La historia de José María Borrallo, nacido en una familia católica de Madrid, es un ejemplo de cómo "un minúsculo sí" de fe puede cambiar una vida por completo… e incluso salvarla.
![]() |
José María Borrallo, con su familia e hijos. Dominio público |
Por
eso, la separación del grupo de jóvenes cuando fueron confirmados fue, para él, devastadora.
"Me
sentí como vacío, abandonado, como si ya no hubiese nada para mí. Desde
entonces seguí yendo a misa con mis padres, pero con desidia, sin un grupo en
el que integrarme", relató José María al programa Cambio de Agujas.
"A todo tren"... pero con su
madre rezando sin pausa
Por
aquel entonces también comenzaba su periodo de estudios universitarios, que
comenzó desorientado. Las nuevas amistades le llevaron también a nuevas rutinas
y un ilimitado ritmo de
salidas noche tras noche, todos los fines de semana.
En
pleno caos vital, José María consiguió aferrarse a algunos asideros que le
daban cierta estabilidad, como tratar de formarse en su recién descubierta
vocación, la enseñanza y
educación.
Su
vida se limitaba a salir
durante largas noches y estudiar lo que podía en fin de semana,
especialmente desde que se fue de casa a la Universidad de Extremadura.
Y
mientras tanto, su madre
era la única con fe de la familia y, "tras padre e hijo, estaba
siempre con su oración silenciosa".
Entre
los beneficios que le aportó la educación de sus padres, uno de los que siempre
agradecerá es la austeridad,
que fue uno de los límites informales a sus continuas salidas. Si quería llevar
ese ritmo de vida, no le quedaba otra opción que trabajar.
Pero
en plena universidad, José María encontró trabajo y se integró en "el ritmo a todo tren" de sus
compañías de estudios y trabajo, que "no eran nada buenas".
Un toque de atención de Dios: "Hubo
un accidente, salí ileso"
Sus
recuerdos de aquellos años podían resumirse a "un vacío en mi interior".
"Siempre tuve la referencia de mis padres y admitía que Dios existía, nunca negué que fuera católico…
pero no actuaba como tal. Mi único objetivo era salir y no trabajaba por
responsabilidad, sino para poder salir", recuerda.
Sin
embargo, una de esas noches, "no privarse de nada" tuvo consecuencias.
Hubo un accidente del
que solo recuerda verse rodeado de ambulancias y saliendo por su propio pie.
"Fue un toque que me
dio Dios".
Aunque
no cambió de vida, le hizo reflexionar… y de pronto, conoció a Elena.
"Cuando
empezamos a salir, abrieron una nueva parroquia en Alcorcón y empezamos a ir. Ella
estaba igual que yo, nos invitábamos mutuamente a ir cuando quedábamos",
relata.
Piensa
en aquella actuación como en "un minúsculo sí", pero que empezó a
transformarlo todo. Sin saber cómo, se vio siendo catequista y profesor de religión. Él mismo
José María reconoce que nunca fue un modelo de práctica religiosa, pero que en
lo relativo al estudio y formación en el temario de sus alumnos, era casi
imbatible.
Un retiro "lo cambió todo":
"No estás solo"
Su
vida alejado de la fe se acercaba a los diez años, si bien nunca fue consciente
del vacío en el que se encontraba "hasta que lo llenó el
Señor".
Y
eso sucedió en un retiro
que "lo cambió todo". Era el fin de semana anterior a San José
(19 de marzo) de 2021, cuando su padre le dio "el mejor regalo" que
recuerda, una invitación a un retiro.
Pasados
dos años sigue sin tener palabras para describir aquellos días. Y más
concretamente, el influjo
del Santísimo en su vida desde entonces.
"Empecé
a sentir un amor… como que me hablaban [la Virgen y Jesús] y me decían: déjanos tu mochila, los
problemas de tu enfermedad, el derivado de que no puedas trabajar, la rabia
interior… ponlo a los pies
de la Cruz. No estás solo", describió.
Un cambio de vida radical que "nadie
entendía"
Desde
entonces, hace ya dos años, le invadió un profundo deseo de rezar, ir a misa y rezar el rosario todos los días que
hasta hoy no ha incumplido. Especialmente difícil fue el rosario, "que
nunca había entendido más allá de cómo una repetición de avemarías… un
rollo". Sin embargo, desde aquel "cambio tan radical" no puede desprenderse de él.
No
fue el único cambio. José María retomó la confesión y potenció su formación como
catequista mientras sus padres miraban atónitos a un hijo que parecía
desconocido.
"En
casa me decían que no era normal ni entendía como empecé a rezar e ir a misa
todos los días. Si estábamos con gente que no era de misa, antes nos dejábamos
llevar y no íbamos. De eso, [pasé] a ir todos los días, a decir `no, vamos a esto luego que tengo
que ir a misa´ o `que ahora tengo que rezar el rosario´. No es
normal", decían.
Nunca
olvidará aquel "pequeño sí que lo cambió todo" y que sigue
haciéndolo. Después, José María se incorporó nuevamente al curso como docente y aprovechaba
para bajar con "las abuelas" de la iglesia a rezar el rosario antes
de la misa, todos los días. También se ofreció al párroco de su casa para
ayudarle a impartir cursos
de catequesis online y vive su fe coherentemente junto a su familia.
"No
os dejéis llevar. Con darle un pequeño sí, Él te irá cambiando, aunque al
principio parezca un esfuerzo, lo irás notando. Y rezad el rosario. Yo no lo entendía,
pero hoy no puedo vivir sin él. Es la cadena que une el Cielo y la Tierra y, aunque
parezca que es un esfuerzo, el Señor te irá cambiando", concluye.
Fuente: ReL