El Kerigma
como anuncio no es un simple resumen histórico y quienes lo escuchan no pueden
quedar indiferentes, son invitados a convertirse y a creer
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© FR LAWRENCE LEW CC |
La palabra
Kerigma es un sustantivo, derivado del verbo griego keryssein, que
significa ‘anuncio’; indicaba -o indica- una noticia de carácter público y
generalmente vinculante.
El Kerygma era
una noticia llevada por un heraldo, es decir, por un emisario o mensajero. En
el ámbito eclesial, pasó a hacer referencia al primer anuncio o a la primera
predicación.
El
apóstol san
Pablo, el heraldo y misionero por excelencia, hace ver la importancia de la
predicación para que la gente conozca a Jesús, crea en Él, lo siga y se salve (Rm 10, 14).
Es que “la fe
nace de una predicación” (Rm 10,
17; 1 Cor 9, 16).
Un inicio
El Kerigma es,
en el pleno sentido de la palabra, el primer momento de la obra evangelizadora;
siempre será el punto de arranque, el punto fundamental.
Es, en un
primer momento, el anuncio que hicieron los apóstoles de la Buena Nueva a los
judíos y a los paganos después de la ascensión del Señor.
Este anuncio no
es un simple resumen histórico de un evento ya sucedido, es mucho más; es
descubrir o poner en evidencia el mensaje de salvación que contiene.
El Kerigma, con
su matiz de alegre anuncio, es el mensaje cristiano, cuyo objetivo principal es
suscitar la fe y la conversión, es como un anuncio que despierta la curiosidad
o como un aperitivo que abre el apetito para saber más de Jesús.
Creer y
cambiar
Por esto
quienes escuchan el Kerigma no pueden quedar indiferentes, son invitados a
convertirse y creer.
Todos los que
seguimos a Jesucristo, profundizando su mensaje, hemos debido necesariamente
haber comenzado por escuchar el primer anuncio de la fe, el Kerigma.
En ese momento
se nos abrieron los oídos y el entendimiento para conocer a Jesús y recibir su
mensaje.
El Kerigma es,
pues, el punto de partida para ahondar en los misterios de Dios en relación con
el ser humano.
Lo que viene
después
El Kerigma es,
en consecuencia, una noticia, no una teoría. La ‘teoría’ vendrá después con la
consecuente y necesaria ‘práctica’.
Sin kerigma no
puede haber catequesis (la profundización del contenido del Kerigma) ni
sacramentos (celebración festiva de la salvación ofrecida por Jesucristo) ni
vida moral ni comunitaria... etc.
Es decir, toda
la doctrina teológica es ampliación, explicación y profundización de lo primero
que escucha una persona que ignora todo de Dios o está apartada de Él.
Por pasos
La teología o
la doctrina es, por supuesto, relevante. Pero no para alguien que primero tiene
que escuchar el Kerigma, para luego recibir la catequesis y preparación para la
recepción de los sacramentos de la iniciación cristiana.
De lo
contrario, es como, por ejemplo, enseñarle teóricamente a nadar a alguien que
no conoce el agua.
No tiene
sentido hablar de la fe, dar catequesis, hacer teología, si no existe la fe
inicial suscitada con el Kerigma.
Esto ya se ve
en la Iglesia primitiva cuando se distinguían dos momentos clave: el Kerigma
(el anuncio) y la Didaché (la enseñanza o ampliación de la fe).
Ejemplos de
primer anuncio
Ejemplo de
Kerigma es lo que le dice Jesús a la mujer cananea (Mt 15) o a la mujer samaritana (Jn 4).
Otros ejemplos
de formulaciones breves de Kerigma están presentes sobre todo en el libro de
los Hechos de los apóstoles (Hch 2, 3, 5, 10, 13)
en el cual se vislumbra el ardiente deseo de difundir la buena noticia de la
salvación en Cristo.
El gran
Kerigma
¿Pero cuál es
por antonomasia el Kerigma o ese anuncio o noticia que ofrece la Iglesia desde
sus orígenes?
Que Jesús de
Nazaret murió por nosotros, resucitó y fue exaltado a la derecha de Dios Padre
como Señor y Cristo.
Esta
afirmación, haciendo énfasis en la resurrección del Señor, no es solo la base
de la fe cristiana sino el centro de la misma. Jesús es a la vez heraldo de
Dios y, al ser su palabra encarnada, es su propio Kerigma.
Ese primer
anuncio es lo que les dijo san Pablo a los judíos:
“Sepa entonces
con seguridad toda la gente de Israel, que Dios ha hecho Señor y Cristo a este
Jesús a quien ustedes crucificaron”.
Hch 2,
36
Aquí san Pablo
implícitamente dice que el Señor Jesús y Cristo vive, ha resucitado, y que esta
noticia es fundamental para el cristianismo por muchos motivos.
Y en este
sentido san Pablo afirma que si Jesús no hubiera resucitado, vana sería nuestra
fe, vano sería todo, nada tendría sentido, nada, eclesialmente hablando,
existiría (1 Cor 15, 14).
Pablo, además,
en el areópago dijo:
“Ciudadanos de
Atenas, veo que ustedes son personas sumamente religiosas. Mientras yo recorría
la ciudad contemplando sus monumentos sagrados, he encontrado un altar con esta
inscripción: ‘Al Dios desconocido’. Pues bien, lo que ustedes adoran sin conocer,
es lo que yo vengo a anunciarles…Tiene (Dios) ya fijado un día en que juzgará a
todo el mundo con justicia, valiéndose de un hombre que ha designado, y al que
todos pueden creer, pues Él lo ha resucitado de entre los muertos”.
Hch 17,
22-23; 31
Henry Vargas
Holguín
Fuente: Aleteia