Antes de que una curación inexplicable sea atribuida a la intervención de Dios, el caso es examinado en un proceso «minucioso y preciso» ante peritos médicos, creyentes y no creyentes, como explica el Delegado de las Causas de los Santos de la archidiócesis de Madrid
Interior de la catedral de la Almudena - |
Pero,
¿cuáles son los pasos que sigue la Iglesia para reconocer que un hecho
inexplicable para la ciencia puede ser atribuido como un milagro de Dios,
concedido por la intercesión de un santo? ¿Qué mecanismos arbitra para evitar
quedar en ridículo al tildar de milagroso un suceso que puede ser explicado por
las meras leyes naturales?
Cuestiones como
estas son las que ha respondido el sacerdote Alberto
Fernández, delegado episcopal para las Causas de los Santos de la
archidiócesis de Madrid, en el último número de la revista La Antorcha.
Un número que esta publicación gratuita, editada cada tres meses por la
Asociación Católica de Propagandistas, dedica, precisamente, a iluminar la
relación entre ciencia y fe.
«En las Causas de
los Santos, para que un siervo de Dios
sea declarado beato (excepto en el caso de los mártires), se requiere
probar lo que popularmente se conoce como un milagro, realizado por Dios por
intercesión de ese siervo de Dios», explica Fernández. Una prueba que no busca
ensalzar lo morboso o lo espectacular, sino que tiene su razón de ser en que
«es el modo por el que la Iglesia puede alcanzar la certeza moral de que ese
hijo suyo está en el cielo, intercediendo ante Dios».
Aunque
«puede parecer un elemento anacrónico, supersticioso o falto de rigor, sin
embargo, el proceso que lleva al reconocimiento de este hecho extraordinario es
minucioso y preciso, y en él intervienen distintos especialistas que juzgan la
explicabilidad o inexplicabilidad científica de lo sucedido. Porque la práctica
totalidad de estos sucesos están relacionados con el ámbito médico», matiza el
sacerdote.
Así, «cuando sucede
una curación aparentemente inexplicable,
después de haberse pedido la intercesión a un siervo de Dios en proceso de
beatificación, en la diócesis se recoge todo el material probatorio posible
(pruebas médicas, informes, imágenes, etc.), que permita definir el
diagnóstico, el pronóstico, la terapia utilizada y el estado actual de la
persona supuestamente sanada», explica.
En esta primera fase
del proceso, «intervienen de dos a cuatro peritos médicos», explica el Delegado
de las Causas de los Santos, de Madrid. Y «una vez que desde la diócesis se envía
todo el material probatorio al Dicasterio de las Causas de los Santos, en la Santa Sede,
allí es evaluado en primer lugar por un comité de siete especialistas,
creyentes o no, peritos en la especialidad médica a la que se refiere el caso»,
añade.
A
la hora de estudiar el caso, «por mayoría cualificada tienen que emitir un voto
sobre los elementos médicos del caso anteriormente mencionados, junto con las
características de la curación». Una curación que, como recuerda el sacerdote,
tampoco está exenta de requisitos para ser tenida en cuenta, pues el proceso
estipula que «debe ser completa, duradera, instantánea y científicamente
inexplicable».
«Los milagros existen»
En un segundo
momento, «una Comisión de teólogos examinan si existe relación causal entre la
curación y la oración dirigida al siervo de Dios. De modo que cuando la
autoridad de la Iglesia reconoce este hecho extraordinario, lo hace sobre el
fundamento de unas conclusiones, en un primer momento estrictamente
científicas, a las que después se une el elemento teológico de la intercesión»,
señala el delegado episcopal en la revista La
Antorcha.
Y concluye: «Los
milagros existen y son un signo de la omnipotencia de Dios, que sigue actuando,
y de la profunda unión que une a los santos del cielo con los fieles que aún
estamos en camino».