La Iglesia anima encarecidamente a cualquier persona que esté espiritualmente preparada a recibir la Sagrada Comunión cada vez que asista a Misa
Dominio público |
Hubo muchos factores diferentes que
contribuyeron a este punto de vista, pero en los últimos siglos, muchos papas
han promovido una recepción más frecuente de la Sagrada Comunión.
El Catecismo de la Iglesia Católica reitera este
punto, sugiriendo que los católicos deben recibirla tan a menudo como asistan a
Misa:
"Es conforme al sentido mismo de
la Eucaristía que los fieles, si tienen las disposiciones requeridas, comulguen
cada vez que participan en la Misa. Como dice el Concilio Vaticano II: 'Se
recomienda vivamente esa forma más perfecta de participación en la Misa, por la
que los fieles, después de la comunión del sacerdote, reciben el Cuerpo del
Señor del mismo sacrificio'" CEC 1388
Más concretamente, el Catecismo señala
la obligación de asistir a Misa los domingos y las disposiciones necesarias
para recibir la Sagrada Comunión:
"La
Iglesia obliga a los fieles 'a participar en la Divina Liturgia los domingos y
días de fiesta' y, preparados por el sacramento de la Reconciliación, a recibir
la Eucaristía al menos una vez al año, si es posible durante el tiempo pascual.
Pero la Iglesia anima vivamente a los fieles a recibir la Sagrada Eucaristía
los domingos y los días de fiesta, o más a menudo aún, incluso
diariamente" CEC 1389
Aunque
la Iglesia recomienda encarecidamente la recepción semanal de la Sagrada
Comunión, es importante señalar que esta recepción frecuente requiere la
participación en el sacramento de la confesión, si el individuo es consciente
de pecado grave.
La
comunión diaria es posible para los que asisten a Misa durante la semana y
también es alentada por la Iglesia.
Sin embargo, existe un límite a la
recepción de la Sagrada Comunión en un solo día. El Código de Derecho Canónico
establece que solo se debe comulgar un máximo de dos veces al día.
A veces, si hacemos algo demasiado,
nos insensibilizamos a ello y entonces se convierte en algo más rutinario que
antes. Si comulgamos demasiado, podemos caer en la tentación de verlo cada vez
más como un trozo de pan que como Jesús mismo.
Philip Kosloski
Fuente: Aleteia