Es una realidad que tememos a la muerte, pero sentimos el deseo de entrar al cielo, por eso conviene que conozcamos en qué consiste la espiritualidad martirial
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Vivimos la
época de la eterna juventud, nadie quiere envejecer y se busca retrasar la
muerte la toda costa, por eso, en pleno siglo 21, resulta extraño escuchar
expresiones como "espiritualidad martirial". Entendemos que el mártir
entrega su vida por amor a Cristo y a su Iglesia, y de solo pensarlo sentimos
horror.
Sin embargo, es
parte de nuestra realidad como seres humanos, con la ventaja de que los
cristianos tenemos la certeza de que todos nuestros sufrimientos abonan a
nuestro favor para ganarnos la vida eterna.
Por eso, ¿en
qué consiste esa espiritualidad martirial que nos ayudará a alcanzar la gloria
eterna?
1. Si el
grano de trigo no muere, no da fruto
Pensamos en ir
al cielo, pero no queremos morir, ¿cómo entraremos, entonces? Es necesario
recordar que la vida martirial está en el Bautismo, donde hemos muerto al
pecado y renacimos a la vida eterna.
Todos los días
debemos esforzarnos por mejorar y levantarnos distintos del día anterior. Morir
al pecado y renacer a la gracia es una lucha diaria en contra de las
tentaciones, los defectos y lo que nos aleja de Dios. De ahí las palabras del
Señor Jesús:
"Les
aseguro que si el grano de trigo que cae en la tierra no muere, queda solo;
pero si muere, da mucho fruto"
Jn 12,
24
2. Aborrecerse
a sí mismo
¿Dónde queda
entonces el mandamiento de "amar al prójimo como a sí mismo" (Mc 12,
31)? La cuestión de "aborrecerse" se refiere a morir al egoísmo,
pensando que todos tienen que vivir para nosotros porque tenemos la razón y los
demás no.
Significa
querer que todos cambien de actitud y que superen sus defectos, sin detenernos
a pensar en que primero debemos cambiar nosotros. Echar culpas a los demás sin
asumir nuestra responsabilidad es un acto contrario al amor.
3. El que
quiera servirme, que me siga
Jesús es claro
y no hay otro camino:
"El que
quiera servirme que me siga, y donde yo esté, estará también mi servidor"
(Jn
12 , 26).
Debemos estar
dispuestos a entregar la vida, pero no se trata solamente de morir sino de
entregar nuestro tiempo, nuestros recursos, dones y talentos. Es decir,
desgastar nuestra vida despreciando los bienes terrenales, porque eso nos
ayudará a desprendernos de lo material y buscar lo espiritual.
Finalmente, de
eso se trata la vida: de darle sentido y dedicarla al servicio de Dios y del
prójimo, enfrentando críticas y dificultades, pero con la certeza de que la
recompensa será grande y eterna.
Mónica Muñoz
Fuente: Aleteia