¿POR QUÉ SEPULTAMOS EL CUERPO DE NUESTROS DIFUNTOS?

El cuerpo humano debe ser tratado con dignidad porque ha sido morada del Espíritu Santo, por eso entendemos que los difuntos deban sepultarse en un lugar santo

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Una antigua costumbre adoptada por casi todas las culturas es la de sepultar el cuerpo de los difuntos.

La Iglesia lo ha hecho también, como lo encontramos en la Instrucción Ad resurgendum cum Christo acerca de la sepultura de los difuntos y la conservación de las cenizas en caso de cremación:

"Siguiendo la antiquísima tradición cristiana, la Iglesia recomienda insistentemente que los cuerpos de los difuntos sean sepultados en los cementerios u otros lugares sagrados".

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Sepultados como Cristo

El documento recuerda que el Señor Jesús atravesó por la muerte, la sepultura y la resurrección, misterio en el que se manifiesta el sentido cristiano de la muerte.

Y del mismo modo, cuando fallece una persona, y es sepultada, entendemos que:

"La inhumación es en primer lugar la forma más adecuada para expresar la fe y la esperanza en la resurrección corporal".

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Asimismo, la instrucción menciona que la Iglesia, como madre, acompaña a los cristianos durante su peregrinación terrena y: "ofrece al Padre, en Cristo, el hijo de su gracia, y entregará sus restos mortales a la tierra con la esperanza de que resucitará en la gloria".

Fe en la resurrección

De este modo, los cristianos entendemos que la muerte no es definitiva y que el cuerpo reposará, esperando la resurrección:

"Enterrando los cuerpos de los fieles difuntos, la Iglesia confirma su fe en la resurrección de la carne, y pone de relieve la alta dignidad del cuerpo humano como parte integrante de la persona con la cual el cuerpo comparte la historia".

Fue templo del Espíritu Santo

Sin duda, el respeto que se debe al cuerpo humano, como creación de Dios, se exalta más por la dignidad conferida en el Bautismo:

"Además, la sepultura en los cementerios u otros lugares sagrados responde adecuadamente a la compasión y el respeto debido a los cuerpos de los fieles difuntos, que mediante el Bautismo se han convertido en templo del Espíritu Santo y de los cuales, 'como herramientas y vasos, se ha servido piadosamente el Espíritu para llevar a cabo muchas obras buenas'.

La instrucción también ahonda en el tema del cuerpo incinerado y el trato a las cenizas, pero ese es tema para otro artículo.

Mónica Muñoz

Fuente: Aleteia