El enviado
del papa al Congreso Internacional de Hermandades y Piedad Popular, que
concluye este domingo en Sevilla, afirma que las hermandades son un instrumento
para ser Iglesia y serlo de modo auténtico
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CIHPP |
Edgar Peña
Parra (Maracaibo, Venezuela, 1960) ha ejercido como enviado especial del papa
Francisco al Congreso Internacional de Hermandades y Piedad Popular de
Sevilla, que concluye este domingo con una procesión histórica. Como histórica
fue la previa, que protagonizó este arzobispo, que es sustituto de la
Secretaría de Estado del Vaticano, en la entrega de la Rosa de Oro a la María
Santísima de la Esperanza Macarena. Un hecho que vivió con emoción, como
también las visitas a otras hermandades señeras de la ciudad: la Esperanza de
Triana, Jesús del Gran Poder y El Cachorro. De hecho, confesó ante los medios
de comunicación que se fue «sorprendido, gratificado y profundamente alegre por
estar estos días en Sevilla».
A través de las
palabras, defendió que la piedad popular es importante para mantener la fe
cristiana en tiempos de secularización. «Donde hay hermandades, devoción
popular bien hecha, a través de la cual se evangeliza y la Iglesia hace el
bien, hay vida, y vida en abundancia. Donde no hay, se nota esta carencia»,
dijo.
Entre su
apretada agenda y antes de partir a Roma, el arzobispo venezolano atendió a
ECCLESIA.
Si el papa
Francisco le pregunta por este Congreso, ¿qué le va a decir?
Me preguntará y yo le voy a decir que he vivido días extraordinarios. Días muy
bellos. He sentido que estaba en un retiro espiritual. Pero acompañado por la
Iglesia que camina aquí: con jóvenes, niños, adultos, profesionales… y
enriquecido con todas las intervenciones que hemos escuchado. Ha sido un tiempo
de gracia.
¿Qué se
lleva a nivel personal?
Me llamó mucho la atención el acto de entrega de la Rosa de Oro a María
Santísima de la Esperanza Macarena. Me tocó mucho. Cuando levanté la Rosa de
Oro, le pedí a la Virgen por la paz en el mundo. Por la Iglesia que camina en
el mundo, por toda la Iglesia. Por el Papa también, porque siempre nos dice que
oremos por él. Por mis seres queridos, por mi trabajo, por mi servicio y por
todos los que estaban allí.
Durante
estos días en Sevilla comprobó de primera mano —visitó las grandes hermandades
— como la piedad popular sigue atrayendo. ¿Por qué cree que sucede esto?
Los jóvenes de hoy necesitan puntos de referencia, porque no siempre los tienen
o encuentran. Ya no los encuentran en la familia, ni en la escuela, en esta
sociedad fluida. Yo no he vivido la experiencia de una hermandad personalmente,
pero veo que los jóvenes encuentran allí un lugar para vivir con serenidad su
fe, aunque se hay muchos que quieren acallar la fe de hombre, mujeres, jóvenes
y niños. Además, la hermandad sigue siendo un grupo, una comunidad, un órgano
de cohesión social. Creo que esto atrae.
Precisamente,
uno de los aspectos en los que insistió en su intervención en el Congreso fue
la necesidad de que la piedad popular siga siendo relevante entre los jóvenes…
Los jóvenes hoy están desligados de todo. Con las redes sociales, que estimo y
aprecio, pero no uso, hay una tendencia a aislar a la persona. Uno ve que en
las grandes películas no se muestra a los jóvenes en familia. Los jóvenes están
solos, en apartamentos, como mucho con un compañero de piso. Pero los jóvenes
no viven así. Crecen en familia, tienen papá, mamá, hermanos, abuelos… Y esto
que sucede con los jóvenes, se extiende a toda la persona humana. La hermandad
es una respuesta a esto, diciéndonos que somos también grupo. Yo tengo mi
individualidad, pero puedo compartirla con un grupo, y, en este caso, se
comparte también la fe.
Otro aspecto
de la hermandad, como la propia palabra señala, es la fraternidad. Un aspecto
decisivo en la propuesta del papa Francisco para la Iglesia…
Las hermandades son un lugar extraordinario para vivir la fraternidad.
Donde cada uno puede ir con lo que es, con lo que tiene, con lo que ha
construido y podido hacer. También va con sus errores y sus límites. Es tener
un camino común, hacer cosas juntos.
La piedad
popular, como dijo usted mismo, ha hecho que la fe se mantenga viva en muchos
lugares. ¿Cómo puede ayudar a que la Iglesia siga llevando el mensaje de Jesús
a los hombres de hoy?
Le he pedido a la Virgen con todas las fuerzas de mi corazón que este congreso
irradie la fe a España y Europa. Espero que la piedad popular que se vive aquí
se contagie a todo el mundo. Porque es un gran instrumento para poder ser
Iglesia y serlo de un modo auténtico.
Sin embargo,
en ocasiones se ha tratado a la piedad cultural como si fuera una fe de segunda
categoría. ¿Por qué?
Esto sucede a todos lo niveles cuando se hacen reduccionismos. Si se reduce una
hermandad a una procesión anual, eso, para muchos, puede no tener sentido.
Pero, ya lo hemos dicho, en una cofradía hay fraternidad, amistad, posibilidad
de realización personal, no se vive solo, sino en compañía y cada uno puede
mostrar y dar lo que tiene. Es la parábola de los talentos. Creo que congresos
como este ayudan a poner en valor las bondades de cofradías y hermandades.
El mensaje que envió el Papa fue bellísimo y pone de
manifiesto que queremos a las hermandades, las apreciamos y las animamos a
seguir adelante.
Estos días
también se ha hablado de formación. ¿Por qué es fundamental?
En el año 91, cuando era alumno de la Pontificia Academia Eclesiástica, la
escuela diplomática de la Iglesia, un grupo de alumnos vinimos a vivir la
Semana Santa, como una peregrinación espiritual. Entonces, había una cierta
crítica a las cofradías y hermandades, dentro de la propia Iglesia. Esas voces
decían que era algo exclusivamente cultural. Lo cultural y lo religioso van de
la mano. Y, por eso, la formación es tan importante. Igual que un profesional
tiene que estar bien formado, alguien que tiene un encuentro con la Virgen o
Jesús a través de una imagen o una talla tiene que profundizar, iniciar un
camino con acompañamiento. Porque tendremos que dar razón de nuestra fe a otros
y ser testigos con otros y delante de otros.
Fran Otero
Fuente:
Ecclesia