Belén Perales, una mujer española de 60 años, vivió durante 35 años como atea, alejándose de la fe católica en la adolescencia tras una serie de experiencias traumáticas.
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Belén Perales a punto de rezar el "Rosario a las 11". Crédito: Cortesía de Belén Perales. Dominio público |
Una vida marcada por el dolor y la rebeldía
Belén
nació en el seno de una familia católica, la mayor de cuatro hermanos, pero
desde pequeña sintió una profunda sensación de abandono. “Siempre tenía una
sensación de que nadie me quería”, confesó en una entrevista concedida a ACI
Prensa esta semana.
La constante mudanza de ciudad a causa del trabajo de su
padre alimentó estas inseguridades, generando una herida emocional profunda.
“Desarrollé una especie de herida de abandono”, recuerda, y aunque esto la hizo
más adaptable, también alimentó su resentimiento.
Su fe empezó a tambalearse en la adolescencia y comenzó a
alejarse de la Iglesia y de la fe que había conocido de niña.
Durante
los siguientes 35 años, Belén vivió sumida en la confusión, buscando en
relaciones fallidas y en el éxito profesional una paz que nunca lograba
encontrar. Se casó varias veces y sufrió engaños y malos tratos en sus
relaciones.
“Mi
primer marido me estafó... cuando fui a hacer lo del divorcio, resultó que yo
no estaba ni casada; era un estafador profesional que me había engañado”,
recuerda con resignación.
“Después
de lo del hombre aquel, mi primer marido, fui de mal en peor. Conocí al
padre de mi hija mayor; en fin, fue aquello una relación muy tortuosa. Fueron
siete años muy duros. Yo lo pasé fatal. Conseguí salir de esa casa con mi hija
y empezamos de cero otra vez. Yo arruinada otra vez”, recordó.
En
1996, cuando Internet estaba comenzando, compró un kit y decidió montar su
empresa en línea. Comenzó a vender a través de esa plataforma y, para su
sorpresa, el proyecto fue todo un éxito. A partir de ese momento, empezó a
generar importantes ingresos gracias a su iniciativa empresarial en el mundo
digital. A pesar de tener una carrera exitosa en los negocios, su vida personal
seguía siendo un caos. “Seguí con otros novios... me volví a casar, pero salió
mal igual”.
“Me
fui a vivir con otra persona que resulta que tenía unas adicciones que yo no
sabía, era un médico psiquiatra y era drogadicto. Luego me volví a casar, por
la iglesia esta vez. Y salió mal igual porque esa persona tenía problemas, y yo
también. Tuve dos hijas, mis dos hijas pequeñas con esa persona. Ahí ya me
quedo sola con mis hijas, las dos pequeñas”, relató.
Durante estos años, su vida estuvo marcada por la
desesperanza y vivió alejada completamente de la fe. “Yo era atea, no creía en
Dios, nada, cero”, afirmó categóricamente.
El reencuentro inesperado con Dios
Todo
cambió en el verano de 2012 durante un viaje a Roma con sus hijas. Aunque su
intención inicial era visitar el Coliseo Romano, su hija Gabriela insistió en
visitar el Vaticano. “Yo quería ir al Coliseo, pero mi hija quería ir al
Vaticano. Al final, cedí”, cuenta. Lo que ocurrió dentro de la Basílica de San
Pedro cambió su vida para siempre.
“Cuando
entramos al Vaticano, yo estaba enfadada. Pensaba: ‘¿Qué hacemos aquí? ¡Qué
horror!’”. Mientras tomaba fotos a sus hijas, Belén empezó a sentir algo
inexplicable: “De repente, empiezo a sentir algo físico, no espiritual. Algo
que entraba de repente... y automáticamente me doy cuenta de que Dios existe, y
que si moría, me iría al infierno”.
El
impacto fue tan grande que comenzó a llorar sin control. “Mis ojos soltaban
lágrimas como si fueran dos grifos abiertos”, recuerda.
Frente
a la tumba de San Juan Pablo II, sintió que estaba fuera de la Iglesia,
separada de su “madre”, como llama a la Iglesia Católica, y que había rechazado
a Dios durante todos esos años. “Sentí el dolor de estar fuera de la Iglesia,
dándome cuenta de que Dios existía y que yo lo había rechazado”.
“Sentí
ese dolor de estar fuera de la Iglesia, dándome cuenta de que Dios existía, que
no era una mentira, y que yo lo había rechazado. Mi alma estaba sucia, llena de
pecados. Pasaban por mi mente los pecados”, sostuvo.
Al
ver la tumba de San Juan Pablo II, dijo de pronto: "Niñas, vamos a
rezar". Luego, se arrodilló en el tercer banco de la mano izquierda
mientras sus lágrimas seguían cayendo. “Mi hija pequeña sacó pañuelos de papel
y me limpiaba la cara. Yo quería rezar, pero no me acordaba ni del Padre
Nuestro, porque hacía 35 años que no rezaba. Tenía 48 años y llevaba sin rezar
desde los 13” explicó a ACI Prensa.
Al
salir de lugar, Belén pensó para sí: "Me he vuelto loca. Esto es producto
de estar sola con mis hijas y cansada".
El regreso a casa
Tras
esa experiencia, Belén volvió a Madrid, pero el proceso de regresar a la fe no
fue fácil. Aún se sentía alejada de la Iglesia y pensaba que no podría ser
aceptada de nuevo. “Yo seguía cabezota pensando que no podía volver a la
Iglesia, que estaba excomulgada”, confiesa. Durante un año, asistió a Misa los
domingos, pero no se atrevía a confesarse. “Yo pensaba: ‘Mejor no me confieso,
porque me van a echar de aquí’”.
Finalmente,
un día, sintió un llamado interno. “Escuché desde adentro que Dios me decía:
‘¿Qué esperas?’”. Esa fue la señal que necesitaba para dar el paso. “Bajé a la
parroquia, dejé a mis hijas en un banco y me metí en el primer confesionario
que vi”.
Allí
encontró a un sacerdote joven que la acogió con alegría. “Le dije: ‘Mira, yo me
llamo Belén, he hecho de todo menos robar y matar’. Y él me respondió:
‘Aleluya, hoy es fiesta en el cielo’”. El sacerdote tenía consigo un cuadro del
hijo pródigo y le explicó: “Ahora mismo Dios te está abrazando”.
Esa
confesión fue el comienzo de su reconciliación con Dios y con la Iglesia
Católica. “No conocía la misericordia de Dios. Cuando volví a la Iglesia, fue
como un abrazo que nunca antes había sentido”, admite.
Una vida de evangelización
Desde
entonces, Belén ha dedicado su vida a evangelizar y a compartir su historia con
quienes la rodean. “Le dije a Jesús: ‘A partir de ahora, soy tu unidad de
marketing. Donde vaya, te llevaré conmigo’”. Y así lo ha hecho. A lo largo de
los años, ha llevado a varias amigas al confesionario y ha repartido rosarios a
quienes se cruzan en su camino.
“Mis
heridas han sanado a golpe de adoración y sacramentos. Soy una fan de la
confesión”, afirmó con una sonrisa.
Además,
Belén fundó el canal 'El Rosario de las 11' en YouTube, con el que difunde el
rezo del Santo Rosario todas las noches y comparte testimonios de conversión,
como el de ella. Según comentó a ACI Prensa, “el canal ha dado muchísimos
frutos, desde conversiones interminables hasta gente que ha decidido ir al
seminario para ser sacerdote, vocaciones... en fin, un poco de todo”.
Lo
que más le sorprende, aunque reconoce que no debería, es la cantidad de
milagros y conversiones que se han dado gracias al canal. Reflexionó sobre este
hecho citando a Jesús: “Donde dos o más se reúnan en mi nombre, allí estoy yo
en medio de ellos”. Para Belén, estos acontecimientos son una prueba de que
Jesús sigue vivo.
Además,
expresó su compromiso con el proyecto: le ha prometido a la Virgen y a Jesús
que estará al frente del canal “hasta el último día de su vida, o hasta que me
fallen las fuerzas”.
“Quiero
darle gusto a mi madre, la Virgen, quien nos pide rezar el rosario. Estoy
obedeciendo. Además, muchas personas en Internet no conocen a Dios, pero si lo
conocieran, se enamorarían de Jesús como yo lo he hecho. YouTube permite que la
gente, incluso sin buscar a Dios, pueda encontrarse con Él de forma inesperada.
Me ilusiona saber que mis videos pueden llegar a los alejados, aquellos que más
necesitan de este mensaje de esperanza y amor que Jesús nos da”, aseguró.
Hoy,
Belén vive una vida plena en la fe, agradecida por haber reencontrado a Dios
después de tantos años de oscuridad. “Jesús me rescató cuando menos lo
esperaba, y ahora quiero que todos sepan que Él está ahí, esperándonos”,
concluyó.
Por Diego
López Marina
Fuente: ACI