Ser mejor cada día inicia como un propósito que vale la pena seguir con firmeza hasta conseguir, con disciplina, aquello por lo que trabajamos
Es
muy común que todos tengamos roces y dificultades en la interacción con algunos
miembros de nuestra familia, y por eso mismo, es importante que sepas qué cosas
debes evitar para no complicarlas aún más. BearFotos | Shutterstock
Con estas tres recomendaciones básicas será más sencillo iniciar el año cumpliendo este propósito de mejorar tus relaciones con los demás.
Una
primera recomendación es el evitar a toda costa las discusiones, ya que esto es
caer en la confrontación de egos y crear una polémica negativa, que no conduce
a nada más que a sacar nuestro orgullo, y muchas veces lo peor de nosotros
mismos.
El mundo no hay que verlo
como un debate entre tu y yo; como «estas conmigo o en contra de mí, o me
apoyas o te opones». Muchas personas quieren reducir la vida a dos polos opuestos. Y
la realidad no es así. Son simples opiniones, cada quien tiene la suya.
El respeto es una
fórmula que nos permite dejar ser a nuestro familiar, sin ningún tipo de acoso
ni insistencia para que cambie su punto de vista y acabe por estar de acuerdo
con lo que pensamos.
Es importante dejar que
fluya, que sea como quiere ser, pues el mundo no es blanco y negro -o bueno y
malo- de manera tajante y sin comprensión alguna. Sí existe el bien, la verdad,
la belleza, pero no somos los jueces de nuestros familiares. Estamos juntos
para tratar de vivir en armonía y sin estar evaluando lo que hacen bien o mal;
eso no te corresponde y suele ser uno de los motivos más frecuentes para entrar
en discusiones.
Buscamos demostrar quién tiene la razón, o ver si lo que recordamos que pasó es lo correcto o está equivocado. Así que tratemos de eludir las discusiones y respetemos la opinión de nuestros seres queridos con una actitud positiva y de comprensión.
Una
segunda recomendación es dejar de criticar lo que hacen o dejan de hacer y, con
ello, no entrometernos en la vida de los demás para ocuparnos más en la
nuestra, sin estar vigilantes y curiosos de la vida de ellos.
Criticar no es nada constructivo ni se
desprende de una actitud positiva, suele ser hasta desagradable. Es tan común
estar hablando mal de los demás y fijarse en lo que visten o hacen, lo cual
lleva a tener una actitud de cierto desprecio y malestar por la manera en que hacen
las cosas que no nos parecen. Se llega hasta a estar enojados y frustrados
porque hacen las cosas de una manera tan diferente.
Lo
peor del caso es que no se queda solo en criticar, sino que de allí se
desprenden las ganas de decírselo y hasta de quererlos corregir; y entonces
surge la actitud
de mando o dirección, de querer controlar y señalar cómo
se deben de hacer las cosas. Desde luego que eso provoca irritación y enfado en
los demás, y regularmente se inicia un lucha constante por uno querer influir
en el otro. Esto fácilmente lleva a una polémica y muchas discusiones.
Es mucho mejor no criticar y dejar ser a tus seres queridos sin ponerte en la posición de mando y sin querer dirigirlos para que se hagan las cosas como a ti te parecen, pues cuando no lo hacen, lo más usual es criticar y hablar mal de ellos.
Una
recomendación muy importante es la de tomar consciencia de tus niveles de
agresividad, pues resulta que -sin darnos
cuenta- adoptamos una posición a la defensiva y contestamos de mal modo; o
pedimos las cosas hasta exigirlas de una manera demandante y altanera.
Además,
fácilmente llegamos a creer que son los demás los que están agresivos con
nosotros y la realidad es que tan solo están reaccionado al trato que reciben.
En estos casos la persona agresiva eres tú y no lo quieres reconocer (y sin
reconocerlo no habrá un cambio), por ello, es importante que hagas una
reflexión y tomes en cuenta que tus actitudes y modos de pedir las cosas no son
amables al ser demandante.
Otra
forma de agresividad muy frecuente es la de tipo pasivo, es decir, que parece que
no haces nada, pero en el fondo tu actitud displicente, desinteresada -y hasta
con conductas de desprecio- hace saber que no te importa ni te interesa el
otro, su vida o lo que haga con ella. Esto también un acto de agresividad, pues
estás tan centrado en tus asuntos y tu ego, que a los demás ya nos los incluyes
ni tomas en cuenta.
Si
quieres mejorar tus relaciones con todos tus seres queridos durante este año
que apenas comienza, procura no discutir, no criticar y no agredir. Al menos
intentarlo por amor.
Guillermo
Dellamary