EL MATRIMONIO ES UN APOSTOLADO Y TE DECIMOS POR QUÉ

En el matrimonio, marido y mujer trabajan para que su unión dé frutos de santidad que los conduzcan a la vida eterna, por eso su apostolado es muy importante

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El matrimonio es un apostolado, aunque parezca raro decirlo. Sin embargo, hay razones de peso para afirmarlo, por eso veamos por qué lo es.

¿Qué es el apostolado?

El decreto Apostolicam Actuositatem (Sobre el Apostolado de los Laicos) menciona que:

"La Iglesia ha nacido con el fin de que, por la propagación del Reino de Cristo en toda la tierra, para gloria de Dios Padre, todos los hombres sean partícipes de la redención salvadora, y por su medio se ordene realmente todo el mundo hacia Cristo. Toda la actividad del Cuerpo Místico, dirigida a este fin, se llama apostolado, que ejerce la Iglesia por todos sus miembros y de diversas maneras; porque la vocación cristiana, por su misma naturaleza, es también vocación al apostolado".

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Entendemos que hemos sido llamados a propagar la Buena Nueva para que "todos se salven y lleguen al conocimiento de la verdad" (1 Tim 2, 4), como es el deseo del Señor Jesús.

Ahora bien, ¿qué tiene que ver todo esto con el matrimonio?

Evangelizar a la familia

El hombre y la mujer que contraen matrimonio se comprometen a amarse y respetarse todos los días de su vida, a compartir en las buenas y en las malas, a ser fieles y a educar a sus hijos en la fe, si Dios se los concede.

Esta obra contribuye a la propagación del Evangelio porque ambos deben cuidar de su familia y enseñar a sus hijos a ser buenos cristianos; en primer lugar, dándoles buen ejemplo, pero también catequizándolos, pues la familia es la Iglesia doméstica (CEC 1655).

Dice la constitución dogmática sobre la Iglesia Lumen Gentium:

"En el seno de la familia, 'los padres han de ser para sus hijos los primeros anunciadores de la fe con su palabra y con su ejemplo, y han de fomentar la vocación personal de cada uno y, con especial cuidado, la vocación a la vida consagrada'" (LG 11).

Matrimonio: dos apóstoles caminando juntos

Marido y mujer, ahora padres, son dos apóstoles que caminan juntos para enseñar a su familia, porque "Aquí se aprende la paciencia y el gozo del trabajo, el amor fraterno, el perdón generoso, incluso reiterado, y sobre todo el culto divino por medio de la oración y la ofrenda de la propia vida" (CEC 1657).

De este modo, los esposos cumplen con la misión encomendada por Cristo a todos los bautizados, pues hacer que otros se conviertan en cristianos y se salven es la razón de existir de la Iglesia.

¡Qué hermosa manera de realizarlo con el apostolado del matrimonio!

Esto es lo que Cristo puede enseñar a los matrimonios:

Amar sobre todas las cosas

Encontrarnos en el lugar donde estamos invitando a Cristo, significa que con un acto de amor elegimos abrazar a ese otro con sus imperfecciones y al mismo tiempo dejarnos abrazar con las nuestras. Es un amor como el que Cristo nos muestra: revela gracia antes que un cambio. Cristo primero y antes que nada, nos ama. Hay una apertura del corazón que nos aleja de ponernos a la defensiva o angustiarnos. Abrazamos toda nuestra historia y lo que somos.  

Buscar la verdad juntos

Hay una mentalidad peligrosa en pensar que el otro es perfecto. A través de la vocación del matrimonio se persigue un fin de santidad y eso implica que estamos aprendiendo, que se cometen errores y que pueden existir sentimientos dolorosos. Aceptar la realidad de cada uno trazando expectativas realistas y evaluando cómo vivir con esas cosas antes de evadirlas, puede convertirnos en un verdadero bien y ayudarnos a acercarnos a Dios.

Pedir la gracia para tratar las diferencias

Con la gracia de Dios y mucho trabajo, se puede lograr que una relación funcione a pesar de las diferencias. Es posible que no todo lo que molesta necesite cambiarse. Pueden ser cosas que atenten a la relación, pero otras simplemente se trate de una cuestión de gustos o preferencias. La Palabra de Dios y las enseñanzas de Cristo son la guía para reconocer buenos o malos hábitos, hablar acerca del cambio o recibir la gracia de sobrellevarlos.

Perdonarnos los unos a otros

Aunque es importante notar que Cristo nos llama a cambiar y a mejorar cada día, no lo hace antes de que se nos haya dado el perdón. Con misericordia nos encontramos en un “sentir con el otro” y somos capaces de abrir el corazón a la compasión por las fallas y flaquezas sabiendo que todos las tenemos buscando el perdón mutuo. Si bien es saludable querer lo mejor para el ser amado en cuanto a la virtud, es igualmente importante saber perdonar.

Rezar juntos el uno por el otro

Haz lo mejor que puedas para cubrir todo en oración. Cristo puede guiar, sanar y hacer madurar nuestro amor. Es importante pedirle que al tocar el corazón humano nos ayude a lidiar con las peculiaridades personales de cada uno. En vez de intentar quitarlas rápidamente, es bueno entregarlas. La oración en sí misma es un acto de amor que hacemos por el otro. Cuando no sabemos qué hacer, siempre tenemos la oportunidad de rezar.

Cultivar la empatía en la relación

La pandemia es un fenómeno global, pero a cada uno le afecta de un modo concreto. Esta situación mirada con Cristo nos puede ayudar a entender mejor dónde está el otro y qué puede estar sintiendo sin asumir que es igual para todos. Del mismo modo, es posible que tu ser querido ya tenga una relación con Cristo, pero eso no significa que sea espiritualmente maduro en todas las áreas en las que estás tu espiritualmente maduro y viceversa.

Aportar cada uno algo propio

En todo lo nuevo que se crea, los individuos no desaparecen sino que en muchos aspectos se complementan y aportan un valor a la relación. Cada uno llega con una historia particular y esas diferencias a veces se transforman en tensiones importantes si no sabemos tratarlas. Puede que la pandemia haya significado un nuevo comienzo o etapa en algún aspecto de la relación. Ayuda tener presente que cada uno siempre aporta algo en la vida del otro.

Mónica Muñoz

Fuente: Aleteia