Me meto a sacerdote para entregar la vida, y fruto de la entrega de la vida uno es feliz”
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Iñaki Suárez |
Este sábado 21
de junio, la Iglesia de Santa María de Villaviciosa de Odón acogerá la ordenación
diaconal de tres seminaristas del Seminario Mayor Nuestra Señora de
los Apóstoles.
Uno de ellos
es Iñaki Suárez, que a sus 28 años cuenta las últimas horas para
este “paso definitivo” que supone su ordenación como diácono. Un
proceso que comenzó hace años y que le llevaría desde su Madrid natal
a Toledo, San Sebastián y Getafe,
donde ultima los preparativos y formación que le llevarán al sacerdocio.
Tal y como ha
contado el madrileño al canal de la
diócesis de Getafe, su vinculación vocacional con sus primeros años de la
infancia es innegable. Entonces, sus padres, católicos devotos y practicantes,
acostumbraban a leer vidas de santos a Iñaki y sus dos hermanos.
Una práctica extendida y muy asociada al surgimiento de vocaciones, como
también le ocurrió a su hermana, consagrada.
Con deseos
de santidad, de la infancia a las misiones
“Desde pequeño
me inculcaron no solo la fe, sino un anhelo de santidad y una grandeza no
solo humana, sino espiritual. De querer ser santo”, expresa el
joven. Admite que leer la vida de los santos en familia le llevó a querer ser
desde muy pequeño “alguien grande en la vida” y a tener una inquietud y
deseo de entrega que lo llevaría a tratar de desempeñarse como bombero.
Acababa de
terminar el colegio cuando decidió tomarse un año de descanso antes de comenzar
las oposiciones y no dudó en aceptar cuando surgió la posibilidad de irse
de misiones a Hispanoamérica.
“Iba a las
parroquias y ofrecía a los sacerdotes mi ayuda a cambio de
comer y una cama donde dormir”, admite. Tras muchas parroquias y varios países
visitados como misionero, un sacerdote le invitó a misionar durante un
mes a las selvas de Puyo (Ecuador).
“Yo no me veía
siendo sacerdote, pero acompañándole me di cuenta de que la vida de
sacerdote merecía la pena”, mencionó. Estaba conmovido por la atención
espiritual que ofrecía el sacerdote, pero aún quería ser bombero.
La primera vez
que consideró seriamente que podía estar llamado al sacerdocio fue durante una
noche de oración, comenzando un periodo de duda y sin terminar de
atreverse a dar el paso de entrar al seminario.
Iñaki había
comenzado los estudios de Filosofía. Estaba en el segundo año cuando le
ofrecieron ir de erasmus a un pueblo al sur de Polonia,
donde vería despejadas todas sus dudas.
“Estando allí
descubrí la situación de la gente que me rodeaba”, cuenta el joven
seminarista, entonces rodeado de jóvenes “abandonados a la moda, el
alcohol, el sexo y las drogas. Allí descubrí que, a través de esa
situación, Dios me estaba gritando: `Tengo sed de que esta gente me quiera y
conozca el amor que tú conoces´”.
"Entregar
la vida"
Entonces fue
consciente de que Dios se sirvió de ese grito para desencadenar una firme
resolución en su fuero interno. “Tengo que hacer algo por ellos”,
pensó.
Siguiendo el
consejo de un conocido, Iñaki comenzó el curso de discernimiento en
Toledo, donde confirmaría su vocación al sacerdocio, que hoy celebra.
Especialmente de cara a poder paliar “la necesidad espiritual en
la gente” que, a su juicio, es “cada vez mayor”.
También influyó
en su decisión su propia vocación de servicio escuchada como bombero y
que hoy define como un llamado a “entregar la vida”.
“Al fin y al
cabo hay relación entre un bombero y un sacerdote. Tú te haces sacerdote para entregar
la vida. Hay gente que me dice: `Si es lo que te hace feliz…´ Les contesto
que no me meto a sacerdote para ser feliz. Me meto a sacerdote para entregar la
vida, y fruto de la entrega de la vida uno es feliz”, explica.
En Getafe,
el primer anuncio es "urgente"
Suárez remarca
como su ilusión crece conforme se acercan sus últimos meses como seminarista.
Especialmente de cara a una evangelización que considera urgente en
su actual destino, una parroquia de Fuenlabrada. Allí hay hermandades, mucha
tradición de Semana Santa, pasos y cofradías.
Pero sobre toda
esa riqueza observa “un reto” que considera “apasionante”, el de una
evangelización a llevar a cabo en los residentes asociados a su parroquia.
“Tenemos mucha
gente que viene, sí, pero mucha más que no viene y hay un primer
anuncio muy necesario”, remarca con emoción.
El diácono
habla de su familia como un apoyo incondicional en un periplo
que lo ha llevado por “tres cambios muy duros” de ubicación, como fueron los
traslados de Madrid a Toledo, de Toledo a San Sebastián, donde eran solo dos
seminaristas, y de San Sebastián a Getafe, en el marco de la clausura
de su anterior seminario.
Buscando
imitar a los santos y "en manos de Dios"
Habla también
de todos los santos que le han inspirado y acompañado en el
camino. De entre todos ellos destaca al padre Damián de Molokai, de
quien tomó la inspiración para “entregar la vida”.
“Uno se mete al
sacerdocio y está en manos de Dios. No sabes dónde vas a acabar. La gente me
pregunta: `¿Y vas a elegir alguna parroquia en concreto?´ Yo no elijo
parroquia, la elige el obispo por mí. Yo estoy en manos de Dios”,
comenta.
También habla
de Santa Teresita, buscando poder decir como ella que busca “ser el
amor de Dios” para los demás, sabiendo que este “tiene que ser acogido para
cambiar”. Y se encomienda también a San Francisco Javier, San Ignacio,
San Juan de Ávila o Juan María Vianney, Santo cura
de Ars, como patrono de los sacerdotes.
El
escenario, "donde Dios quiera, con mucha ilusión"
Preguntado por
sus escenarios más esperados como diácono y sacerdote,
concluye admitiendo con sinceridad que no se plantea ninguno.
“Prefiero
pensar que estoy en manos de Dios, y que donde Dios me quiera, ahí
me entregaré”, concluye. “Es muy atractivo estar con jóvenes, con matrimonios
jóvenes… pero no deja de ser menos atractivo estar con ancianos. De hecho,
personalmente, tengo una inquietud hacia los enfermos muy
grande. Me encantaría una capellanía hospitalaria, pero no me proyecto en
escenarios concretos. Donde Dios quiera, donde sea, con muchísima
ilusión”.
Fuente: ReligiónenLibertad