Terminados los tiempos fuertes dentro el calendario litúrgico, regresamos a la vida diaria que conocemos como "tiempo ordinario", igualmente profundo
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Pascal Deloche / Godong |
Terminaron los
tiempos fuertes del Adviento y la Navidad y volvemos al tiempo ordinario. No es
que sea menos importante, porque continuamos en la reflexión de los hechos de
vida de nuestro Señor Jesucristo, pues estamos próximos a vivir otro momento
cumbre del año litúrgico: la Pascua de Resurrección, precedida de la Cuaresma y
la Semana Santa.
¿Qué significa,
entonces, el tiempo ordinario? Para responder esta pregunta, es necesario
recordar qué pasa durante el año litúrgico. La constitución Sacrosanctum
Concilium explica que en ese lapso, la Iglesia «desarrolla todo el
misterio de Cristo, desde la Encarnación y la Navidad hasta la Ascensión,
Pentecostés y la expectativa de la dichosa esperanza y venida del Señor» (102).
Un círculo
anual
Los tiempos
fuertes, pues, se intercalan en el tiempo ordinario, durante el cual «la santa
Iglesia venera con amor especial a la bienaventurada Madre de Dios, la Virgen María, unida con lazo indisoluble a la
obra salvífica de su Hijo» y recuerda a «los mártires y de los demás santos,
que llegados a la perfección por la multiforme gracia de Dios y habiendo ya
alcanzado la salvación eterna, cantan la perfecta alabanza a Dios en el cielo e
interceden por nosotros» (SC 103-104).
Revalorización
del domingo
Además, durante
este círculo anual, en el que se conmemoran los misterios de la Redención una
vez al año, las riquezas del poder santificador y de los méritos de su Señor se
hacen presentes en todo tiempo para que puedan los fieles ponerse en contacto
con ellos y llenarse de la gracia de la salvación ( SC 102).
Y algo muy
importante: el domingo, día del Señor, los fieles deben reunirse para que
«escuchando la palabra de Dios y participando en la Eucaristía, recuerden la
Pasión, la Resurrección y la gloria del Señor Jesús y den gracias a Dios» (SC 106).
Continúa el
documento:
«Por esto el
domingo es la fiesta primordial, que debe presentarse e inculcarse a la piedad
de los fieles, de modo que sea también día de alegría y de liberación del
trabajo. No se le antepongan otras solemnidades, a no ser que sean de veras de
suma importancia, puesto que el domingo es el fundamento y el núcleo de todo el
año litúrgico» (SC 106).
Tiempo de
perfección espiritual
Por tanto,
vivir el tiempo ordinario en la liturgia, debe
significar para todos los que somos cristianos católicos, el momento propicio
para reflexionar sobre la vida del Señor Jesús. Las lecturas de la sagrada
Eucaristía nos ayudan a centrarnos en ese camino que llevó al Salvador al
momento culmen de su pasión, muerte y resurrección, por ello, dejémonos
conducir para que cada tiempo fuerte sea de provecho para nuestras almas y nos
ayude a alcanzar la perfección espiritual.
Mónica Muñoz
Fuente: Aleteia