Cuando un verdadero cristiano se preocupa por sus semejantes, quisiera convertir a Cristo a todos sus conocidos para que se salven, pero no debe forzar a nadie
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Convertir a Cristo a un prójimo es el mayor
deseo de todo cristiano comprometido con su fe. De hecho, fue el mandato del
Señor Jesús cuando, antes de ascender al cielo luego de la resurrección, cuando
envió a sus discípulos a predicar.
Sin embargo, el encargo del Señor llevaba
implícita una delicada instrucción: no forzar a nadie, pues claramente les
dijo: " el que crea..." (Mc 16,
16). Es decir, tomando en cuenta la libertad de los que reciban la Palabra,
pueden creer o no.
Cristo nos envía
Ahora bien, el que ha creído y se ha bautizado
desea que las personas que ama también conozcan al Señor Jesús. Los bautizados
somos enviados por Cristo, pues, a anunciar la buena noticia. No hablamos en
nuestro nombre:
"El nos salvó y nos eligió con su santo
llamado, no por nuestras obras, sino por su propia iniciativa y por la gracia:
esa gracia que nos concedió en Cristo Jesús, desde toda la eternidad" (2 Tim
1,9).
Convertir a los incrédulos no es sencillo
Pero
actualmente hay mucha gente incrédula, ya sea por lo que ven en medios y redes
sociales, ya sea porque en su familia nunca se les habló de Dios.
Lo cierto es
que, muy dentro de ellos, necesitan que alguien les hable de Cristo con
convicción y valentía, porque el cristiano entiende que no hay nada más grande
que la fe que profesa en Dios y su Iglesia.
No obstante,
después de anunciarlo, es imprescindible acompañar la palabra con el ejemplo,
porque no hay nada más poderoso que dejarse seducir por un enamorado de Cristo,
que sabe bien a quien sirve.
El consejo de un confesor
Se entiende que no es con violencia con la que
se convencerá a los alejados. Por eso, vale la pena recordar el consejo que
el abate Henry Huvelin dio a Marie de Bondy, prima de san Charles de Foucauld,
cuando éste había perdido la fe:
"Si desea convertir a alguien, no se logra
por medio de predicaciones. El mejor medio no es amonestarlo, sino hacerle ver
que se le ama".
El amor hace milagros. Basta con ver a Cristo
en la cruz. Demos amor para que Dios, a través de él, cambie los corazones
empedernidos.
Mónica Muñoz
Fuente: Aleteia