COMENTARIO AL EVANGELIO DE NUESTRO OBISPO D. JESÚS VIDAL: "COMO UN VASO DE CRISTAL LLENO DE AGUA CRISTALINA"

El 13 de mayo de 1917 tres niños de Aljustrel, en Portugal, estaban jugando encima de la pendiente de la cova de Iría. De repente, aunque el día era soleado y no había nubes, vieron como el resplandor de un relámpago.

Dominio publico
Echaron a correr para volver a casa por miedo a que estallara una tormenta, cuando vieron algo sorprendente. Cito literalmente cómo lo cuenta la mayor de esos niños, llamada Lucía, en sus memorias: “Al llegar poco más o menos a la mitad de la ladera, muy cerca de una encina grande que allí había, vimos otro relámpago; y, dados algunos pasos más adelante, vimos sobre una carrasca una Señora, vestida toda de blanco, más brillante que el sol, irradiando una luz más clara e intensa que un vaso de cristal, lleno de agua cristalina, atravesado por los rayos del sol más ardiente”.

En el Evangelio de este domingo, san Lucas nos dice que Pedro, Santiago y Juan acompañaron a Jesús a un monte y él se puso a orar. San Lucas, que no estaba allí, pero lo recogería directamente del testimonio de los apóstoles presentes, nos cuenta que mientras oraba, “el aspecto de su rostro cambió y sus vestidos brillaban de resplandor” (Lucas 9, 29).

En el libro del Apocalipsis, san Juan nos cuenta un conjunto de visiones que tuvo en la isla de Patmos, a la que había sido desterrado por dar testimonio de Jesucristo. Al principio de dicho libro, cuenta que, un domingo, fue arrebatado en un éxtasis y al darse la vuelta vio “como un Hijo de hombre, vestido con una túnica talar (es decir, que le bajaba hasta los talones), y ceñido en el pecho con un cinturón de oro. Su cabeza y sus cabellos eran blancos como lana blanca, como la nieve, y sus ojos como llama de fuego (…) su rostro era como el sol cuando brilla en su apogeo” (Apocalipsis 1, 12).

No es verosímil pensar que aquellos tres niños, llamados Lucía, Jacinta y Francisco conocieran al detalle el pasaje de la Transfiguración de Jesús, ni mucho menos el del Apocalipsis. Por eso resulta tremendamente asombrosa su descripción de aquella Señora. Vieron lo que contaron. No pudieron inventarlo para que cuadrara de una forma tan ajustada a los otros relatos.

El relato de las apariciones de la Virgen María en Fátima es un eco de lo que los tres apóstoles vieron en el monte Tabor. ¿Qué vieron y cómo fue posible ver una humanidad tan llena de luz? La imagen que Lucía utiliza en su relato de niña nos permite entenderlo un poco. La Señora era como “un vaso de cristal, lleno de agua cristalina, atravesado por los rayos del sol más ardiente”. Nuestra carne, nuestra humanidad, es como un vaso que puede estar lleno del agua cristalina de la verdad o de la oscuridad de la mentira y la doblez. Cuando el agua es trasparente y el sol la ilumina, acoge para sí la luz del sol y la refleja. Dios es luz y nuestra carne esta llamada a reproducir la trasparencia de la carne espiritual de Jesucristo, de la misma forma que los pastorcillos de Fátima lo vieron en la Virgen María.

Todos conocemos a personas luminosas, verdaderas y sencillas que, cuando uno se encuentra con ellas, parece que el día se ilumina. También a personas que portan una cierta oscuridad, que son como opacas, que no dejan pasar la luz, que es absorbida por un agujero negro de individualismo y egolatría. Al mirarnos a nosotros mismos, reconocemos que la mayoría tenemos una mezcla, un poco de cada. Pero podemos dejarnos ganar por la luz. Es mejor reflejarla que absorberla. Vivir en verdad es, a veces, un poco más doloroso, pero seguro que es más luminoso. La humildad y la verdad nos abren a la luz de Dios y nos permite reflejarla a los que están a nuestro alrededor para hacerles la vida un poco más alegre y luminosa. No perdamos la oportunidad que nos da este tiempo de cuaresma.

  + Jesús Vidal 

Obispo de Segovia

Fuente: Diócesis de Segovia