Las jóvenes y deportistas religiosas se han ganado a los estudiantes con una fe valiente y pública
Monjas como Kelly Grace O’Ryan han revolucionado la fe católica / Foto: Ralph Freso |
Hace unos pocos años las religiosas de las Siervas de los
Corazones Traspasados de Jesús y María, llegaron a la Universidad
del Gran Cañón, donde pudieron empezar a realizar su misión en este centro con
más de 25.000 alumnos. En este tiempo estas jóvenes religiosas sin complejos
han logrado triplicar la
asistencia a la misa dominical y propiciar la conversión de numerosos
estudiantes.
Estas monjas, con las hermanas Clare Marie Bailey y Kelly Grace
O´Ryan, pertenecen al Holy Spirit Catholic
Newman Center, el centro desde el que junto a varios sacerdotes
atienden espiritualmente a los católicos pero también a los cada vez más
numerosos estudiantes sin
religión o de otras confesiones cristianas que se van acercan a ellas.
En un reportaje publicado por el periódico de la
Universidad del Gran Cañón y que recoge The
Catholic Sun. Vestidas en todo momento con su hábito es
fácil reconocer a las monjas jugando al fútbol, al frisbI o incluso haciendo
atletismo junto a otros estudiantes. Pero también verlas rezando el Rosario en grupo o directamente
anunciando el Evangelio.
Son monjas bastante en buena forma que también se llevan a los
jóvenes a caminatas por la montaña o a retiros espirituales. Y los frutos son ya evidentes.
Uno de los estudiantes, Chapman Koster, asegura “siempre pensé en las monjas como
salen en las películas, como ancianas estrictas con las reglas: ‘me voy al
cielo, pero la vida es basura y si eres feliz es que estás pecando’. Pero en
esas caminatas hace mucho calor, subes estas montañas y van con esos hábitos
que no sé si son transpirables…”.
En definitiva, estas monjas cambiaron su percepción sobre la
Iglesia y sobre todo de la fe porque en ellas vio alegría, paz y esperanza.
Este joven creció como cristiano bautista en Sudáfrica. En Semana Santa será oficialmente
católico. “Realmente
han cambiado mi vida, estoy feliz”, asegura Chapman.
La primera vez que vio a estas monjas estaban corriendo por el
campus y pensó: “tienen unos
votos que suenan miserables: sin matrimonio, sin sexo, sin dinero. ¿Por
qué harían eso? Pero ahora vi que son realmente felices”.
“No todos los católicos son buenos, pero algunos tenían mucha
alegría, esperanza y paz, y yo no tenía nada de eso. Aunque no me ha faltado
nada en la vida, porque vengo
de una familia rica, me di cuenta que esto no es algo que se pueda comprar”,
afirma el estudiante que muy pronto será católico.
Estas religiosas afirman convencidas que están en el campus para
compartir a Dios a cualquiera que quiera aceptarlo. “Tenemos una misión mayor
que el fútbol, vemos al Señor
obrando en las almas todos los días, especialmente en los estudiantes
universitarios en un momento tan importante de su vida donde se
descubren a sí mismos y al mundo”, afirman.
A la pregunta de por qué rezan el Rosario en público en el campus
o por qué se dejan ver con el hábito hablando con jóvenes o haciendo deporte
ellas lo tienen claro. Se
trata de hacer comunidad, “es ese cuidado constante el uno del otro,
deseando que el otro llegue al cielo”.
De hecho, estas monjas reconocen que hacen esta exhibición pública
de su fe para anunciar que están ahí, para todos. “La Iglesia es una familia y las familias no sólo leen juntas,
así que estamos aquí para vivir la vida juntos”, agregan. Por ello, es
frecuente que allá donde vayan, ya sea el supermercado o la gasolinera siempre
haya alguien que les pide rezar por algún ser querido.
Además, se muestran contentas porque son ya los propios
estudiantes los que saliendo de la tranquilidad de la capilla o de la
residencia universitaria están
anunciando a otros miles de jóvenes que Cristo es el centro de sus vidas.
No organizan
grandes fiestas ni espectáculos para atraer a gente. Hay noches
de estudio bíblico, misa, oración, alguna comida al aire libre y alguna
excursión a la montaña. Y así es como van llegando con preguntas: “¿para qué
está mi vida? Sí, tal vez un trabajo de 9 a 17, pero tiene que haber más”.
Y cuando al encontrarse con Dios empiezan a tener respuesta
–afirman estas religiosas- “vemos
una transformación. Sus rostros son diferentes. Es esa paz, la alegría, un
nuevo amor y pasión. Es vivir la vida, no caminar a través de ella soñando
despierto, ya que gran parte de nuestra cultura ha anestesiado a nuestros
jóvenes para que caminen dormidos por la vida. Y cuando el Señor entra es como
pasar del blanco y negro al color. Cobran vida, se despiertan y comienzan
a experimentar la libertad, la paz y el gozo del Señor”.
La hermana Clare asegura que esto es precisamente lo que vivió cuando tuvo este encuentro con
Cristo. Se sentía sola hasta que experimentó la libertad y la alegría de
vivir con Dios.
“Sentí que estaba arrastrándome con los ojos vendados por la vida,
y luego fue como si
estuviera volando. Era como si esto fuera para lo que fuimos creados”.
En un momento dado, cuando una compañera de la escuela secundaria
falleció Grace utilizó la gracia que había recibido y deseaba compartirla con
sus amigos, que tanto sufrían en ese momento. “Quería darles eso más que nada”,
aseguró. Y ahí fue “donde
se plantó la semilla” de su propia vocación a la vida religiosa”.
J. Lozano
Fuente: ReL