La
poetisa y escritora es hija de un cura ortodoxo que pasó años en cárceles
comunistas
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La poesía salvó
a muchos presos en las cárceles comunistas y aún puede salvar
a muchas personas en el mundo postmoderno, deliberadamente vaciado de la
sustancia que aportaba el cristianismo: ésta podría ser la síntesis
del discurso de la escritora rumana Ana Blandiana al recibir
este viernes por la tarde, en el Teatro Campoamor de Oviedo, el Premio
Princesa de Asturias de las Letras 2024.
Poetisa,
narradora, ensayista, Ana Blandiana (pseudónimo literario de Otilia
Valeria Coman, nacida en 1942) fue hija de un profesor y sacerdote
cristiano ortodoxo encarcelado por el régimen comunista y
fallecido al poco de abandonar la prisión. Eso le complicó las cosas
desde pequeña. En cuanto hija de un "enemigo del pueblo", se
le prohibió estudiar en la universidad tras la aparición en 1959 de su
primer poema en una revista, aunque su inmenso talento le permitió seguir
publicando y encabezando diversas iniciativas de protesta y libertad en el
ámbito cultural.
Tras la caída
del comunismo, su empeño ha sido eliminar su herencia de podredumbre
material y moral y aliviar las consecuencias que ha dejado en la
sociedad rumana.
La poesía,
espacio de salvación
Al inicio de
su discurso, recordó que Rumanía es "un lugar enclavado
entre varios imperios enemigos y enemistados entre sí":
"Nuestra latinidad, exiliada en el otro extremo del
continente, nos ha singularizado y nos ha dado, junto con la conciencia de que
somos diferentes de los que nos rodean, el sentimiento de soledad en la
historia".
De ese
sentimiento de soledad del que -confiesa- nunca ha podido distanciarse,
"ha germinado, como una solución de supervivencia, la poesía", por
cuyo papel "en nuestro mundo secularizado, tecnificado,
informatizado y globalizado" versó su disertación.
"¿Puede la
poesía salvar al mundo?", se preguntó. Y para responder acudió a recuerdos
de su propia vida personal, en un relato impactante de cuando
"en las cárceles comunistas de Rumanía se produjo una auténtica resistencia
a través de la poesía". El papel y el lápiz estaban prohibidos a los
presos, así que componer un poema exigía "tres personas: la que lo
componía, la que lo memorizaba y la que lo transmitía a través
del alfabeto morse".
Así pudieron
componerse miles de poemas que pasaban de celda en celda y de prisión en
prisión: "En sus libros de memorias o recuerdos los presos políticos
describen, como un ritual sagrado, el momento de la transmisión de los
nuevos poemas, cuando un preso era trasladado de una cárcel a otra. Y
luego, tras la apertura de las cárceles, el primer pensamiento de los liberados
era transcribir lo que habían memorizado, sin los nombres de los autores o con
nombres que presuponían muchas veces equivocadamente, en una verdadera sinfonía
de resistencia espiritual, un intento de convertir el misterio de la poesía
en un arma de defensa contra la locura".
"Esta es
la prueba", dijo, "de que, en circunstancias extremas, cuando sentían
peligrar su propia esencia, los hombres recurrían a la poesía como
medio de salvación. Cuando en la poesía se escondían las últimas moléculas
de libertad, la gente, asfixiada por la represión, las buscaba, las encontraba
y las respiraba para sobrevivir".
El vacío de
fe y de fervor religioso
Entonces
planteó Blandiana la gran cuestión sobre la que hizo reflexionar a los
presentes: "Lo que ayer nos salvó del miedo, del odio y de la locura, ¿no
puede salvarnos hoy de la soledad, de la indiferencia, del vacío de fe,
del exceso de materialismo y consumismo y de la falta de espiritualidad?".
Citó la célebre
frase de André Malraux (1901-1976), “El siglo XXI será
religioso o no será”, para interrogarse con cierto tono de angustia: "Si
estamos demasiado cansados y faltos de fervor religioso, ¿no
podríamos salvarnos poniendo la poesía en el lugar del vacío?"
Vamos hacia un
mundo donde los robots parecerán superiores a los humanos, así que
"tendremos que intentar situarnos por encima de todo lo que ellos no
entienden" y por tanto no pueden expresar, ellos "nunca comprenderán
el sufrimiento y la obstinación por expresar lo inexpresable,
puesto que el misterio no se puede definir ni vencer".
Una vez
descrito el horror antihumano del comunismo (le escuchaba, entre otros, el
comunista Ernest Urtasun, ministro de Cultura) e identificada la
falta de espiritualidad y de fervor religioso con el "vacío", la
Premio Princesa de Asturias de las Letras elogió el papel desempeñado
por el cristianismo en la Historia y su arrumbamiento por
lo que, sin nombrarlo, fue una perfecta definición del materialismo dialéctico,
del odio marxista como motor del mundo.
"Al final
del Imperio Romano, que parecía ser el fin del mundo", recordó, "el
cristianismo trajo la buena nueva, el evangelio del amor al prójimo que,
a pesar de los vaivenes de la historia, ha conseguido mantenernos en
equilibrio durante más de dos mil años hasta que, a partir del siglo
XX, se ha impuesto el odio (de clase o de raza, entre mujeres
y hombres, entre hijos y padres). La poesía moderna es la expresión
desgarradora de este desequilibrio existencial".
Resistencia
a la postmodernidad fluida
Tras esa
solemne y emotiva proclamación de que el mundo moderno ha acabado con dos
mil años de amor y equilibrio bajo el cristianismo para sustituirlos por el
odio y el desequilibrio característicos del presente, Blandiana,
doctora honoris causa por la Universidad de Salamanca, citó el
"¡Me duele España!" de quien fuera su rector, Miguel de Unamuno, exclamación que afirmó como muy
importante en su formación "intelectual y espiritual".
"He
utilizado la angustia del filósofo español ante el destrozo de su país como un
punto de apoyo en el universo actual, en el que las naciones se
difuminan ante las ideologías, como un ancla en la profundidad del tiempo,
en cuya superficie se estrellan las olas siempre cambiantes de la
posmodernidad, a las que me resisto porque me duele España, me duele
Rumanía, me duele el mundo", casi declamó, en algunos momentos con la voz
quebrada.
"Estoy vinculada
para siempre a España", dijo, también porque en todo el universo
hispánico su obra ha sido conocida traducida al español. Y por eso terminó con
un sutil y clásico elogio de la monarquía, al señalar que el nombre
del premio que recibía, en cuanto alusivo a lo principesco, "combina el
misterio de la poesía y el misterio de la realeza, tan extrañamente
relacionados entre sí en la medida en que la gente, sin entenderlos y sin saber
para qué sirven, siente que sin ellos todo sería menos bello y menos
bueno".
Ceremonia
completa de entrega de los Premios Princesa de Asturias. El discurso de Ana
Blandiana se encuentra entre los minutos 10:48 y 24:00.
C. L.
Fuente: Religión en Libertad