CÓMO RECUPERAR NUESTROS DOMINGOS EN UN MUNDO AJETREADO

Recuperar los domingos implica abrazar el descanso y la adoración como elementos esenciales para nuestras vidas, no lujos que podemos disfrutar solo cuando y si es conveniente

Shutterstock y Gorodenkoff

En la cultura actual de constante movimiento, los domingos, lamentablemente, suelen perder su identidad. El ajetreo y el bullicio de la vida cotidiana invaden el día de descanso, dejando poco espacio para cualquier otra cosa (reflexión, oración, pasatiempos muy necesarios, descanso o tiempo en familia) además de las preocupaciones relacionadas con el trabajo. Nuestra obsesión por la productividad y el consumismo que la acompaña nos han llevado a creer que el descanso, la ociosidad o simplemente no tener nada que hacer es algo malo, tal vez incluso pecaminoso. Equiparamos el valor con la actividad constante y, al hacerlo, nos privamos del significado más profundo del descanso .

Sin embargo, la tradición católica, en su sabiduría, continúa invitándonos a recuperar el domingo como el Día del Señor , un tiempo apartado.

La tradición de santificar el domingo tiene raíces bíblicas. Su formulación más explícita se encuentra en el tercer mandamiento : “Acuérdate del día de reposo para santificarlo” (Éxodo 20:8). Desde los primeros días de la Iglesia, el domingo se marcó como un día para celebrar la resurrección de Cristo y para alejarse de las actividades mundanas para hacer lugar a lo espiritual y a las relaciones. Sin embargo, para muchos, el domingo se ha vuelto indistinguible de cualquier otro día de la semana : está lleno de recados, obligaciones y el zumbido constante de las distracciones digitales.

Recuperando el domingo

Para recuperar el domingo es necesario un cambio de perspectiva bastante sencillo. En lugar de verlo como un día más para ponernos al día con el trabajo o las tareas domésticas, podemos abordarlo como un regalo, una pausa que Dios ha creado en el ritmo monótono de nuestras vidas. Es una invitación a alejarnos del ruido y encontrar descanso físico, espiritual y emocional. Asistir a misa (la culminación del domingo) nos permite establecer este cambio y nos brinda un horizonte diferente: nuestras vidas no están destinadas a transcurrir en una cadena de producción y consumo sin fin.

Después de la misa, los domingos se pueden recuperar simplificando las actividades . Haga todo lo posible por reservar un tiempo para la reflexión tranquila, a solas. Puede ser una caminata en la naturaleza, leer las Sagradas Escrituras o pasar tiempo con los escritos de un santo favorito. Disminuir el ritmo y pasar tiempo a solas nos permite estar más presentes para Dios y los demás.

Encontrando la alegría

Para quienes tienen familia, recuperar el domingo también significa mostrarles a los niños la alegría y la importancia de este tiempo especial y sagrado. Considere la posibilidad de reservar tiempo para una comida familiar especial, libre de las distracciones electrónicas cotidianas, como los teléfonos y la televisión, donde la conversación fluye y las relaciones se profundizan. Piense en ello como una forma de crear recuerdos duraderos y relevantes para sus hijos. En un mundo que a menudo valora la productividad por encima de todo, mostrarles que los domingos son diferentes puede inculcarles un sentido de equilibrio y una conexión más profunda con la fe.

En definitiva, recuperar el domingo consiste en aceptar el descanso y la adoración como elementos esenciales de nuestra vida , no como lujos que podemos disfrutar solo cuando sea conveniente. Al hacer un esfuerzo consciente por honrar este día, creamos un espacio para que Dios obre en nosotros, recordándonos que no estamos hechos solo para trabajar, sino para tener comunión con Él.

Daniel Esparza

Fuente: Aleteia