Las claves de Domenech, Silva y Bronchalo para entender el Magisterio de la Iglesia
¿Qué es el Magisterio de la Iglesia? Esta es la cuestión que
abordan los sacerdotes y youtubers Jesús Silva, Patxi Bronchalo y Antonio Maria Domenech en el episodio más
reciente del programa Red de Redes, un
espacio catequético producido por la Asociación Católica de Propagandistas
(ACdP) que aborda semanalmente asuntos de relevancia para los cristianos.
¿Qué es el Magisterio de la
Iglesia?
“La Revelación se
basa en tres cosas: la Sagrada
Escritura, la Sagrada Tradición —las enseñanzas de los Padres de la
Iglesia en los primeros siglos— y el Sagrado Magisterio”, explica Jesús Silva, y añade que este
último consiste en “los actos oficiales de los pastores de la Iglesia cuando
dan una enseñanza sobre fe o moral”.
Por tanto, ironizan, no es Magisterio que san Juan Pablo II
enseñara a los jóvenes a esquiar de una determinada manera. Tampoco cuando la
Iglesia habla de temas científicos, porque no tiene potestad para ello, apunta
Bronchalo. Una carta del obispo a los fieles de su diócesis, en cambio, sí
sería Magisterio, diocesano en este caso. “Y el obispo está obligado a darlo,
porque es garante de la enseñanza en su sede”, añade Domenech.
¿Cuando tiene autoridad el
Magisterio?
“Lo que da autoridad al Magisterio es la adhesión al Magisterio
anterior, a la Tradición y a la Sagrada Escritura”, expone Silva. “Si alguien
enseña en un acto de Magisterio algo que va contra la doctrina —añade—, no
sería válido; es como si yo en la homilía hablara de política o de fútbol, me
estaría extralimitando”.
“Si un obispo o un
papa diera una opinión contraria a la moral de la Iglesia, no hemos de
adherirnos a ella, porque tampoco hay por su parte una adhesión a la
Sagrada Escritura o la tradición”, insiste Bronchalo.
Así, los tres sacerdotes ponen el ejemplo del libro Jesús
de Nazaret, que escribió el papa Benedicto XVI pero firmándolo
como “Joseph Ratzinger”, para dejar claro que era su opinión, y no un acto magisterial. También hablan de Juan
XXIII, un papa que mantuvo una doctrina errónea sobre el destino de las almas
tras la muerte y que, tras el revuelo que levantaron sus palabras, acabó
retractándose.
¿Cómo se define un dogma?
Bronchalo explica que “no todas las veces que habla un papa o un
obispo lo hace magisterialmente; a lo mejor están expresando una opinión
personal”, y pone el ejemplo de las ruedas de prensa del papa Francisco en los
aviones. “Si un papa publica una encíclica sobre un tema que le gusta, ha de haber una adhesión del corazón y
un respeto a lo que dice —en la medida, también, en que esté en consonancia con
el resto del Magisterio, Tradición y Escritura—, pero no es una verdad de fe a la que hay que asentir”, añade
Silva.
El sacerdote apunta que hay solo dos formas en las que se puede
definir un dogma. En primer lugar, con un acto ex cathedra del
Santo Padre, con intención de decir una verdad infalible y ya contenida en la
Sagrada Escritura, el Magisterio y la Tradición, y en comunión con todos los
obispos de la Iglesia. Esto ha ocurrido sólo dos veces: con el dogma de la Inmaculada Concepción,
en 1854, y con el de la Asunción de María, en 1950.
La segunda manera es a través de un Concilio Ecuménico legítimamente convocado: es el caso
de Trento y la confesión o el Concilio Vaticano I y la infalibilidad papal.
“Fuera de ahí, ninguna instancia por su cuenta puede definir un dogma o cambiar
por su cuenta la moral de la Iglesia: ni un sínodo, ni un obispo, ni el Camino Sinodal alemán”,
comenta Silva.
No estar de acuerdo no es
dejar de querer
“Que no te parezca bien algo que diga el papa no implica no
quererle”, explica Domenech,
y pone el ejemplo de no
estar de acuerdo con algo que dice tu madre, y que no por ello la
dejas de querer. Además, aun así tendrás que obedecerla si estás bajo su
tutela, añade.
“Nunca hemos de transmitir desafección hacia nuestros pastores: ni
al Papa, ni al obispo ni tampoco al párroco”, apunta, y explica que, en caso de
desacuerdo, lo mejor es decírselo a la persona en cuestión. “Nos hemos acostumbrado a criticar
y a que él sea el último en enterarse”, dice.
Bronchalo, además, trae
a colación una máxima de san Ignacio de Loyola: siempre hay que tratar de “salvar la proposición del prójimo”,
y, si es necesario corregir, hacerlo con amor.
Silva ofrece
tres claves ante la confusión: leer los textos menos claros del Magisterio a la luz de los más
claros, formarse para adquirir mejor conocimiento del conjunto y formar la
conciencia a la luz del Catecismo.
“Ningún papa reciente ha dicho algo que no se pueda aceptar desde el punto de
vista de la conciencia, pero podría darse”, concluye.
ACdP
Fuente: Religión en Libertad