En una carta se pregunta cómo la Iglesia puede dialogar con una cultura o con las personas si desconoce sus novelas o poemas
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Foto: CNS photo/Vatican Media. Dominio público |
Se refiere especialmente al periodo
estivo en el que un buen libro puede ser como «un oasis que nos aleja de otras
actividades que no nos hacen bien».
Escribe Francisco que la literatura
puede ser el remedio para el cansancio, la rabia, la decepción o incluso un
óptimo instrumento cuando la oración no alivia. Porque una buena lectura puede
evitar que «nos encerremos en esas anómalas ideas obsesivas que nos acechan
irremediablemente». Pese a que ahora las pantallas lo dominan todo, la lectura
«no es algo pasado de moda», sentencia el Papa.
Un libro es un texto vivo que el
lector reescribe cada vez que lo lee. Por eso, considera positivo que en
algunos seminarios se dedique tiempo a la lectura y a hablar de libros. Alaba
que con esta promoción de la lectura «se logre abandonar la obsesión por las
pantallas y por las venenosas, superficiales y violentas noticias falsas».
Sin embargo, lamenta que, en
general, haya que «constatar con pesar que, en el proceso formativo de quienes
se preparan al ministerio ordenado, la atención a la literatura no encuentra
actualmente un lugar conveniente. De hecho, esta se considera a menudo como una
forma de entretenimiento, es decir, como una expresión poco relevante de la
cultura que no pertenece al camino de preparación y, por tanto, a la
experiencia pastoral concreta de los futuros sacerdotes».
Francisco asegura que no es un buen
enfoque considerar la lectura como algo no esencial porque es «el origen de una
forma de grave empobrecimiento intelectual y espiritual de los futuros
sacerdotes, que se ven así privados de tener un acceso privilegiado al corazón
de la cultura humana y más concretamente al corazón del ser humano, a través de
la literatura».
«Con este mensaje, quisiera proponer
un cambio radical acerca de la atención que debe darse a la literatura en el
contexto de la formación de los candidatos al sacerdocio», indica Francisco
quien evoca en las siguientes líneas su experiencia como profesor de literatura
en un colegio jesuita entre 1964 y 1965. Recuerda cómo sus alumnos fueron
apreciando poco a poco los libros y destaca que «cada uno puede encontrar su
propio camino en la literatura». Así, revela que a él le gusta, por ejemplo, la
literatura trágica.
En este texto, Francisco señala que
«para un creyente que quiera sinceramente entrar en diálogo con la cultura de
su tiempo, o simplemente con la vida de personas concretas, la literatura se
hace indispensable». Y se pregunta cómo puede dialogar la Iglesia con una
cultura si se ignora su producción literaria o cómo se puede hablar al corazón
de las personas si se ignora lo que les han transmitido las novelas y los
poemas.
Así, el Pontífice asegura que los
creyentes y, en concreto los sacerdotes, pueden acudir a la literatura como
herramienta para su tarea de «tocar el corazón del ser humano contemporáneo
para que se conmueva y se abra ante el anuncio del Señor Jesús».
Ángeles
Conde Mir
Fuente:
ReL