Somos testigos de este Evangelio porque quien deja casa, hermanos, padres, o hijos, por Mí y por el Evangelio, recibirá cien veces más", dicen los padres de esta familia numerosa y misionera.
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Dominio público |
Casados desde hace 24 años, su
vocación, dicen los protagonistas, nació "de vivir la fe en este camino de
iniciación cristiana, sostenido por nuestra comunidad en Madrid". Pero,
antes de marchar a la misión, el matrimonio tuvo que dejar a su
familia, amigos, y proyectos laborales en España. Él era doctor de
Antropología y ella terapeuta ocupacional.
Te mueve a hacer cosas
increíbles
"Es que cuando Dios llama lo
dejas todo y lo único que te interesa es seguirle (...). Somos testigos de este
Evangelio porque quien deja casa, hermanos, padres, o hijos, por Mí y por el
Evangelio, recibirá cien veces más - casas y hermanos y hermanas y madres e
hijos y tierras, con persecuciones -, y en la edad futura, vida eterna.
Dios ha provisto en abundancia, nunca nos ha faltado nada, y, encima, certifica
en nosotros que existe la vida eterna", comentan al portal Archimadrid.
Para Maruxa, "la misión nos
ayuda a todos, y abandonar nuestros planes es vital para preservar nuestra fe y
la de nuestros hijos". Esta madre de familia numerosa cuenta que una vida
asegurada, totalmente controlada, hace que cuando ocurre un imprevisto
se olvida "de quién te viene la vida". Empiezas a creer que
"la vida te la das tú mismo trabajando, ahorrando, haciendo muchas cosas,
y, sobre todo, te crees que lo tienes todo bajo control". Mientras que,
"cuando te dejas llevar por el Señor, empiezas a conocerle de
verdad".
Si hay una certeza a la que
recurrir, en una vida tan poco segura como la de ser misionero, esa es la de
"saber que Dios existe y que es Padre, entonces ya no tienes miedo a la
vida". Y, puntualiza Maruxa, que "todo tiene su origen en Dios,
que es el creador, el autor de la vida, por ello cuando Él te lo concede tienes
la paz".
Sobre la fe, la madre apunta que
"no es un accesorio a la vida espiritualidad", es una
"certeza que Dios existe y te mueve hacer cosas increíbles". De
hecho, asegura que por la fe sigue casada y tiene 10 hijos, ha dejado su
carrera profesional sin lamentarse por el tiempo invertido, ha perdido su vida
viajando, etc. Y, por esta misma fe, "evangelizamos muchas tardes y fines
de semana, agotando nuestro cuerpo y dedicando muchas horas hablando de
Jesucristo". En definitiva, "nuestra vida es un milagro donde Dios
actúa".
Un tesoro para todos
A los doce años de edad, los padres
de Maruxa se separaron. Pensaba, entonces, que "el amor no duraba para
siempre", quería "agradar a todos", porque eso sí que me
daba seguridad, "era como el oxígeno para vivir", pero no me daba
cuenta de que "estaba equivocada porque eso me hacía esclava, sentía un
ahogo existencial, siempre buscaba un chico nuevo al que gustar o cualquiera
que me hiciera caso".
Hasta que un día, Maruxa, escuchó la
Buena Noticia en su parroquia. Escuchó que Dios le amaba sin condiciones. En
ese momento, una alegría enorme la invadió. Se dio cuenta de que había un lugar
donde "no tenía que hacer nada", era en la Iglesia. Y, entonces,
"me quedé para siempre, porque no he encontrado este amor en otra
parte". Maruxa reconoce que ahora sabe que tiene un tesoro y que
es para todos, por ello, "hacer una Pascua diaria, es decir, pasar de
la muerte a la vida, es el movimiento del cristiano, mueres y recibes la vida
de Dios".
Maruxa cuenta orgullosa uno de los
regalos que Dios les hizo; "el nacimiento de su primera hija nacida en
la isla, con síndrome de down". También señala que su cuarta hija,
"fue la puerta que nos abrió a la vida con alegría, disipando todos los
miedos de tener más hijos".
La visión de los hijos
Por su parte, otro de los hijos,
Mateo, que tiene 21 años, y que llegó a Guam cuando tenía tenía 3, comenta:
"Entré en la misión a través de mis padres, que se levantaron para dar la
vida en el seminario Redemptoris Mater de esta isla". Su misión
era ser "hijo", pero con el tiempo "empecé a ver que mi misión
era bastante simple".
El joven había descubierto que su
misión "es estar" en medio de sus vecinos, de sus compañeros de
clase, de sus hermanos de comunidad... "Que en todas sus acciones pueda
representar a Cristo, y así dar un poco de esperanza a la gente que está a
mi alrededor". Mateo suele visitar la cárcel "para anunciar la Buena
Noticia a los presos" y cuida de sus hermanos "para que mis padres
puedan continuar en la evangelización".
Su
hermano, Gabriel, tiene 18 años y es el tercer hijo de Maruxa y David. Tenía 6
meses cuando sus padres llegaron a Guam. Aunque tuvo que superar algunos
obstáculos, reconoce, ahora, que "Dios le ha hecho feliz", y, señala,
que tener una comunidad "me ayuda a madurar espiritualmente y a ver el amor de Dios en mi
vida y en la misión".
Fuente: ReL