias, ¿cómo entrar sinceramente en la Pasión del Señor?

Calla

La Cuaresma es peregrinación y por eso mismo tiempo de silencio. “Peregrinatio est tacere”Tacere, callar. Nuestra sociedad es ruidosa, si no hay tiempo de escuchar, ¿cómo va a tener tiempo de callar?

Este nuevo paso de nuestro itinerario, nos llama a buscar el silencio en nuestras relaciones personales que puede significar escuchar, o suprimir la palabra acusadora de nuestros hermanos, dominar un lenguaje agresivo, mordaz, despiadado, desechar la cháchara, que no dice nada ni es vínculo de unión y comunión con los demás, ni da al otro el consuelo y el consejo que puede necesitar.

Buscar silencio para reflexionar, sobre todo lo que sucede a nuestro alrededor que tantas veces nos pasa desapercibido, para captar lo que le puede estar pasando a nuestro mundo y al vecino con el que comparto portal o mesa de trabajo o cama de hospital.

Buscar silencio para escuchar la Palabra que nos salva, la Palabra de la Vida. Leer la Palabra, todos los días, a ser posible, con otros, en familia, entre amigos, o a solas, en una capilla o en casa, por la mañana o al atardecer… Y dejar que cale en el corazón para que vivamos de Ella y la demos a los demás cuando hablamos, y la vayamos sembrando con buenas obras a lo largo de esta Cuaresma, y medio de nuestras gentes.

Y ora.

Hablar con Dios es el oficio de la fe. Si algo estamos perdiendo a paso gigante es esto, la oración, el espacio destinado al encuentro existencial, al diálogo con Aquel que da sentido a la vida y consistencia y luz y fuerza. En el horario de cada día busquemos salvaguardar un rato, un tiempo, para hablar con Dios como un amigo con su amigo, para darle gracias, para alabarle, para pedirle, para presentarle una queja y un gemido a los que nadie puede responder.

Hablar con Dios para recordar sus maravillas con los hombres, las grandes proezas que ha llevado a cabo en nuestra vida, su amable compañía, su presencia.

Y hablar con Él porque a veces se hace duro el vivir y sin sentido, porque hay muchas preguntas que queman en los labios y en el corazón, porque hay muchas cosas que no se entienden ni comprenden, porque nos abruma el mal, y el propio pecado, y andamos desorientados y solos y tristes. Y queremos saber porqué y queremos saber qué hacer y cómo vivir en medio de un mundo hostil o complejo. Hablar con Dios porque no tenemos todas las preguntas y esta ignorancia nos hace errar muchas veces. Orar para escucharle a Él.

No hace falta marchar al desierto para vivir esto, muy al contrario lo que se requiere es vivirlo en medio de nuestro mundo porque tenemos en nuestras manos una luz que no ha de esconderse sino al contrario ha de exponerse para bien de todos los de la casa; y somos como la sal que hace duraderos los alimentos y los da sabor, lo que necesitamos hoy para que lo verdadero no se pierda y a la vez dé sentido y gracia a la vida del hombre.

Hoy, más que nunca, hemos de vivir una preparación para la Pascua en medio de la ciudad, acompañando a nuestros hermanos, sosteniendo al débil, socorriendo al que más lo necesita, orando de corazón por nuestro pueblo, dejando a un lado nuestra pereza y nuestros individualismos, porque debemos estar todos en la Mesa del Pan, pues vendra Él y nos dirá que quería pasar esta Pascua con nosotros y no puede faltar ninguno de los que Él tanto ama.

Madre Prado
Monasterio de la Conversión de Sotillo de la Adrada (Ávila)

Fuente: DeClausura