Puede resultar complicado tener familiares, amigos, o incluso entre cónyuges, diferir en la fe y creencias religiosas: estos seis pasos te ayudarán a limar asperezas.
![]() |
Dominio público |
También ha cosechado numerosos éxitos editoriales y
en proyectos propios: es autor de algunos de los libros más vendidos de la
editorial Ignatius
Press como Cruzando el Tíber o Sobre
esta Roca y ha dirigido una relevante serie sobre Tierra
Santa, Las Huellas de Dios.
Fruto
de esta vasta experiencia en los contenidos de la fe católica son algunos de
sus artículos publicados en medios como Catholic Answers de temática
evangelizadora.
Estas
son sus "seis reglas" para tratar con
familiares, amigos y conocidos no católicos y que miren la fe con
otros ojos. O que, al menos, no se alejen más de ella:
1º Debate solo en el momento oportuno
y con las formas apropiadas
En
primer lugar, Ray advierte de que al tener en frente a un amigo o familiar
alejado de la fe o incluso contrario a ella, lo último que se debe hacer es discutir acaloradamente o
responder a la provocación.
Esto,
dice, "es lo que no queremos cuando tratamos con seres queridos", ya
que en estas conversaciones las emociones pueden jugar malas pasadas y llegar a decir cosas que se acaban
lamentando.
"Esto
no quiere decir que no debamos discutir de una manera caritativa, sino que
debemos evitar los argumentos impulsivos". Y en ocasiones, incluso
retrasar la conversación: "Tenemos que recordar que podemos ganar un debate pero
perder un alma, ganar una batalla y perder la guerra".
Por
eso, hay ocasiones en las que es mejor "morderse el labio". En las
cenas y comidas, cuando se hagan comentarios sarcásticos u ofensivos, Ray
recomienza rezar para que
el Espíritu Santo nos de la gracia de ser virtuosos y pacientes. De este
modo, posponiendo la conversación a un momento más apropiado puede significar
que "los puentes no se quemen y que la buena relación se mantenga".
2º El amor es el mejor argumento
Lo
es en momentos de tensión, incluso con desconocidos, pero "es el único
argumento que nadie puede resistir". Y lo es especialmente entre
matrimonios que no comparten la fe. "Es difícil amar a la persona y no
estar de acuerdo con sus ideas, especialmente si es muy directo o firme al
respecto. Por eso, hay que tomar la iniciativa y demostrar el amor de Dios cuando el otro sea hostil a la fe:
ama, ama y ama, y demuéstralo cada día", menciona.
También
se refiere al momento en que uno de los esposos o miembros de la familia está
descubriendo la fe. A ellos les recomiendan que, en lugar de hacerlo en
privado, hagan a sus
familias formar parte de su conversión para que estas no se sientan
excluidas o traicionadas.
También
llama la atención al cónyuge converso de la importancia de pasar tiempo de calidad con el otro y de
mostrarle un amor atento y cercano.
"A
veces, el converso está tan emocionado que no puede ocultarlo, rebosa de amor,
va a misa todos los días, se pasa las horas rezando y con sus nuevos amigos y
su cónyuge se siente abandonada, como si una nueva persona hubiese secuestrado
al que conoció durante toda su vida. Los matrimonios necesitan amarse más, no menos, ser más cercanos
que nunca, abrir sus vidas y corazones el uno al otro. Esto es amor, y el
amor es el mejor argumento", menciona.
3º No pienses en lo que responderías:
reza y mortifícate
Aunque
es algo que parece "de sentido común", Ray es consciente de que con
frecuencia la parte católica se dedica a idear nuevos argumentos para responder
a su interlocutor mientras
olvida de dedicar todo el tiempo posible a la oración por la conversión del
que tiene delante.
Y
pone un ejemplo: "Un conocido mío había dejado la Iglesia. Un
familiar se propuso rezar diariamente y hacer un sacrificio semanal por el
regreso de esta persona a la fe. Después de un año, el apóstata volvió a
la Iglesia y con una sonrisa de complicidad le dijo a su familiar: "¡Sé lo
que hiciste! Rezaste e
hiciste sacrificios por mí. Sabía que Dios no me dejaría solo".
4º Debes tener respuestas… e intentar jugar
en su terreno
Ray
afirma que los católicos lo son, en última instancia, porque la fe es la
Verdad. Y si lo es, es
necesario saber por qué es verdad y ser capaces de argumentarlo y
explicárselo a los demás.
Por
ello, alienta a estar preparados para responder a las preguntas que surjan
cuando sea necesario: "Lo peor que puede pasarnos es que el alejado de la fe regrese,
pregunte por qué los católicos creemos lo que creemos y hacemos lo que hacemos ¡y no tener respuesta!".
Del
mismo modo, invita a ser inteligentes y tratar, en la medida de lo posible, de jugar en su terreno y
saber usar todo lo que pueda acercar las posiciones. Si nuestro ser querido se
ha convertido en protestante, y lo común de los protestantes con los católicos
es el amor por las Escrituras, sería inteligente estudiar la Biblia para poder
relacionarnos y que nuestro ser querido encuentre lazos de unión.
"La
Biblia es un libro católico, y nosotros más que nadie deberíamos amarlo y
conocerlo. Es necesario ponernos en su lugar, entender sus nuevas creencias o su falta de las mismas,
aprender la Biblia y las razones de nuestra fe para poder compartirla con
confianza con los demás", añade.
5º Muestra la alegría de la fe
Por
experiencia, el escritor sabe que la alegría y la felicidad atraen a la gente, pero la
frustración, la crítica y la amargura les aleja. Por eso, sugiere que se
intente contagiar la alegría de la fe y lograr que nuestros conocidos se
pregunten por qué estamos tan felices y qué tenemos los católicos que no tienen
ellos.
"Si solo nos quejamos y murmuramos,
si siempre estamos criticando la homilía, la Misa y los sacerdotes, los demás
nunca nos tomarán en serio. Si nos quejamos de las enseñanzas de la Iglesia, si
mostramos nuestro desacuerdo con la moral católica o transmitimos que
preferimos ver el fútbol que ir a Misa, lo único que estaremos haciendo es alejar aún más a
nuestros familiares o amigos".
"El
gozo del Señor debe salir de nosotros incluso en los tiempos difíciles, pues
las polillas son atraídas por la luz", comenta.
6º Y lo más importante: pídele a Dios
que mueva sus piezas
Por
último, expone la que quizá es la "regla" más importante de las seis.
"Cuando se trata de familiares o amigos, creemos que es nuestro deber
recuperarlos y convertirlos. Pero en última instancia, no es nuestro trabajo,
sino del Espíritu Santo. Y
es probable que quiera usar a alguien que no seamos nosotros. Usará tus
oraciones y puede que la influencia de alguien cercano a esa persona",
menciona.
Se
trata de una regla de humildad. "Debemos estar dispuestos a dar un paso atrás y adoptar
una estrategia de no intervención, limitándonos a rezar para que Dios mueva las
piezas de su tablero de ajedrez hasta que se junten las personas correctas y adecuadas para influir en los
seres queridos", concluye.
J. M. C.
Fuente: ReL