Imagen del suelo | Shutterstock
Si somos sinceros con nosotros mismos, a la mayoría de nosotros no
nos gusta pensar en nuestra propia muerte. Puede que tengamos miedo de dejar
este mundo, ya que estamos apegados a muchas cosas o personas diferentes en
esta tierra.
Sin embargo, si queremos abrazar plenamente la vida cristiana, necesitamos pensar en la muerte.
Es una
realidad de la que no podemos escapar y cuando muramos, haremos la transición a
nuestro destino eterno.
Día de tu
muerte
San
Francisco de Sales anima a los cristianos a imaginar el día de su muerte en su Introducción a la vida devota :
Imagínate estar en tu lecho de muerte , en el último extremo,
sin la más mínima esperanza de recuperación.
Luego nos
invita a considerar las diversas circunstancias de nuestra muerte,
especialmente la realidad de que no sabemos cuándo llegará ese día:
Piensa en la
incertidumbre sobre el día de tu muerte. Un día tu alma dejará este cuerpo:
¿será en verano o en invierno? ¿En la ciudad o en el campo? ¿De día o de noche?
¿Será de repente o con aviso? ¿Será debido a una enfermedad o a un accidente?
¿Tendrás tiempo para hacer tu última confesión o no? ¿Tu confesor o padre
espiritual estará cerca o no? Por desgracia, de todas estas cosas no sabemos absolutamente nada: todo
lo que sabemos es que moriremos, y en su mayor parte antes de lo que esperamos.
Además, San
Francisco de Sales nos señala que cuando muramos, tendremos que decir adiós a
todos nuestros apegos terrenales:
Considera la despedida universal que tu alma dará a
este mundo. Dirá adiós a las riquezas, a los placeres y a
las compañías ociosas; a las diversiones y pasatiempos, a los amigos y vecinos,
al marido, a la mujer y al hijo, en resumen, a toda la creación. Y, por último,
dirá adiós a su propio cuerpo, que dejará pálido y frío, para que se vuelva
repulsivo en la descomposición.
Después de
considerar todas estas cosas, deberíamos sentirnos inspirados a decidir
trabajar más diligentemente para alcanzar nuestro destino final:
Me prepararé para la hora de la muerte y tomaré todas las precauciones para que
llegue pacíficamente; examinaré minuciosamente el estado de mi conciencia y pondré en orden todo lo que falte.
Aunque
quizás no queramos pensar en ello, todos moriremos y debemos comenzar a
prepararnos para ese día, cuando sea que suceda.
Philip Kosloski
Fuente: Aleteia