Abrirse a limitar la primacía papal es clave para acelerar entre los cristianos el reconocimiento en el sucesor de Pedro de una cierta autoridad común
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Foto: CNS |
En 1995, Juan Pablo II solicitó a todos los líderes
cristianos un diálogo sostenido que disipase las divisiones doctrinales que han
impedido hasta ahora reconocer en el Papa, como sucesor de Pedro, una autoridad
universal. La publicación de la encíclica Ut unum sint (Para que sean uno) colocó al Vaticano en un nuevo
camino ecuménico guiado por la voluntad de conciliar las posturas divergentes y
buscar así un modo de ejercer un primado que fuera aceptable para todos.
Para los católicos, al obispo de Roma le corresponde
una autoridad universal sobre cuestiones espirituales, morales y doctrinales de
Iglesia, un papel que sigue generando fricciones en las distintas ramas del
cristianismo. Los ortodoxos, por ejemplo, no aceptan que el Papa tenga
competencias jurídicas y asumen como máximo un primado honorífico.
Casi tres décadas después, la Iglesia católica ha
cimentado en un importante documento del Dicasterio para la Unidad de los
Cristianos —aprobado explícitamente por el Papa en marzo y denominado El Obispo de Roma— su apertura a reformular algunos
dogmas del Concilio Vaticano I. Entre ellos se encuentra el de la infalibilidad papal,
que se definió en la constitución Pastor aeternus —promulgada
en 1870— como la capacidad del Pontífice de definir dogmas libres de error ex
cátedra sobre cuestiones de fe y de moral. «El Concilio Vaticano I se
interrumpió antes de terminar y este dogma no ha sido entendido claramente.
Ahora estamos trabajando en un comentario oficial para poder comprender mejor
cuál es su finalidad y cuál es su objeto, y cómo ha de ser su formulación»,
defiende el jefe de la Oficina de la sección occidental del Dicasterio para la
Promoción de la Unidad de los Cristianos, Juan Usma.
Pero este trabajo no parte de cero. Ya el Concilio
Vaticano II se aproximó al asunto e indicó que debía existir un «equilibrio
entre la primacía del Papa y la colegialidad», es decir, que la responsabilidad
debía ser compartida entre los obispos del mundo reunidos alrededor del
Pontífice. Según Usma, la confusión radica en que «todo el mundo habla de la
infalibilidad del Papa, pero el Concilio Vaticano II habló de la infalibilidad
de la Iglesia». Y añade: «El Papa no puede tener una infalibilidad que no sea
la infalibilidad de la fe de la Iglesia católica».
Claves
- En los diálogos ecuménicos
se vislumbra que todos los cristianos aceptan la necesidad de un
ministerio de unidad a nivel universal.
- El Obispo de Roma ya no es
visto un problema entre las ramas del cristianismo, sino como una
oportunidad de servicio a la unidad.
- La Iglesia se muestra
abierta a aclarar la terminología del dogma de la infalibilidad, que sigue
prestándose a malentendidos.
La matización realizada por el Concilio Vaticano II es
importante, ya que la infalibilidad ha sido, tradicionalmente, uno de los
«principales escollos» en el anhelo de un cristianismo reconciliado, tal y como
apunta el arzobispo Ian Ernest, representante del arzobispo anglicano de
Canterbury ante la Santa Sede, a pesar de que ellos ya aceptaron en 1981«que la
expresión visible del primado era la voluntad de Dios».
Las posturas están algo más alejadas con los
ortodoxos, aunque se está trabajando por acercarlas. En junio, representantes
católicos y ortodoxos se reunieron y crearon una comisión de diálogo sobre
cuestiones históricas y teológicas relacionadas con la infalibilidad.
Como fruto de esta comisión, el arzobispo ortodoxo
armenio Khajag Barsamian, representante de la Iglesia Apostólica Armenia ante
la Santa Sede, espera que haya «un nuevo impulso para reflexionar juntos sobre
un nuevo modelo no de jurisdicción —ya ejercida de alguna forma por el Papa,
aunque no de la misma manera que lo hace en la diócesis de rito latino—, sino
de comunión».
Obispo
entre los obispos
Un nuevo paso en este camino es el documento
presentado ahora por el Dicasterio para la Unidad de los Cristianos. En él se
señala que la cuestión del primado ya no se ve simplemente como «un problema» y
se sugiere «una limitación voluntaria» de su poder. Una propuesta que ya ha
sido remitida a los líderes de otras Iglesias cristianas para continuar con la
reflexión sobre el primado del Papa. Su publicación coincide con la celebración
del Sínodo sobre la Sinodalidad que arroja, según el texto, una nueva lectura
sobre el ministerio del Obispo de Roma en relación a la «dimensión colegial del
ejercicio del ministerio episcopal». En todo caso, la pista de la
interpretación para el ejercicio del primado en el siglo XXI la dio el Papa de
los puentes. Francisco aclaró en 2015 que su figura no estaba por encima de la
Iglesia, sino «dentro de ella como uno de los bautizados, y dentro del colegio
episcopal como obispo entre los obispos».
Por último, cabe recordar que la infalibilidad ex
cátedra se utilizó solo en 1950, cuando Pío XII proclamó el dogma de la
Asunción de la Virgen María al Cielo, para lo que antes recabó la opinión de
todos los obispos del mundo.
Camino de la unidad
- 1910. Tiene lugar la
Conferencia Misionera Mundial en Edimburgo, punto de partida oficial del
ecumenismo.
- 1960. El Papa Juan XXIII
crea en Roma el Secretariado para la Promoción de la Unidad de los
Cristianos.
- 1964. El Concilio Vaticano
II asegura que la unidad entre los seguidores de Cristo es uno de sus
propósitos.
- 1995. Juan Pablo II
publica la encíclica Ut unum sint,
que insta a la unión de todas las Iglesias cristianas.
- 2007. La Declaración de
Rávena admite los desacuerdos entre católicos y ortodoxos al comprender el
primado.
- 2016. El Documento de Chieti reconoce al obispo de Roma en el primer milenio como árbitro entre iglesias.
Victoria
Isabel Cardiel C.
Fuente: Alfa y Omega