Tras 10 años viviendo como Jake, esta «detransicionista» ha narrado su escalofriante relato
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(Portada: Chris Landsberger/World) |
A los 8
años, Laura
Perry sufrió abusos sexuales por conocidos en varias
ocasiones, lo que vivió en secreto porque su madre "nunca tenía
tiempo" para ella. Esto, unido a los cambios de la pubertad y la
esterilidad que padecía desde los 14 años, le llevó a una precoz obsesión
por el sexo y a creer que "convertirse" en un hombre arreglaría
su vida. Décadas más tarde, su historia es una voz de alarma para jóvenes y
padres ante el dramático incremento de casos de niños trans.
Según relató la
actual escritora y activista cristiana Laura Perry al portal World, una sucesión de traumas infantiles y
preadolescentes culminaron con una depresión al saber
que nunca podría tener hijos.
La culpa y
vergüenza sufrida a consecuencia de los abusos sexuales y
sentir que su feminidad "estaba rota" le llevaron a
rebelarse contra Dios y, "al contrario que todo cristiano" haría, a
buscar "pecar todo lo posible".
Adicta a la
pornografía con 20 años y acostumbrada a las relaciones con hombres
que le trataban "como basura", Laura creía encontrar en la noche y
las relaciones sexuales el único momento en que tener algo
parecido a la cercanía y el amor.
"Creía que
eso me ayudaría, pero a más me entregaba a los hombres, mas
infravalorada me sentía y me dejaban una y otra vez. Me sentía sin
valor, sin identidad y desesperada", explica.
"En las
manos del demonio"
Tras consultar
en internet y redes sociales, no tardó en convencerse de que "si nada
funcionaba bien era porque debía ser un hombre: No quería ni si quiera
ser trans, solo borrar todo rastro de feminidad presente en mí".
Engañada, como
una más de las decenas de miles de jóvenes en todo el mundo, Laura comenzó el
tratamiento hormonal y quirúrgico de "reasignación de género".
Primero fueron
las hormonas, gracias a las cuales vio como su voz se agravaba y el
pelo comenzaba a poblar su rostro, cambió su nombre legal
al de "Jake" y comenzó a vivir con un hombre trans 27 años mayor que
ella que se presentaba como mujer, ante la promesa infundada de los
"especialistas" de que era gay.
La cirugía no
tardó en llegar, y pese a estar convencida de que los cambios "no serían
reales", albergaba la posibilidad de que algún día "olvidase que una
vez fue mujer".
Primero fue
la mastectomía, después le extirparon sus órganos sexuales
femeninos que fueron sustituidos por prótesis. Por último se
sometió a una agresiva cirugía de tórax que le daría una mayor
apariencia masculina.
Durante el
proceso, Laura recuerda que le invadió el miedo a "haber caído en las
manos del demonio" y antes de la operación rezó por primera vez en
años diciéndole a Dios que "le necesitaba", pero la decisión
estaba tomada.
Lo que no
dicen del cambio de género
Despertó
desolada. "Tras mi cirugía, aunque me gustaban los resultados, sabía que
no era real. Nadie me dijo que sería tan horrible. Salí
devastada", recuerda.
Sin embargo,
recuerda sentir siempre la cercanía de Dios. "No me abandonó ni en
los momentos más oscuros, y aunque yo no quería a Dios, Él me quería a mí,
pero yo sabía que [en esa situación] iría directa al infierno. Estaba encerrada
en esa situación, estaba atemorizada".
Pero tras la
cirugía, Laura olvidó a Dios, pensando que dar marcha atrás no solo sería
inasumible, sino también imposible. Mientras, con cada nueva operación o cada
vez que la trataban de "Jake" le invadía la euforia, pero la
depresión y la disforia no tardaban en reaparecer.
Recuerda su
nueva situación como "un círculo vicioso", obsesionada "por el
hecho de que nada de eso era real", cansada de las mentiras,
las inyecciones de testosterona y las frecuentes infecciones por usar prótesis
masculinas.
No tardó en
darse cuenta de que por mucho que se operase, "nunca sería un hombre"
y la disforia seguiría acompañándola. Como afirmó a World, nunca
olvidará el momento en que, tras la operación, entró a probarse un vestido de
mujer y vio reflejado en el espejo un pecho plano y su cuerpo lleno de pelo:
"Estaba horrorizada por lo que me había hecho", relata.
"En el
hoyo más oscuro y profundo"
En 2014, Laura
recuerda su vida sumida "en el hoyo más oscuro y profundo".
Entonces, retomar la relación con su madre y ayudarla en un grupo de formación
cristiana supuso la única ruptura con su angustiosa existencia, mientras su
curiosidad por el mensaje bíblico se incrementaba.
Cuando pensaba
que no tenía a nadie más en su vida, sin hijos ni un hombre que la quisiese y
sin posibilidad de volver atrás, un encuentro con el Señor le devolvió
la esperanza.
"En este
hoyo negro en el que estaba, le pedí al Señor que me quitarla la vida,
pensaba que era la única salida. Hasta que tuve una visión, sentada en las
rodillas de Jesús, dándome la mano para salir de ese hoyo. No tenía la fe, pero
sabía que si seguía en ese camino Dios se apartaría de mí [y supe que tenía]
que alejarme de todo lo que significa [la vida como trans].
En ese
encuentro, recuerda que el Señor le mostró "que no había terminado"
con ella: "Le entregué mi corazón, estaba emocionada de que me quisiese
aún con esta vida rota y me transformé. Dios tenía otro plan para mí,
pero pensaba que no había vuelta atrás".
Redimida y
amada por Dios
"¿Cómo me
llamaría Dios? ¿Jake o Laura?": Aquella pregunta le hizo tomar una
decisión: "Si Dios me creó como Laura, podría confiar en Él para
definir mi condición sexual.
En 2016, visitó
de nuevo la iglesia y encontró en internet que la ansiada "marcha
atrás" no solo era posible, sino que cientos de personas habían
revertido el proceso.
Para ella,
implicaba dejar a su pareja trans tras 8 años de relación, su trabajo, su
identidad e incluso su hogar: Laura abrazó "el diseño de
Dios" como mujer y por primera vez en su vida, hizo nuevas
amigas.
A sus 39 años,
aún arrastra las dolorosas secuelas motivadas por el cambio de género:
continua afeitándose, sabe que con más motivo ahora nunca
podrá tener hijos y tiene pérdidas de memoria y
problemas musculares y neurológicos asociados.
Sin embargo, se
muestra convencida de que su plenitud no reside en ella misma o en su
percepción, sino en su fe y en quienes la rodean. Hoy, prepara su boda
con un hombre cristiano, ha escrito su historia de redención y
superación para hacer frente a la ideología trans -Transgender to transformed- e imparte
conferencias ayudando a mujeres y hombres con disforia de
género.
“Mi
historia no se trata de la ideología trans. Se trata del Evangelio.
Ahora no solo he abrazo mi feminidad, sino que amo ser una mujer por primera
vez en mi vida. Estoy agradecida al Señor que puede restaurar lo que el
enemigo ha robado en mi vida. Dios me ha redimido”, concluye.
José María
Carrera
Fuente: Religión en Libertad