El Papa Francisco pidió a la Virgen María que nos ayude a combatir la “gran tentación” de la hipocresía, antes del rezo del ángelus este domingo en la Plaza de San Pedro en el Vaticano.
El Papa Francisco este domingo en la Plaza de San Pedro en el Vaticano. Crédito: Vatican News. Dominio público |
Estos personajes, encargados de transcribir e interpretar las
Escrituras, eran tenidos en gran consideración por el pueblo, pero “más allá de
las apariencias, su comportamiento a menudo no se correspondía con lo que enseñaban.
No eran coherentes”, precisó el Papa Francisco.
“Algunos, en efecto, con el prestigio y el poder de que gozaban,
menospreciaban a los demás –es muy feo esto de mirar a las otras personas de
arriba abajo– se daban aires de superioridad y, ocultándose tras una fachada de
pretendida respetabilidad y legalismo, se arrogaban privilegios e incluso
llegaban a cometer auténticos robos contra los más débiles, como las viudas”,
como la del Evangelio que da todo lo que tiene para la ofrenda.
El Papa Francisco destacó que, en los escribas, “incluso la
oración corría el riesgo de dejar de ser para ellos un momento de encuentro con
el Señor y convertirse en una ocasión de ostentación de respetabilidad y piedad
fingida, útil para atraer la atención de la gente y obtener su aprobación”.
“Se comportaban como personas corruptas, no todos, alimentando
un sistema social y religioso en el que era normal aprovecharse a espaldas de
los demás, especialmente de los más indefensos, cometiendo injusticias y
garantizando la impunidad. De esas personas Jesús recomienda alejarse, ‘tener
cuidado’, no imitarlas”, dijo el Pontífice.
Al contrario, precisó el Papa, con su palabra y su ejemplo,
Jesús “enseña cosas muy distintas sobre la autoridad. Habla de ella en términos
de sacrificio de uno mismo, de servicio humilde (Mc 10,42-45), de ternura
maternal y paternal hacia las personas (Lc 11,11-13), especialmente hacia los
necesitados (Lc 10,25-37)”.
“Jesús invita a quienes están investidos de ella a mirar a los
demás, desde su posición de poder, no para humillarlos, sino para levantarlos,
dándoles esperanza y ayuda”.
El Santo Padre preguntó entonces a todos: “¿Cómo me comporto en
mis ámbitos de responsabilidad? ¿Actúo con humildad, o me enorgullezco de mi
posición? ¿Soy generoso y respetuoso con las personas, o las trato de modo rudo
y autoritario? Y con mis hermanos y hermanas más frágiles, ¿estoy cerca de
ellos, puedo agacharme para ayudarles a levantarse?”.
Por Walter Sánchez Silva
Fuente: ACI