La presidenta de la Comunidad de Madrid presenta el Belén de la Real Casa de Correos, que este año se inspira en el pueblo marroquí de Ait Ben Haddou, declarado Patrimonio de la Humanidad en 1987
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Como todos los
años, la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, ha
sorprendido con su tradicional discurso de Navidad, cargado de
referencias al Evangelio y al Nacimiento de Cristo.
Más de
480 figuras y 30 metros de ríos
Díaz
Ayuso inauguró
ayer el tradicional Belén de la Real Casa de Correos, sede del
Gobierno regional, que este año se inspira en el pueblo marroquí de Ait Ben
Haddou, declarado Patrimonio de la Humanidad en 1987, para crear una
composición donde el agua es el gran protagonista.
La presidenta
madrileña ha explicado que su montaje, “con 145 metros cuadrados, cuenta con
más de 480 figuras de importantes y destacados escultores belenistas.
“Tiene 30
metros de ríos y cascadas que aportan frescura y realismo. Más allá de
la aldea se extiende un vasto desierto. Se han empleado cerca de 1.200 kilos de
corcho, 120 cajas de musgo y unos 1.000 kilos de arenas y piedras”, ha
detallado la jefa del Ejecutivo autonómico.
En el recorrido
se pueden ver construcciones completamente nuevas que se han realizado
expresamente para este Belén, donde el visitante se traslada a un pueblo del
desierto elaborado con gran detallismo, con sus calles bulliciosas, sus
puestos de venta ambulante y las jaimas típicas bereberes.
Este es
el discurso íntegro
Por su interés,
reproducimos el discurso íntegro en la inauguración del nacimiento de la Real
Casa de Correos
Cuando nace un
niño en la familia, el mundo se renueva, la vida cotidiana se para y todos nos
reunimos a celebrar.
Hace ya más de
dos mil años, en Belén nos nació un Niño a todos, que llevaba mucho tiempo
prometido.
Nada hay más
nuevo que la Navidad, como la propia infancia. Así lo dice Cristo en el Nuevo
Testamento: “Yo hago nuevas todas las cosas”.
Apenas unas
páginas de dos evangelistas nos recuerdan lo que ocurrió, pero están llenas de
las palabras de la Navidad: “regocijo”, “buena nueva”, “anunciad”, “concebir”,
“salvación”, “júbilo”, “bienaventurada”, “alegría”, “maravillas”.
Dios se hace
hombre y llega a este mundo con palabras de alegría y esperanza. Y antes de
morir, cuando sabe que esa será su última noche en esta vida, llora. Llora
porque la vida es preciosa, porque cada día es un milagro, un regalo y una
oportunidad.
Por eso, el
mensaje del ángel a esos pastores es el famoso “No tengáis miedo”, como el de
Juan Pablo II a un mundo que temía, como otra vez hoy, la guerra, la amenaza
nuclear.
La Navidad nos
recuerda que, para un cristiano, el pesimismo es imposible, porque el
cristianismo consiste en el reconocimiento de la libertad y su apelación a
ella.
El futuro no
está escrito. Y el mensaje cristiano nos deja el mensaje de la redención, del
perdón.
Por eso en el
mundo heredero de la perspectiva cristiana, en el nuestro, se tenga fe o no,
creemos en las segundas oportunidades, en la reconciliación, en la concordia.
Los españoles
lo hicimos en la Transición, y sus frutos fueron algunas de las mejores décadas
de nuestra Historia.
Sin embargo,
cada vez se lee y se oye menos la palabra Navidad, cada vez se la llama menos
por su nombre. No dejemos que nos la censuren, nos la quiten. Los que la odian,
ellos sabrán por qué, van contra todo lo inocente y todo lo bonito de este
mundo.
Incluso se está
dejando de contar los años desde el nacimiento de Cristo. O, más bien, se
cuenta desde su nacimiento, pero se omite a Cristo, se hace como si no
existiera, con una doble traición a la Historia y a quiénes somos, al pasado y
a las nuevas generaciones. Les roban la herencia de la Cristiandad.
Y no falla: el
odio al cristianismo dentro del propio mundo cristiano (que no tiene nada que
ver con la falta de fe), va siempre acompañado del desprecio al hombre, que es
el desprecio a la persona libre, única, insustituible, digna, con la excusa de
cualquier determinismo, de la negación de la libertad de cualquier ideología.
Se pretende
deshacer una herencia milenaria que nos aporta esta forma de ver la vida, para
no conocernos, para perdernos.
Pero, como
recordaba Juan Pablo II, “El amor vence siempre”, y “Dios ha confiado a cada
uno todos y a todos cada uno”. Somos libres y responsables.
Libres para
vivir y responsables de los demás y de uno mismo. No podemos dejarnos solos, y
estamos llamados a cuidarnos unos de otros.
El símbolo de
la Navidad es el portal: la Virgen, San José y el niño sin casa, en un pesebre,
y allí los pastores y las gentes del campo les llevan sus regalos, y comparten
lo que tienen.
El Papa que
hizo tanto por tirar el Muro de Berlín también repetía que: “Dios cuenta con
los jóvenes para cambiar este mundo”. Para cambiar el mundo desde el respeto a
la ley.
Jesús jamás
dejó de respetar la ley, y siempre llamó a cumplirla, a todos. A que la ley
fuese, además, igual para todos; de hecho, fue el primero que reclamó la
igualdad ante la ley para hombres y mujeres.
Tuvo buen
ejemplo en San José, quien llevaba a su familia a censarse, a cumplir la ley,
cuando no encontraron posada y María tuvo que dar a luz en un pesebre.
A San José a
menudo lo imaginamos mayor pero, en realidad, era un padre muy joven, que
volvía a su pueblo natal para inscribirse él y su mujer en estado de buena
esperanza.
Porque Navidad
es también la vuelta al hogar, a nuestro pueblo y a nuestra tierra, a nuestra
familia. Y por eso en estos días nos acordamos más que nunca de quienes han
perdido su hogar, su pueblo, o a sus seres queridos.
Y el Nacimiento
significa volver a la infancia, mirar el mundo como niños. Hoy hemos recuperado
la urgencia y la necesidad de la infancia: porque nos faltan niños, que no
nacen, y porque la infancia es cada vez más corta, la están borrando.
La alegría y
las figuras de la Navidad nos alimentan como personas y como sociedad, y nos
hacen dar lo mejor de nosotros mismos. Volvamos a ella. Que no nos nublen los
artificios que deliberadamente han ido separándonos de lo más puro y bueno.
Hasta perder el
verdadero sentido y, por tanto, la ilusión por esta celebración. La Sagrada
Familia, estos padres con su Niño, tiene que escapar a Egipto para salvar la
vida. Pero afrontan la vida con heroísmo, lo que el cristianismo llama
“santidad”.
San José
representa la labor de los callados, de los fieles, de los que están siempre
ahí y sin los cuales no estaríamos nosotros. Un hombre justo y bueno. Dios
mismo necesita de estos hombres buenos y cumplidores.
Y resulta que
San José es el símbolo del buen padre, como lo es María, madre también muy
joven. En ella descansa la Salvación de la humanidad; y cuando se le plantea el
reto, contesta: “Hágase en mí según tu palabra”. El mensaje cristiano es el de
estar siempre dispuesto.
La Comunidad de
Madrid, esta casa de todos, deja abiertas sus puertas para invitarles a
disfrutar de la Navidad en Sol y de su Belén de la Real Casa de Correos,
montado un año más por la Asociación de Belenistas de Madrid.
Este año es un
homenaje a los cristianos en el mundo árabe.
Son 145 metros
cuadrados con más de 480 figuras de importantes y destacados escultores
belenistas como José Luis Mayo, hermanos Castells, hermanos Cerrada, Ángeles
Cámara y Olot, entre otros muchos. Gracias a todos.
Se inspira, en
esta ocasión, en antiguos pueblos fortificados construidos con adobe y madera
propios de Arabia, como una imagen de otro tiempo. Tiene 30 metros de ríos y
cascadas que aportan frescura y realismo.
Más allá de la
aldea se extiende un vasto desierto. Se han empleado cerca de 1.200 kilos de
corcho, 120 cajas de musgo y unos 1.000 kilos de arenas y piedras.
Y en el corazón
del Belén de Sol, una pequeña isla rodeada de agua cristalina que simboliza la
vida y alberga el nacimiento de Jesús, fuente de esperanza. Invitamos a todos a
contemplar este Nacimiento, mientras disfrutamos de los 300 coros que van a cantar
en directo en este patio, mañana y tarde, hasta final de año.
Hablamos de
niños, jóvenes, adultos, grupos grandes y grupos pequeños, que con su voz
iluminan y dan calor la Real Casa de Correos.
El primero de
todos será la Escolanía de El Escorial, que será declarada Bien de Interés
Cultural por la Comunidad de Madrid. Pocos ambientes son tan especiales como
este. Un ambiente que nos lleva de nuevo a nuestra infancia.
Miguel de
Unamuno escribió: Agranda la puerta, Padre, porque no puedo pasar; la hiciste
para los niños. Yo he crecido, a mi pesar. Si no me agrandas la puerta,
achícame, por piedad, vuélveme a la edad bendita en que vivir es soñar.
No dejaremos de
celebrar la Navidad y todas sus palabras de alegría: “gozo”, “dones”,
“alianza”, “cumplir la palabra”, “perdón”, “iluminar”, “luz”, “gloria”, “paz”.
“Estas son las
palabras fieles y verdaderas”, dice el Nuevo Testamento.
Es a lo que
estamos llamados desde esta herencia cristiana: a ser fieles, verdaderos y
alegres como niños. Feliz Navidad a todos.
Fuente: Religión Confidencial