El P. Jorge
López Teulón analiza su libro Mártires a la sombra del Alcázar de Toledo
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Dominio público |
¿Por qué decidió
escribir un libro titulado Mártires a la sombra del Alcázar de Toledo?
¿Quién
no ha oído hablar de la gesta del Alcázar de Toledo? Recién llegado, en
1986, al seminario menor de Toledo fue de las primeras cosas que escuché con
asombro. Entonces, todavía, los turistas japoneses, por ejemplo, acudían a
Toledo con toda normalidad para visitar los sótanos del Alcázar y escuchar
aquel episodio épico de la guerra civil española. Recuerdo que dando una
conferencia en Madrid se me acercó al final un hombre corpulento que debía
frisar los 80 años, y me dijo: “-Soy húngaro. Mi abuela en aquellos meses de
julio, agosto y septiembre de 1936, nos ponía de rodillas todas las noches para
rezar por la liberación del Alcázar”. Era el inicio de la guerra y medio mundo
siguió aquel episodio. Pero… a la sombra del Alcázar -se trata de uno de los
edificios más emblemáticos y potentes de la ciudad de Toledo- tuvo lugar una de
las matanzas menos conocida de la persecución religiosas. La ciudad amurallada
se convirtió en una ratonera y comenzó la caza de todo lo que “oliese a cera”.
En los 72 días que duró el asedio fueron asesinados más de 100 sacerdotes y
religiosos. Sin hablar del martirio de los seglares…
¿Cómo complementa
otros libros martiriales que ha escrito?
Bueno,
complementa porque sirve para que el tema de la persecución religiosa
(1931-1939) sea más conocido. Hemos escrito mucho del grupo de canónigos
beatificados en 2007 (por ejemplo, la trilogía del beato José Polo) pero este
libro contextualiza, en un único relato, el martirio de un par de centenares de
hombres que alcanzaron la palma del martirio en Toledo. A punto de aparecer el
cuarto tomo de la historia de la persecución religiosa en la archidiócesis de
Toledo (tomos de 600 páginas, que se pueden descargar gratuitamente en
internet)… más que completar, ofrece otra manera narrativa de acercarnos a
estos trágicos, y a la vez gloriosos, episodios de nuestra Ciudad Imperial.
¿Por qué por
encima de Ciudad regia o Ciudad Imperial… Toledo es ante todo una Ciudad
Martirial?
Monseñor Jaime
Colomina Torner (1922-2020) fue un referente en la archidiócesis de Toledo en
muchos campos, pero destacó por su labor en pro de las causas de canonización
de los mártires de nuestra archidiócesis de Toledo. De él recogí el testigo,
tras sus muchos años al frente de la Delegación para las Causas de los Santos,
en estas tareas.
Creó
un mapa martirial de la ciudad de Toledo con el subtítulo “Recuerdo
de los que dieron su vida aquí, en testimonio de la fe católica”. Explicaba que
Toledo ha recibido diversos títulos: Ciudad regia, Ciudad
Imperial, Ciudad de las Tres Culturas… todavía le pertenece
otro: Ciudad martirial. Aquí es donde monseñor Colomina explicaba que
desde el martirio de santa Leocadia de Toledo, en el año 304, hasta que estalla
la guerra civil española no hubo más mártires en el suelo diocesano. Y la
sangre, literalmente, corrió en el verano de 1936 por las calles de Toledo.
El exterminio de
seglares, sacerdotes y religiosos que se produjo en esos 72 días tiene pocos
parangones en la historia…
Bueno,
como decía antes, la ciudad de Toledo se convirtió en una ratonera y, desde el
principio, las milicias republicanas fueron casa por casa, buscando a unos y
otros. A veces, puede parecer exagerado el uso de la palabra “exterminio”. Pero
la RAE nos recuerda que esta palabra viene del latín “exterminare” y que
significa “acabar del todo con algo”. Pues eso fue lo que hicieron. Apenas se
salvó un puñado de sacerdotes y religiosos.
Por
ejemplo, las matanzas que tuvieron lugar en el paseo del Tránsito de Toledo son
prueba de ese espantoso cálculo. Solo llevaba diez días cercada y tomada la
ciudad por los marxistas y ya se conocía como el Glorioso Tránsito de los
Mártires de Toledo. El asesinato, no solo de los sacerdotes, tiene como último
fin político mantener el espanto entre los supervivientes e impedir su reacción.
Finalmente,
sin salir de nuestra provincia, lo de las comparaciones es muy complicado: la
mina de Camuñas (Toledo) es un episodio tremendo con más de 300 asesinados
arrojados a una mina romana de 28 metros de profundidad, o episodios únicos
como el salvaje asesinato de la sierva de Dios Mª de la Piedad Suárez de
Figueroa, Piedaíta, en Villanueva de Alcardete. Pero sí: la caza, captura,
asesinatos, detenciones, prisión y fusilamientos en masa (como los 80
asesinados en la Puerta del Cambrón en la noche del 23 al 24 de agosto de 1936)…
¿Cuál fue el
legado de estos mártires a la Iglesia y a la patria española?
Algo
que, a veces, se obvia (y yo creo que está en la mente de todos los mártires)
es la entrega de la vida para que España se mantenga católica. Es el legado
principal: a través de la entrega de sus vidas evangelizar nuestra nación.
Muchas
veces me preguntan: -Pero, como está España, ¿para qué sirvió su martirio y el
derramamiento de su sangre? Y siempre les digo: -A ellos, para ir al
cielo, y a nosotros para imitar su ejemplo en el martirio de cada día y
pedirles por España.
Desde
el cielo no dejan de sacarnos los colores: -Si nosotros pasamos por el martirio
a qué estáis esperando para ser santos.
¿Cómo ha sido el
proceso de documentación de estos hechos?
Pues
podría decir que complementario y cruzando todos los datos que es lo más
complejo. Es que a la vez que están asesinando en las calles a un canónigo de
la catedral, en la otra punta están fusilando al cocinero de los maristas, o
mientras cazan, literalmente, a los carmelitas por los tejados del centro de la
ciudad están encarcelando a párrocos y canónigos…
Por
supuesto a la documentación que se conserva en la postulación y en el Archivo
Diocesano de Toledo. Pero cuántas gracias tenemos que dar, en nuestro Toledo
bendito, a sacerdotes y frailes que fueron los primeros en escribir sobre sus
mártires: el trabajo del sacerdote e historiador Juan Francisco Rivera Recio;
al padre José María Gomez de la Compañía de Jesús; al padre dominico Luis G.
Alonso Getino; al hermano marista Luis Puebla Centeno; al padre carmelita José
Vicente Rodríguez; a los operarios diocesanos… a las madres jerónimas y
concepcionistas de Toledo y las carmelitas de Cuerva (Toledo) que conservaron
en sus crónicas la tragedia de lo vivido en aquel verano nefasto.
También
al que fuera el cronista oficial de Toledo, don Luis Moreno Nieto, que siendo un
joven reportero primero, padeció la cárcel junto a su hermano seminarista.
Finalmente,
a la Hermandad de Santa María del Alcázar de Toledo.
De entre todos
ellos, ¿qué testimonios destacaría especialmente?
Me
parece impresionante cómo comunidades enteras [como fue el caso de los maristas
(en número de 11) o los carmelitas (16)] se entregaron como corderos y fueron
sacrificados.
Por
ejemplo, lo vivido por el beato Ricardo Plá, que padeció el martirio en dos actos.
Primero llevado al paredón con sus ancianos padres y su hermana… un miliciano
apareció de repente y paró aquello. Luego se lo llevaron a los días a él solo.
Y las palabras de su madre cuando lo detuvieron: -Hijo, valor para morir y más
valor para perdonar.
Sacerdotes
ancianos, como el beato Joaquín de la Madrid, que habían hecho un colegio para
huérfanos.
Y
luego me impresionan mucho las vidas de muchos sacerdotes a los que, por falta
de espacio e incluso por desconocimiento de datos o por tener, frente a otros,
unas vidas más discretas… son sencillamente sacados de sus casas y fusilados
sin más. Mártires con todas las letras… que coronaron sus vidas sacerdotes,
llenas de misas y confesiones, con el derramamiento de su sangre.
La
entrada en el Alcázar del canónigo Camarasa de Madrid y la misa que se celebró
aquel día, a mitad del asedio, para convencerles que entregaran el Alcázar. La
misa de acción de gracias con todos aquellos náufragos que resistieron el
embate de sus enemigos…
Los
diálogos y despedidas que, como decía antes al responder alguna otra pregunta,
gracias a los que investigaron antes que yo estos sucesos, pudieron conservar
con la frescura del tiempo cercano, palabras de despedida y de perdón.
Me
preguntas qué destacaría o a quién… ¡a todos! Es como una sinfonía que
compone, nota a nota, una gloriosa tragedia… Un joyero que tiene como
cuerpo a la ciudad de Toledo y en el que se van engastando auténticas y
valiosísimas joyas que son los nombres de cada uno de estos mártires.
¿Por qué es necesario
seguir dando a conocer estos hechos?
Y
cómo no. Nuestra es ahora la responsabilidad. Pero suya lo fue en aquellos
meses aciagos del verano de 1936. A nosotros nos toca tenerles tan presentes
por la comunión de los santos. Como sacerdotes para pedirles que su sangre y su
testimonio redunde en beneficio de los sacerdotes que actualmente conformamos
el presbiterio de Toledo.
A
los seglares lo mismo. Que sepan quiénes eran, por ejemplo, Fidel Galán
Rojo, hombre querido por todos los que lo tratan, y que ofrece, en cambio, a
los milicianos un detalle más que “suficiente” para justificar el crimen. Su
delito es que vive de su trabajo artesano como cerero, nutriendo de velas a
parroquias y cofradías. O el humilde zapatero, Domingo Campos
Garrido, muy conocido en Toledo porque figuraba en las juntas directivas
de muchas cofradías y asociaciones piadosas. El día de su asesinato lo obligan
a llevar un cirio encendido para mofarse de él hasta el paseo del Tránsito,
donde lo fusilan.
Que
por qué es necesario me preguntas…porque su fidelidad clama contra nosotros por
nuestra tibieza y medias tintas…y es obligatorio más que necesario recordarlo y
recordárnoslo. Su vida es denuncia y no tenemos escapatoria…Solo si no lo
conociéramos.
¿En qué medida el
Alcázar de Toledo se ha convertido en un emblema mundial en defensa de la fe?
El
actual deán de la Catedral de Coria, Dr. Ángel David Martín Rubio, pronunció
una conferencia en 2011 titulada Aspecto religioso de la Defensa del
Alcázar, en ella recordaba que un miliciano fue quien dijo una de las
verdades más crudas sobre la guerra española, a través de una emisora de radio
que incitaba a la rendición a los héroes del Alcázar: «Vosotros por creer
en Dios, y nosotros por no creer en él, en menudo “fregao” nos hemos metido».
Creo
que el Alcázar de Toledo está definido en su defensa de la fe en la figura del
siervo de Dios Antonio Rivera. El padre de Rivera afirmaba que hubo dos
motivos que llevaron a su hijo, sin ser militar, a entrar en el Alcázar: el
primero por defender a España, pero en el fondo de este amor a España estaba el
amor a la religión, a la que defendía cuando luchaba contra el comunismo.
Allí
coinciden más de 30 jóvenes de la Acción Católica, cuya presidencia ostenta
Antonio Rivera en la diócesis de Toledo. Dentro del Alcázar se celebrarán
reuniones, círculos y actos de piedad en común. Se llegó a tener meditación
colectiva diaria. Así como el rosario o la salve cantada en la capilla del
Alcázar.
Creo
que la oración, la vida de fe y los sacrificios mantuvieron firmes en la
fe a defensores y refugiados del Alcázar. Pero la misma fe no consiguió la
victoria en el sitio heroico del santuario de la Cabeza en Jaén… [sería
necesario establecer criterios comunes para esta afirmación, sobre realidades
distintas]. Pero por eso, creo que esta balanza se desequilibró a favor de
la fe por la sangre derramada de los sacerdotes, religiosos y seglares
mártires en la ciudad de Toledo.
¿Por qué merece
la pena leer el libro?
Porque
son historia viva. Están vivos y no podemos sino encomendarnos a ellos. No es
una historia ficticia con un personaje ficticio, como don Quijote. No es una
historia real con una vida de aventuras, como la del propio Cervantes. Son los
que vestidos de blanco llevan las palmas del martirio en sus manos. Son los que
vinieron de la gran tribulación y han lavado y blanqueado sus vestiduras con la
sangre del Cordero, como se afirma en el Apocalipsis… y desde la vida
eterna reinan victoriosos.
Animo,
como se nos ha enseñado desde niños, a leer sus vidas, a conocer sus gestas,
sus vidas santas (la Iglesia católica proclama al canonizarlos y beatificarlos
sus virtudes heroicas). Todavía conservo el primer librito de
la Editorial Apostolado Mariano sobre los mártires de 1936 que
compré, siendo niño, en un campamento de la Unión Seglar del padre Alba.
Claro
que merece la pena leer este libro y cualquier otro que nos de a conocer la
vida de nuestros mártires. Cualquier libro de santos que nos pueda llevar a
forjar una verdadera amistad con ellos y encomendarnos en las dificultades de
cada día. Y en el caso de los mártires pedir para que España no pierda sus
raíces cristianas, pues por este motivo vertieron ellos su sangre.
Por Javier
Navascués
Fuente: InfoCatólica