San Juan Pablo II la beatificó el año 1986 y Benedicto XVI la canonizó el 2008
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Desde
su nacimiento, la vida de la Santa estuvo marcada por la cruz, que se le
revelará progresivamente como el único camino para conformarse con Cristo. La
mamá, María Puthukari, la dio a luz prematuramente al octavo mes de embarazo,
después del susto provocado por una serpiente que se le enrolló a la cintura,
mientras dormía.
Ocho días después, el 28 de agosto, la pequeña venía bautizada
según el rito siro malabar por el párroco Padre José Chakalayil recibía el
nombre de Annakutty, diminutivo de Ana. Era la última de cinco hijos.
Transcurridos
apenas tres meses, murió la madre. Annakutty pasó sus primeros años en casa de
los abuelos en Elumparambil. Allí vivió un tiempo particularmente feliz para su
formación humana y cristiana, durante el cual aparecieron en ella los primeros
gérmenes de vocación. La abuela, mujer piadosa y caritativa, le comunicó la
alegría de la fe, el amor a la oración, el impulso de la caridad para con los
pobres. A los cinco años la niña sabía ya guiar, con entusiasmo infantil, la oración
vespertina de la familia reunida, según el uso siro malabar, en la «sala de
oración».
El
11 de noviembre de 1917, Annakutty recibió por primera vez el pan eucarístico.
Decía a sus amigas «¿Saben por qué hoy estoy particularmente contenta?
¡Porque tengo a Jesús en mi corazón!».
Y
en una carta a su padre espiritual, del 30 de noviembre de 1943, le había
confiado: «Desde la edad de siete años no soy más mía. Me he dedicado toda
a mi Esposo divino. Lo sabe bien Su Reverencia».
El
mismo año de 1917 comenzó a frecuentar la escuela elemental de Thonnankuzhy,
donde estableció una sincera amistad también con los niños hinduistas. Acabado
el primer ciclo de instrucción, en 1920, viene el tiempo de trasladarse a
Muttuchira, a casa de la tía Anna Murickal, a la que la mamá la había
encomendado antes de morir, como madre adoptiva.
La
tía era una mujer severa y exigente, con tratos despóticos y violentos exigía
de Annakutty la obediencia a sus más mínimas disposiciones o deseos. Asidua en
las prácticas religiosas, acompañaba a la sobrina, pero no compartía la amistad
de la joven con las Carmelitas del monasterio vecino, ni sus largas jornadas de
oración al pie del altar. Sin embargo estaba bien determinada a procurar un
ventajoso matrimonio a Annakutty, obstaculizando los claros signos de su
vocación religiosa.
La
virtud de la Beata se manifestó en aceptar esta severa y rígida educación como
una senda de humildad y paciencia por amor a Cristo, resistiendo tenazmente los
reiterados intentos de noviazgo a los que buscaba obligarla la tía. Para
sustraerse al compromiso de matrimonio, Annakutty llegó al punto de provocarse
voluntariamente una gravísima quemadura, poniendo el pie en brasas ardientes. «Mi
noviazgo estuvo determinado cuando tenía trece años cumplidos. ¿Qué podía hacer
para evitarlo? Oré toda la noche... entonces me vino una idea. ¡Si mi cuerpo
hubiese estado un poco desfigurado, ninguno me habría querido!... ¡Cuánto he
sufrido! Y todo lo ofrecí por mi gran intención».
El
propósito de disimular su singular belleza no valió del todo para librarla de
las atenciones de los pretendientes. También en los años siguientes la Beata
debió defender la propia vocación, incluso durante el año de prueba, cuando se
intentó darla en matrimonio con la complicidad de la misma maestra de
formación. «¡Oh, vocación que he recibido! ¡Don de mi buen Dios!... Dios
vio el dolor de mi ánimo aquel día. Dios alejó las dificultades y me afianzó en
este estado religioso».
Fue
el P. Giacomo Muricken, su confesor, quien la orientó hacia la espiritualidad
franciscana y para hacerla conocer la Congregación de las Franciscanas
Clarisas. El 24 de mayo de 1927 Annakutty ingresaba en su colegio de
Bharananganam en el actual territorio de la diócesis de Palai, para asistir
como interna a la séptima clase. El año siguiente, el 2 de agosto de 1928,
Annakutty iniciaba el Postulantado, tomando el nombre de Alfonsa de la
Inmaculada Concepción, en honor de S. Alfonso de Ligorio, celebrado aquel día.
El 19 de mayo de 1930 fue la vestición religiosa durante la primera visita
pastoral a Bharananganam del Obispo Mar Giacomo Kalacherry.
El
período de 1930-1935 estuvo marcado por graves enfermedades y sufrimientos
morales. Pudo enseñar a los niños en la escuela de Vakakkad sólo el año escolar
de 1932-33. Después, a causa de su debilidad, desempeña la tarea de auxiliar
enseñante y de catequista en la parroquia. Estuvo encargada también como
secretaria, sobre todo para escribir cartas oficiales, por su hermosa letra.
En
1934 fue introducido en la Congregación de las Franciscanas Clarisas el
noviciado canónico. Deseando comenzarlo de inmediato, la Beata, a consecuencia
de su inestable salud, fue admitida hasta el 12 de agosto de 1935. Casi una
semana después de comenzado el Noviciado se presentaron hemorragias de la nariz
y de los ojos, un profundo agotamiento orgánico y llagas purulentas en las
piernas. La enfermedad se agravó a tal punto que se temió lo peor.
El cielo
vino en ayuda de la santa novicia. Durante una novena al Siervo de Dios Padre
Kuriakose Elía Chavara —Carmelitano, hoy Beato— fue milagrosa e
instantáneamente curada. Reiniciado el noviciado escribía en su diario
espiritual sus santos propósitos: «No quiero actuar o hablar según mi
inclinación. Cada vez que falte haré una penitencia... quiero estar atenta y no
contradecir jamás a ninguno. A los demás diré sólo palabras amables.
Quiero controlar mis ojos con rigor. Por cada pequeña falta pediré perdón al
Señor y la expiaré con una penitencia. De cualquier tipo que sean mis
sufrimientos no me lamentaré jamás y cuando deba afrontar cualquier humillación
buscaré refugio en el Sagrado Corazón de Jesús».
El
12 de agosto de 1936, fiesta de Santa Clara, día de su Profesión perpetua, fue
de inexpresable alegría espiritual. Se realizaba el deseo largamente guardado
en su corazón y confiado a su hermana Isabel cuando apenas tenía doce
años: «Jesús es mi único Esposo, y ningún otro».
Pero
Jesús quería conducir a su esposa a la perfección por el camino del
sufrimiento. «Hice mi profesión perpetua el 12 de agosto de 1936 y vine
aquí a Bharanganam el día 14 siguiente. Desde aquel tiempo parece que me ha
sido confiada una parte de la Cruz de Cristo. Ocasiones de sufrir me vienen en
abundancia... Tengo un gran deseo de sufrir con alegría. Parece que mi Esposo
quiere cumplir este deseo».
Hubo
una serie de enfermedades dolorosas: una fiebre tifoidea, una pulmonía doble y,
lo más grave, un shock nervioso por el susto al ver un ladrón, la noche del 18
de octubre de 1940. El estado de postración física se prolongó cerca de un año
durante el cual no estuvo en grado de leer ni de escribir.
En
toda situación Sor Alfonsa mantuvo una gran reserva y una actitud caritativa
hacia las Hermanas, soportando en silencio sus sufrimientos. En 1945 sus
enfermedades tuvieron un ataque violento.
Un
tumor difundido en todo el organismo transformó su último año de vida en una
continua agonía. Una gastroenteritis con complicación al hígado le provocaba
violentas convulsiones con vómitos, hasta cuarenta veces al día. « Siento
que el Señor me ha destinado a ser una oblación, un sacrificio de
sufrimiento... Considero el día en que no he sufrido como un día perdido por
mí».
En
esta actitud de víctima por amor al Señor, contenta hasta el último momento y
con la sonrisa de la inocencia siempre impresa en sus labios, Sor Alfonsa
terminó serenamente y con alegría su camino terreno en el convento de las
Franciscanas Clarisas en Bharananganam a las 12:30 horas del 28 de julio de
1946, dejando el recuerdo de una Hermana llena de amor y santa.
El
8 de febrero de 1986 Alfonsa de la Inmaculada Concepción Muttathupadathu fue
proclamada Beata por el Papa Juan Pablo II en Kottayam, India.
Fuente: ACI