La catedral de Valladolid acoge hasta el 2 de marzo una exposición que pone en relación las obras de Gregorio Fernández y Juan Martínez Montañés, exponentes de las escuelas Castellana y Andaluza, respectivamente
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Cara a cara.
Gregorio y Juan. Fernández y Martínez Montañés. Los exponentes de la Escuela
Castellana y la Escuela Andaluza, respectivamente. Frente a frente en un
diálogo a golpe de madera policromada que eleva a la catedral de Valladolid a
la categoría de residencia temporal —hasta el 2 de marzo de 2025, sin
posibilidad de ampliación— de dos de los más grandes escultores del Barroco en
España.
La exposición Gregorio
Fernández y Martínez Montañés: El arte nuevo de hacer imágenes, promovida
por la Junta de Castilla y León, bajo la dirección de la Fundación Las Edades del Hombre,
y con la colaboración de la archidiócesis de Valladolid, «no deja indiferente»,
reconocieron sus comisarios, Jesús Miguel Palomero y René Jesús Payo, el día de
la inauguración el 12 de noviembre.
Absolutamente
todo, desde la selección de las 68 piezas hasta la iluminación —sin brillos que
obstaculicen la visión al detalle de lienzos y policromías— rezuma mimo en esta
muestra «única» en España, destacan desde la organización. En ella, se ha
reunido bajo un mismo techo a dos «colosos» de la imaginería que, si bien no se
conocieron y, por lo tanto, no pudieron intercambiar conocimientos,
compartieron el talento de hacer arte material lo espiritual y acercar, así, lo
sagrado al pueblo. Un pueblo que, cuatro siglos después, sigue sintiendo como
propios los frutos de las gubias de Fernández y Montañés.
La
espectacularidad acompaña al visitante desde que accede a la exposición,
bordeando una pantalla de dimensiones similares a las de la puerta principal de
la Seo vallisoletana, en la que se proyecta, entre otros, el retrato de
Gregorio Fernández que pintó Diego Valentín Díaz y con el que da comienzo la
muestra. Y se extiende por cada uno de los seis capítulos —más preámbulo— en
los que se divide y que ahondan en pasajes bíblicos y modelos de santidad a
través de iconografías de vírgenes, santos, cristos crucificados, yacentes e,
incluso, pasos procesionales completos. A estos se dedica un capítulo entero
para atestiguar la «monumentalidad» de algunas de las obras salidas de los
talleres de Fernández y Martínez Montañés, que crearon nuevas estéticas y escuela
desde Valladolid y Sevilla, respectivamente. Las ciudades en las que
establecieron sus talleres, pese a no haber sido su lugar de nacimiento. Otro
elemento más en común entre ellos.
El pasillo de
acceso se convierte en un túnel del tiempo con audiovisuales que trasladan al
convento de San Pablo y San Gregorio de Valladolid, del que ha salido Santo
Domingo de Guzmán en Gloria. «Una de las obras más infravaloradas de
Fernández», según afirma Javier Baladrón, doctor en Historia del Arte.
La exposición
merece, al menos, dos visitas. La primera, con la luz natural entrando por los
ventanales del templo proyectado por Juan de Herrera. Y la segunda, al
extenderse la penumbra de las noches tempraneras por los improvisados pasillos
levantados desde la nave central hasta las capillas laterales de las que
emergen, como un haz de luz, la túnica inmaculada y el rostro contenido y
sereno del San Bruno de Martínez Montañés, una de las obras más
singulares del Museo de Bellas Artes de Sevilla; Nuestra Señora de la Piedad,
de Fernández, que será coronada canónicamente, Dios mediante, en el año 2027; o
el Cristo Yacente, también de Fernández, procedente del museo del
monasterio de Santa Clara de las Madres Clarisas de Medina de Pomar, en Burgos.
La exposición
es un ejemplo de colaboración entre instituciones civiles y religiosas al
servicio de la cultura y la evangelización por la vía de la belleza. Una
belleza que permite elevarse cruz en mano, como el coloso que es, al San
Miguel de la iglesia colegial de San Miguel Arcángel de Alfaro (La Rioja),
custodiado por las imágenes que de San José con el Niño, San Juan Bautista y
San Juan Evangelista, San Francisco de Asís o San Ignacio de Loyola
tallaron tanto Fernández como Martínez Montañés.
Con las de
estos dos imagineros aparecen en la muestra las firmas de Pompeo Leoni,
Francisco Rincón o Pablo de Rojas, para ayudar a comprender el origen de dos
estilos de esculturas de torsiones elegantes y miradas profundas, cómo
evolucionaron de aprendices a maestros con los considerados «grandes modelos»
de ambos: Cristo Atado a la Columna y San Jerónimo Penitente.
Durante la
inauguración, a la que acudieron el consejero de Cultura de la Junta de
Castilla y León, Gonzalo Santonja, el alcalde de Valladolid, Jesús Julio
Carnero, y el presidente de la Fundación Las Edades del Hombre y obispo de
Osma-Soria, Abilio Martínez, el arzobispo de Valladolid, Luis Argüello, resaltó
la «fuerza singular» de las imágenes esculpidas por estos «maravillosos»
imagineros para entablar un coloquio entre Iglesia y ciudad «que nos ayude a
descubrir que somos a imagen y semejanza de aquel que nos recuerda que la
dignidad humana es sagrada».
Ante el
«despiste» que «quizá vive el tiempo moderno» al «pensar que para poner al
hombre en el centro era necesario quitar a Dios», monseñor Argüello destacó que
esta exposición es un diálogo entre dos artistas y sus obras que «afirman con
toda fuerza: hombre y Dios». «Sin que los dos conceptos —advirtió— sean
rivales». «Sino, al contrario —incidió—, cómplices».
Salvo el 25 de
diciembre y el 1 de enero, la exposición permanecerá abierta en horario de
mañana y tarde de martes a domingo. El precio de la entrada es de cinco
euros.
Fuente:
Ecclesia