Procesión de Semana Santa en Sevilla (España). | Crédito : Pixabay |
Sevilla: La “madrugá”
Con toda seguridad sus procesiones son las que configuran el
retrato más icónico a nivel internacional. No en vano, son miles los miembros
de las cofradías y hermandades que procesionan por las calles de Sevilla cada
Semana Santa.
Probablemente la llamada “madrugá”, la noche del Jueves al
Viernes Santo, sea una de sus citas imprescindibles.
A lo largo de horas, las calles del centro de la ciudad del río
Guadalquivir contemplan el paso de las procesiones de El Silencio, Jesús del
Gran Poder o el Cristo de los Gitanos. También de las muy veneradas Vírgenes de
La Macarena o La Esperanza de Triana.
Desde el Domingo de Ramos al Domingo
de Resurrección, cerca de 70 procesiones estructuran la vida
de la ciudad durante esos días.
Málaga: El Cristo de la
Buena Muerte y la Legión
También en Andalucía, la Semana Santa de Málaga es reconocida
por el gran tamaño de sus tronos que mecen los miembros de sus cofradías por
las calles de la ciudad costera.
Una de sus expresiones más destacadas es el traslado que se realiza
del Cristo de la Buena Muerte desde el puerto hasta la iglesia de Santo Domingo
a cargo de Caballeros y Damas de la Legión Española.
El también conocido como Cristo de Mena, en honor del autor de
la talla original, es escoltado por los militares con una disciplina
perfectamente sincronizada que no deja indiferente a los asistentes.
Valladolid y las siete
palabras
Las procesiones en Valladolid están marcadas por el silencio y
la sobriedad, sólo interrumpidos de forma leve por el sonido de las cadenas de
los penitentes.
Destaca su particular Sermón de las Siete Palabras en la
monumental Plaza Mayor, que es anunciado por un cofrade que recorre la ciudad a
caballo entonando un poema elegido entre los que se presentan cada año.
Su Procesión General consta de 31 pasos, entre los que se
encuentran hermosas piezas, la mayoría talladas en los siglos XVI y XVII. De
entre ellas destaca la Virgen de las Angustias.
Zamora, mil años de
devoción
Los primeros vestigios de las procesiones de la Semana Santa en
la ciudad castellano-leonesa de Zamora se remontan al siglo XII, aunque las
cofradías con mayor antigüedad son del siglo XVI.
El patrimonio artístico que se puede admirar es de los más
importantes de España. Algunas de las tallas se conservan desde el siglo XIV.
Las más reseñadas son el Cristo de las Injurias, el Cristo de la Buena Muerte y
el Cristo Yacente.
Desde 1964 la ciudad cuenta con un museo dedicado a la Semana
Santa, donde se puede admirar la mayoría de los pasos durante todo el año.
Cuenca: las turbas
La ciudad de Cuenca, en Castilla-La Mancha, acoge una de las
procesiones más particulares, la conocida como de “las turbas”, cuyo nombre
oficial es Camino del Calvario. En ella se representan las burlas que sufrió
Jesucristo cuando cargaba el madero camino del Gólgota.
Mediante el uso de algunos instrumentos, se produce al paso de
las tallas un ruido ensordecedor provocado por los gritos de los presentes y el
uso de algunos instrumentos. Más de 25.000 nazarenos copan las calles recoletas
de esta ciudad durante los días de la Pasión.
Estas son probablemente las cinco que tienen más fama, pero hay
muchas otras con gran interés religioso y cultural, pues España tiene
reconocidas como de interés turístico internacional hasta 26 de estas manifestaciones
de la piedad popular.
Así, algunas de ellas también han sido distinguidas como parte
del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO, como las
espectaculares tamborradas de Aragón, con mención especial a Calanda.
Otras tradiciones menos
conocidas
También cautivan a los presentes los
miles de cofrades ataviados con vestiduras propias de las legiones
romanas en Tarragona, o la representación
viviente de la Pasión que se realiza en la localidad vasca
de Balmaseda, en la que participa prácticamente todo el vecindario.
En Lorca forman parte de las
procesiones cuádrigas romanas y jinetes que demuestran
su destreza ataviados con vestiduras singulares. La ciudad de Murcia destaca
por sus impresionantes tallas del maestro del siglo XVIII Francisco Salzillo.
En Ávila, el silencio protagoniza la
procesión del Miserere, y en Villaviciosa merece la pena
asistir al llamado “Desenclavo” del Viernes Santo -una suerte de auto
sacramental documentado desde finales del siglo XVII- y su posterior
procesión.
No menos impactante es la Danza de
la Muerte en Verges (Cataluña) o la procesión de los “picaos”
en San Vicente de la Sonsierra (La Rioja), donde los
penitentes se flagelan y cargan cadenas.
Menos trágico resulta el llamado “Volatín”
en la localidad navarra de Tudela, una tradición que consiste en poner petardos
en un pelele y que simboliza la agónica muerte de Judas Iscariote.
Por Nicolás de Cárdenas
Fuente: ACI Prensa