Hablamos con el presidente del organismo internacional en el año en que el movimiento cumple 75 años y vive en algunos países una primavera
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Ecclesia |
Álvaro
Martínez, de la diócesis de Córdoba, es el referente mundial de Cursillos de
Cristiandad. Fue elegido en junio de 2023. Lidera un movimiento que nació hace
75 años en España, concretamente en Palma de Mallorca, y que ahora está
presente en 54 países.
¿Cómo estás
viviendo este aniversario?
El primer sentimiento es dar gracias a Dios. No porque sean 75 años, pues es
solo un número, sino porque en 75 años hay mucha vida y mucho bien hecho a
muchas personas. Es un camino con luces y sombras, pero, ciertamente, son 75
años de trabajo por la Iglesia y por las personas. Es un regalo. Y también es
un compromiso. Si hace 75 años estábamos convencidos de que era necesario un
movimiento como Cursillos, ahora es mucho más urgente por la necesidad de Dios
que tienen las personas. Es un motivo para dar gracias a Dios, pero también
para comprometernos e ilusionarnos.
¿Cómo
explicamos los Cursillos a alguien que no los conozca?
Es un movimiento que posibilita el encuentro personal, real y profundo con
el Señor y, a partir de ahí, una nueva vida. Una nueva vida «de colores», como
solemos decir en Cursillos, porque se abre al proyecto que Dios tiene para cada
persona, un proyecto de felicidad que se tiene que vivir en la Iglesia. Por
eso, Cursillos acompaña en la inserción eclesial y en la implicación en el
mundo. La clave es que las personas se encuentren con el Señor, transformen su
vida, y esta la continúen en la Iglesia y comprometidos con el mundo.
¿Cómo ha
evolucionado el movimiento en estos 75 años?
Creo que, como en todos los carismas en la Iglesia, hay un núcleo esencial, que
es el que fundamenta y da naturaleza. En nuestro caso, es un carisma de primer
anuncio, de servicio, de amistad, de cercanía con las personas. Esto sigue
siendo igual, pero luego lo hemos tenido que ir adaptando, por ejemplo, con el
acompañamiento previo al cursillo, que antes quizás era menos necesario, porque
las personas venían ya con formación, vivencias religiosas… Nos hemos tenido
que adaptar a ese acompañamiento previo. Además, hay una tarea permanente de
adaptar lenguajes y las propuestas de vida cristiana. Sigue siendo la misma,
pero las personas no la entienden igual, con lo cual hay que adaptar la forma
de llegar.
¿Cuáles son
las necesidades hoy?
Procesos más largos, una formación más profunda, un acompañamiento personal
y comunitario más cercano. Somos un movimiento más de la Iglesia y tenemos que
caminar en la Iglesia, con la Iglesia, imbricados con otros movimientos, porque
la tarea no es solo nuestra, es de todos. Son pasos que hemos ido dando y
descubriendo sin olvidar que una de nuestras claves es mirar la realidad.
Debemos responder a la realidad del hombre, del mundo y de la Iglesia.
Han pasado
75 años. ¿Dónde se encuentra Cursillos de Cristiandad en el mundo?
75 años es un recorrido largo y hay muchos altibajos. Ahora nos encontramos
en el nuevo reto que nos plantea el papa Francisco: el de la renovación y
adecuación de esta propuesta a la Iglesia en salida. Ha habido en los últimos
años un esfuerzo de profundización, de renovación, de adecuación y, en muchos
países, se está revitalizando. Cursillos está presente en unos 54 países en el
mundo, con una presencia fuerte en Latinoamérica. En Europa es difícil, pero
hay países con pujanza como Croacia o Ucrania. En este último caso, es
estremecedor ver cómo hay un movimiento muy joven que, a pesar de la guerra,
siguen llevando vida. En África también hay un proyecto muy bonito para
introducir Cursillos.
¿Vive
Cursillos una nueva primavera?
La situación es diversa, pero es verdad que en determinadas zonas hay una
primavera.
¿Cuál es su
tarea como presidente mundial?
Coordinar. El organismo mundial está al servicio de la vida del movimiento.
Es subsidiario. Realmente, la vida está en las diócesis y eso es lo importante.
Pero necesitamos vivir en la unidad de nuestro carisma y eso lo puede hacer a
nivel mundial una estructura, un organismo que posibilita que crezcamos, que
caminemos juntos en la misma identidad, que vayamos caminando en unidad,
insertos en la Iglesia. Es un servicio a la unidad y la identidad.
La amistad
es clave en Cursillos…
Tenemos varias palabras mágicas. Una de ellas es la amistad. La amistad es
cauce para ofrecer vida y vida cristiana, y para posibilitar el encuentro con
el Señor. Hacernos amigos para ser los amigos de Cristo. Otra de ellas es la
oración, el no olvidar que todo esto es cosa del Espíritu. Todo el proceso
—acompañamiento, encuentro e inserción en una comunidad— se tiene que dar desde
el Espíritu y desde la oración.
Hace 75
años, los que hacían el Cursillo estaban dentro de la Iglesia. Hoy, la mayoría
no lo están, ¿no?
Nuestra prioridad son los alejados. Nos dirigimos a todos, pero somos
conscientes de que tenemos un instrumento que posibilita que los que están
lejos se encuentren con el Señor. El 80 % de la población española entraría en
ese perfil. Cuando miramos a nuestro alrededor, ¿cuántas personas están
viviendo de espaldas a Dios? Entre los que nos decimos católicos, todavía hay
un porcentaje importante de cristianismo social. Si no han tenido un encuentro,
luego no hay compromiso. Recuerdo cuando Fernando Sebastián decía que España
era un país de bautizados no convertidos y que lo que necesitábamos eran
experiencias para que los cristianos se convirtieran y estuvieran convencidos.
Tenemos claro que si no hay primer anuncio, experiencia primera de encuentro,
ni la catequesis tiene sentido, ni la pastoral sacramental tampoco. Los
sacramentos requieren fe.
¿Cuáles son
los retos de Cursillos de Cristiandad para los próximos años?
Tenemos tres retos. El primero, profundizar en nuestra verdadera identidad.
El segundo, la eclesialidad y sinodalidad, es decir, crecer en la conciencia de
que somos Iglesia, no unos francotiradores. El tercero es responder al mundo de
hoy.
Fran Otero
Fuente: Ecclesia