Un niño que recibe este regalo en su Primera Comunión lo apreciará para siempre
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Marko Vombergar-ALETEIA |
¿Cuál es el mejor regalo que un niño puede recibir en su Primera Comunión? ¿Es
un juguete nuevo, una Biblia nueva y reluciente o un collar elegante?
¡El mejor regalo que un niño puede recibir en su Primera Comunión
es el
mismo Jesús!
Esto puede parecer una «decepción» para algunos, pero en realidad,
podemos apreciar este regalo por el resto de nuestras vidas e incluso por la
eternidad.
Recordando
su Primera Comunión, el papa Benedicto XVI explicó lo que sintió ese día.
«Pero en el
centro de mis recuerdos alegres y hermosos, está este pensamiento -el mismo que
ha dicho ya vuestro portavoz-: comprendí que Jesús entraba en mi corazón,
que me visitaba precisamente a mí. Y, junto con Jesús, Dios mismo estaba
conmigo. Y que era un don de amor que realmente valía mucho más que todo lo que
se podía recibir en la vida; así me sentí realmente feliz, porque Jesús había
venido a mí».
La Primera Comunión de
santa Teresita
San Juan Pablo II describió la Primera Comunión de santa
Teresa de Lisieux cuando se reunió con niños en 1979.
Santa Teresa
del Niño Jesús, recordando el día de su primera comunión, escribía: «¡Oh, qué
dulce fue el primer beso que Jesús dio a mi alma!… Fue un beso de amor, yo me
sentía amada y decía a mi vez: Os amo, me entrego a Vos para siempre… Teresa había
desaparecido como la gota de agua que se pierde en el seno del océano. Quedaba
sólo Jesús: el Maestro, el Rey». Y se puso a llorar de alegría y consuelo,
entre el estupor de las compañeras.
Después de su Primera Comunión, Teresita estaba ansiosa por poder
recibir nuevamente la Eucaristía, pero la Comunión estaba sujeta al permiso del
confesor.
Para su gran alegría, el padre Domin lo autorizó dos semanas
después, el 22 de mayo de 1884, día de la Ascensión. Ella testifica en su
autobiografía:
«El día siguiente
[de su
primera comunión, nota del editor] todavía era un día hermoso pero
lleno de melancolía; sólo Jesús podía satisfacerme, anhelaba el
momento en que pudiera recibirlo por segunda vez.
¡Qué dulce
recuerdo guardé de esta segunda visita de Jesús! (Día de la Ascensión) No
dejaba de repetirme estas palabras de san Pablo: «Ya no soy yo quien vive, es Jesús quien
vive en mí».
Desde esta
Comunión, mi deseo de recibir al buen Jesús se hizo cada vez mayor… Obtuve
permiso para hacerlo en todas las fiestas principales”».
Durante los dos retiros que precedieron a su primera y luego a su
segunda comunión, Teresa tomó notas en un pequeño cuaderno adornado con una
tapa azul con estampado floral. Ocho páginas y media escritas a
lápiz.
Entre las notas del segundo retiro, que tuvo lugar del 17 al 21 de
mayo de 1885 en una abadía benedictina, predicado por el Padre Domin, Teresa
escribió:
«La
Santísima Virgen es nuestra madre y nunca nos abandonará en cualquier estado en
que nos encontremos. Sería un insulto para ella desanimarse porque si no lo
olvidamos, podemos estar seguros de salvarnos.
El señor
abad nos hizo tomar algunas resoluciones. He guardado las de mi Primera
Comunión que son: 1: No me desanimaré. 2: Cada día diré un «Acordaos» a la
Santísima Virgen. 3: Trataré de humillar mi orgullo.
Ayudar a los niños
Desafortunadamente, nuestros hijos no siempre tienen la misma
respuesta ante tal regalo.
Como todas las gracias, dependerá de la disposición del
niño para recibir a Jesús y si sabe a quién recibe.
Sin embargo, eso no debería impedirnos tratar de mostrarles a
nuestros hijos el hermoso regalo que recibirán y recordarnos a nosotros mismos
el regalo que recibimos todos los domingos.
Philip
Kosloski
Fuente:
Aleteia