“Deja que la Santísima Virgen gobierne tu vida; deja que te lleve a Jesús! ¡Ella sólo quiere una cosa, la gloria de su divino Hijo y tu felicidad!”
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Nuestra Señora del Santísimo Sacramento. Crédito: Renata Sedmakova - shutterstock |
San Pedro Julián fue un santo
francés que nació en Mure d’Isére, localidad perteneciente a la diócesis donde
se apareció Nuestra Señora de La Salette. Ingresó a los Maristas, pero luego
sintió que el Señor lo llamaba a glorificarlo en la Eucaristía.
Se retiró
de la comunidad y fundó la Congregación de Sacerdotes Adoradores del Santísimo
Sacramento. Al inicio tuvo muchas dificultades y recibió críticas por dejar a
los Maristas. Pero poco a poco fue expandiendo la devoción a la adoración
eucarística perpetua, fundando una rama femenina y otros movimientos.
El Santo Cura
de Ars, San Juan María Vianney, lo conoció y señaló que era un santo. “El mundo
se opone a su obra porque no la conoce, pero se trata de una empresa que
logrará grandes cosas por la gloria de Dios. ¡Adoración sacerdotal, qué
maravilla!”, añadió el patrono de sacerdotes y párrocos.
En la web de
los Misioneros de la Santísima Eucaristía,
asociación clerical que tiene como patrono a San Pedro Julián, se lee un texto del santo en el que anima a
adorar la Eucaristía, poniéndose de rodillas junto a María.
En este
sentido, para el que no sepa cómo orar, el santo recomienda decirle al Señor lo
siguiente: “Oh Jesús, yo no sé adorar; pero te ofrezco las palabras, los
impulsos del corazón de tu Madre, que es también el mío; yo no sé adorar, pero
te repetiré su adoración por los pecadores, por la conversión del mundo y por
todas las necesidades de la Iglesia”.
El santo
fundador indica que de esta manera se alegrará al Corazón de María y Ella le
dirá a Cristo: “Mira, oh Hijo mío, cómo vivo de nuevo en esta alma; cómo te
adoro todavía en ella y a través de ella”.
Luego San Pedro
Julián precisa que se necesita a María para adorar al Señor y que se “debe ser
uno con Ella en su adoración”.
“Deja que la
Santísima Virgen gobierne tu vida; deja que te lleve a Jesús! ¡Ella sólo quiere
una cosa, la gloria de su divino Hijo y tu felicidad!”, puntualiza.
Por Abel Camasca
Fuente: ACI
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