LO QUE LOS AÑOS OCULTOS DE JESÚS REVELAN SOBRE NUESTRO TRABAJO COTIDIANO

De los 33 años que Jesús pasó en la tierra, treinta los pasó “escondido” en tareas domésticas. ¿Cómo fueron esos años? ¿Qué podemos aprender de ellos?

Wikimedia Commons | Dominio público

¿Alguna vez te detuviste a pensar en el hecho sorprendente de que 30 de los 33 años que Jesús pasó en esta tierra estuvieron “escondidos” en el corazón de su hogar, mientras que solo 3 los pasó en el ministerio público?

Durante sus años “ocultos”, Nuestro Señor trabajó, rezó y participó en la vida comunitaria como hijo, vecino, ciudadano y amigo. Pero ¿cómo fueron esos años? ¿Y qué podemos aprender de ellos?

De sus palabras en la Biblia se desprende que su trabajo de carpintero debió de ser una parte importante de su vida. Conocía profundamente el mundo del trabajo, especialmente en los campos de la carpintería y la construcción: “Varias parábolas de Jesús tienen lugar en obras de construcción. ¿Cuánto de la experiencia personal de Jesús puede reflejarse en estas parábolas?”

Como carpintero, Jesús trabajaba duro, con cuidado y precisión. El Papa Francisco describió a Jesús “aprendiendo el oficio de carpintero de san José en su taller de Nazaret, compartiendo con él el compromiso, el esfuerzo, las satisfacciones y también las dificultades de cada día”.

San Juan Pablo II escribió que podemos extraer un elocuente “Evangelio del trabajo” de la constatación de que Dios mismo “dedicó la mayor parte de los años de su vida sobre la tierra al trabajo manual en el banco del carpintero”.

De manera similar, la mayoría de nosotros pasamos nuestros días en “trabajos ocultos” como el de Nuestro Señor. ¿Cómo puede su ejemplo orientar nuestro propio trabajo diario?

He aquí algunas cosas que podemos aprender de los años ocultos de Jesús y aplicarlas a nuestro trabajo cotidiano:

1Nuestro trabajo puede ser nuestro camino hacia la santidad

El Catecismo nos dice: «El trabajo puede ser un medio de santificación y un modo de animar las realidades terrenas con el Espíritu de Cristo» (2427).

Desarrollando esta idea, San Josemaría Escrivá escribió una vez :

Nuestras actividades ordinarias no son un asunto insignificante, sino que son el eje sobre el que gira nuestra santidad y nos ofrecen ocasiones constantes de encontrarnos con Dios, de alabarlo y glorificarlo mediante nuestro trabajo intelectual o manual.

El trabajo tranquilo y dedicado de Jesús en el taller de Nazaret fue un tiempo de preparación interior para su ministerio. 

De la misma manera, nuestro trabajo diario, bien hecho y con amor, puede ser una preparación interior para nuestro hogar definitivo en el cielo.

2No es lo que hacemos, sino cómo lo hacemos

No nos desanimemos por la humildad de nuestra tarea. Sea grande o pequeña la obra que tenemos por delante, toda ella puede ser ofrecida a Dios:

El trabajo puede ser redentor. Soportando la dureza del trabajo en unión con Jesús, el carpintero de Nazaret y el crucificado en el Calvario, el hombre colabora en cierto modo con el Hijo de Dios en su obra redentora. Se manifiesta discípulo de Cristo llevando la cruz, cada día, en el trabajo que está llamado a realizar. 

A veces, nuestro trabajo nos resulta placentero y, a veces, parece que llevamos una cruz encima. Sin embargo, todo, por difícil o tedioso que sea, se puede hacer con cuidado y amor, como un acto de alabanza y sacrificio.

3Nuestro trabajo nos permite co-crear con Dios

Algo asombroso para reflexionar es que el trabajo no es una consecuencia del pecado, porque existía antes de la Caída. Cuando trabajamos, en realidad imitamos a Dios en la creación. Somos muy afortunados de convertirnos en cocreadores con Él y participar en la obra de Su Redención:

La palabra de la revelación de Dios está profundamente marcada por la verdad fundamental de que el hombre, creado a imagen de Dios, participa con su trabajo de la actividad del Creador…

Reflexionando sobre todo esto, ¿cómo sería abordar nuestro trabajo como “una oportunidad de co-crear con Dios”? 

¿Cómo cambiaría nuestro trabajo diario si mantuviéramos el sentido de la presencia de Dios en nuestros deberes ordinarios, como Nuestro Señor durante sus años ocultos? 

¿Y cómo nos cambiaría trabajar de esta manera?

Theresa Civantos Barber 

Fuente: Aleteia