San Juan Pablo II explicó en una carta cómo la devoción tradicional al Sagrado Corazón de Jesús nos lleva a un amor más profundo por la Eucaristía
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San Juan Pablo II explicó esta
conexión en una carta que escribió en el centenario de la consagración del
mundo al Sagrado Corazón:
"Toda la devoción al Corazón de Jesús, en
todas sus manifestaciones, es profundamente eucarística: se expresa en
prácticas religiosas que impulsan a los fieles a vivir en sintonía con Cristo,
'manso y humilde de corazón' (Mt 11, 29), y se intensifica en la
adoración".
Fuente y
cumbre
Además, explica cómo la devoción al Sagrado
Corazón está íntimamente ligada a la celebración de la Misa:
"Hunde sus raíces y encuentra su culmen en la
participación en la Santa Misa, especialmente en la Misa dominical, donde los
corazones de los fieles, fraternalmente reunidos en la alegría, escuchan la
Palabra de Dios y aprenden a ofrecer con Cristo ellos mismos y toda su vida (Sacrosanctum Concilium, n.
48). Allí se alimentan en el banquete pascual del Cuerpo y la Sangre del
Redentor y, compartiendo plenamente el amor que late en su Corazón, se
esfuerzan por ser cada vez más eficaces evangelizadores y testigos de
solidaridad y esperanza".
San Juan Pablo II añadió también cómo "la
contemplación del Corazón de Jesús en la Eucaristía impulsará a los fieles a
buscar en ese Corazón el misterio inagotable del sacerdocio de Cristo y de la
Iglesia".
También el
Papa Benedicto XVI habló sobre Él
El Papa Benedicto XVI también comentó este vínculo
en su homilía de 2011 en la fiesta del Corpus Christi:
"[La Eucaristía es el alimento de la vida
eterna, el Pan de vida. Del corazón de Cristo, de su 'oración eucarística' en
la víspera de su pasión, brota ese dinamismo que transforma la realidad en sus
dimensiones cósmica, humana e histórica. Todo procede de Dios, de la
omnipotencia de su Amor Trino, encarnado en Jesús. El corazón de Cristo está
impregnado de este Amor; por eso puede dar gracias y alabar a Dios incluso ante
la traición y la violencia, y así cambia las cosas, las personas y el
mundo".
Ambas devociones se complementan y, en última
instancia, deberían conducir a un amor más profundo por Dios.
Philip
Kosloski
Fuente: Aleteia