El Papa Francisco destacó que “la primera y más eficaz forma de evangelización” es con el amor y no con “la fuerza de los argumentos”.
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Imagen referencial del Papa Francisco Crédito: Vatican Media. Dominio público |
Ante los fieles y peregrinos presentes
en la audiencia, el Santo Padre precisó que el Espíritu Santo “conduce al
Pueblo de Dios hacia Jesús, nuestra esperanza”. En este contexto, recordó la
expresión en arameo ¡Maràna tha!, que significa “¡Ven Señor!”.
Remarcó que “la ardiente espera del regreso glorioso del Señor”,
su venida última, nunca se ha “desvanecido en la Iglesia”.
Pero esta espera, continuó el Pontífice, “no se ha quedado sola
y única. A ella se ha unido también la expectativa de su venida continua
en la situación presente y peregrina de la Iglesia”. “Y es en esta venida en la
que la Iglesia piensa, sobre todo cuando, animada por el Espíritu Santo, clama
a Jesús: ¡Ven!”, añadió.
Para el Santo Padre, este “grito” no se dirige sólo a Cristo,
sino también al Espíritu Santo, ya que, después de la Resurrección, “el
Espíritu Santo es el verdadero alter ego de Cristo, Aquel
que ocupa su lugar, que lo hace presente y operante en la Iglesia”.
Por ello, subrayó que “Cristo y el Espíritu son inseparables,
también en la economía de la salvación”.
En este sentido, afirmó que “el Espíritu Santo es la fuente
siempre caudalosa de la esperanza cristiana”, al tiempo que comparó a la
Iglesia con una barca y al Espíritu Santo con una vela “que la impulsa y la
hace avanzar en el mar de la historia, hoy como ayer”.
“Esperanza no es una palabra vacía, ni nuestro vago deseo para
que las cosas vayan bien: es una certeza, porque se fundamenta en la fidelidad
de Dios a sus promesas”, dijo a continuación.
Explicó que por esta razón se llama virtud teologal, “porque
está infundida por Dios y tiene a Dios como garante. No es una virtud pasiva,
que se limita a aguardar que las cosas sucedan. Es una virtud supremamente
activa que ayuda a que sucedan”.
A continuación, advirtió que el cristiano “no puede contentarse
con tener esperanza; también debe irradiar esperanza, ser un sembrador de
esperanza”.
“Éste es el don más hermoso que la Iglesia puede hacer a toda la
humanidad, sobre todo en momentos en que todo parece arriar las velas”,
precisó.
Tomando como referencia las palabras del apóstol Pedro, quien
exhortó a los primeros cristianos a “dar respuesta a todo el que les demande
razón de la esperanza” con dulzura y respeto, el Papa Francisco reiteró
que “la fuerza de los argumentos” no es lo que convencerá a las personas, “sino
el amor que sepamos poner en ellos”.
“Esta es la primera y más eficaz forma de evangelización. Y está
abierta a todos”, dijo por último el Santo Padre.
Por Almudena Martínez-Bordiú
Fuente: ACI