En el matrimonio, marido y mujer trabajan para que su unión dé frutos de santidad que los conduzcan a la vida eterna, por eso su apostolado es muy importante
Shutterstock | Andrii Medvediuk |
El matrimonio
es un apostolado, aunque parezca raro decirlo. Sin embargo, hay razones de peso
para afirmarlo, por eso veamos por qué lo es.
¿Qué es el
apostolado?
El
decreto Apostolicam Actuositatem (Sobre el Apostolado de
los Laicos) menciona que:
"La
Iglesia ha nacido con el fin de que, por la propagación del Reino de Cristo en
toda la tierra, para gloria de Dios Padre, todos los hombres sean partícipes de
la redención salvadora, y por su medio se ordene realmente todo el mundo hacia
Cristo. Toda la actividad del Cuerpo Místico, dirigida a este fin, se llama
apostolado, que ejerce la Iglesia por todos sus miembros y de diversas maneras;
porque la vocación cristiana, por su misma naturaleza, es también vocación al
apostolado".
No. 2
Entendemos que
hemos sido llamados a propagar la Buena Nueva para que "todos se salven y
lleguen al conocimiento de la verdad" (1 Tim
2, 4), como es el deseo del Señor Jesús.
Ahora bien,
¿qué tiene que ver todo esto con el matrimonio?
Evangelizar
a la familia
El hombre y la
mujer que contraen matrimonio se comprometen a amarse y respetarse todos los
días de su vida, a compartir en las buenas y en las malas, a ser fieles y a
educar a sus hijos en la fe, si Dios se los concede.
Esta obra
contribuye a la propagación del Evangelio porque ambos deben cuidar de su
familia y enseñar a sus hijos a ser buenos cristianos; en primer lugar,
dándoles buen ejemplo, pero también catequizándolos, pues la familia es
la Iglesia doméstica (CEC 1655).
Dice la
constitución dogmática sobre la Iglesia Lumen Gentium:
"En el
seno de la familia, 'los padres han de ser para sus hijos los primeros
anunciadores de la fe con su palabra y con su ejemplo, y han de fomentar la
vocación personal de cada uno y, con especial cuidado, la vocación a la vida
consagrada'" (LG 11).
Matrimonio:
dos apóstoles caminando juntos
Marido y mujer,
ahora padres, son dos apóstoles que caminan juntos para enseñar a su familia,
porque "Aquí se aprende la paciencia y el gozo del trabajo, el amor
fraterno, el perdón generoso, incluso reiterado, y sobre todo el culto divino
por medio de la oración y la ofrenda de la propia vida" (CEC 1657).
De este modo,
los esposos cumplen con la misión encomendada por Cristo a todos los
bautizados, pues hacer que otros se conviertan en cristianos y se salven es la
razón de existir de la Iglesia.
¡Qué hermosa
manera de realizarlo con el apostolado del matrimonio!
Esto es lo
que Cristo puede enseñar a los matrimonios:
Amar sobre
todas las cosas
Encontrarnos en
el lugar donde estamos invitando a Cristo, significa que con un acto de amor
elegimos abrazar a ese otro con sus imperfecciones y al mismo tiempo dejarnos
abrazar con las nuestras. Es un amor como el que Cristo nos muestra: revela
gracia antes que un cambio. Cristo primero y antes que nada, nos ama. Hay una
apertura del corazón que nos aleja de ponernos a la defensiva o angustiarnos.
Abrazamos toda nuestra historia y lo que somos.
Buscar la
verdad juntos
Hay una
mentalidad peligrosa en pensar que el otro es perfecto. A través de la vocación
del matrimonio se persigue un fin de santidad y eso implica que estamos
aprendiendo, que se cometen errores y que pueden existir sentimientos
dolorosos. Aceptar la realidad de cada uno trazando expectativas realistas y
evaluando cómo vivir con esas cosas antes de evadirlas, puede convertirnos en
un verdadero bien y ayudarnos a acercarnos a Dios.
Pedir la gracia
para tratar las diferencias
Con la gracia
de Dios y mucho trabajo, se puede lograr que una relación funcione a pesar de
las diferencias. Es posible que no todo lo que molesta necesite cambiarse.
Pueden ser cosas que atenten a la relación, pero otras simplemente se trate de
una cuestión de gustos o preferencias. La Palabra de Dios y las enseñanzas de
Cristo son la guía para reconocer buenos o malos hábitos, hablar acerca del
cambio o recibir la gracia de sobrellevarlos.
Perdonarnos los
unos a otros
Aunque es
importante notar que Cristo nos llama a cambiar y a mejorar cada día, no lo
hace antes de que se nos haya dado el perdón. Con misericordia nos encontramos
en un “sentir con el otro” y somos capaces de abrir el corazón a la compasión
por las fallas y flaquezas sabiendo que todos las tenemos buscando el perdón
mutuo. Si bien es saludable querer lo mejor para el ser amado en cuanto a la
virtud, es igualmente importante saber perdonar.
Rezar juntos el
uno por el otro
Haz lo mejor
que puedas para cubrir todo en oración. Cristo puede guiar, sanar y hacer
madurar nuestro amor. Es importante pedirle que al tocar el corazón humano nos
ayude a lidiar con las peculiaridades personales de cada uno. En vez de
intentar quitarlas rápidamente, es bueno entregarlas. La oración en sí misma es
un acto de amor que hacemos por el otro. Cuando no sabemos qué hacer, siempre
tenemos la oportunidad de rezar.
Cultivar la
empatía en la relación
La pandemia es
un fenómeno global, pero a cada uno le afecta de un modo concreto. Esta
situación mirada con Cristo nos puede ayudar a entender mejor dónde está el
otro y qué puede estar sintiendo sin asumir que es igual para todos. Del mismo
modo, es posible que tu ser querido ya tenga una relación con Cristo, pero eso
no significa que sea espiritualmente maduro en todas las áreas en las que estás
tu espiritualmente maduro y viceversa.
Aportar cada
uno algo propio
En todo lo
nuevo que se crea, los individuos no desaparecen sino que en muchos aspectos se
complementan y aportan un valor a la relación. Cada uno llega con una historia
particular y esas diferencias a veces se transforman en tensiones importantes
si no sabemos tratarlas. Puede que la pandemia haya significado un nuevo
comienzo o etapa en algún aspecto de la relación. Ayuda tener presente que cada
uno siempre aporta algo en la vida del otro.
Mónica Muñoz
Fuente: Aleteia