Mons. Rino Fisichella intervino en la conferencia sobre «Evangelización y vocación» que se celebra en Maynooth, Irlanda, donde aseguró que internet es una oportunidad para el diálogo y la evangelización pero no puede sustituir al camino junto a las personas.
La verdadera pregunta «no es cómo usar las nuevas
tecnologías para evangelizar, sino cómo llegar a ser una presencia
evangelizadora en el continente digital»Monseñor Rino Fisichella, pro-prefecto del Dicasterio
para la evangelización ©Vatican media
Así
lo subrayó monseñor Rino Fisichella, pro-prefecto del Dicasterio para la
evangelización, en una conferencia sobre «Evangelización y vocación» celebrada
en el colegio de San Patricio de Maynooth, en Irlanda.
El cristianismo está inserto en la
historia
Uno
de los rasgos peculiares del cristianismo, reitera el prelado, «es el concepto
de estar inserto en la historia». La Iglesia, por tanto, no puede ser eficaz en
su labor evangelizadora si olvida «cómo entrar en la cultura, y cómo crear
historia». En este sentido, por tanto, «pensar en la evangelización como si no
existiera la necesidad de la inculturación, no es un camino que se pueda
recorrer».
Evangelizar en el continente digital
En
la valentía de evangelizar para descubrir nuevos caminos y seguirlos «bajo la
acción del Espíritu – prosigue monseñor Fisichella – no se puede olvidar por
una parte, la necesidad de transmitir lo que 'siempre
se ha creído por todos y en todo lugar' y, por otra, la
necesidad de comprender la nueva cultura que está
emergiendo y que determinará los próximos siglos: la
cultura digital».
Presencia evangelizadora en el
continente digital
Internet,
en efecto, «representa ciertamente una oportunidad para el diálogo, el
encuentro y el intercambio entre las personas, así como el acceso a la
información y al conocimiento», pero la verdadera cuestión «no es cómo
utilizar las nuevas tecnologías para evangelizar, sino
cómo convertirse en una presencia evangelizadora en el
continente digital».
El encuentro con el Señor
De
hecho, el uso de herramientas digitales no puede ser el único
instrumento de evangelización, que no
puede prescindir del encuentro interpersonal. «Al contrario –
explica el pro-prefecto – nos encontraremos ante una virtualización de la
evangelización que viene a acercarse a otros mundos virtuales experimentados,
con el riesgo real, sin embargo, de una evangelización débil e ineficaz».
«En
primer lugar, por tanto, debe estar siempre nuestro encuentro con el Señor,
nuestra llamada personal y el testimonio de los efectos que ésta ha tenido en
nosotros, y la vocación a la misión, que es un elemento intrínseco del
cristianismo y, al mismo tiempo, se convierte en un criterio para juzgar la
eficacia del trabajo pastoral».
La Buena Nueva es un hecho que pide
tomar una posición
Como
los apóstoles llamados por el Señor en Galilea, «quienes anuncian la palabra de
Dios están investidos de una autoridad que viene de lo alto, pero que exige a
quienes la aceptan ser discípulos del único maestro». En efecto, estar
ante Cristo no permite neutralidad alguna. Uno no puede
permanecer igual ante la maravilla y el asombro de su encuentro.
Sólo
con esta conciencia se puede tener la «autoridad» para anunciar la «buena
noticia». «No subestimar el uso del término 'noticia' es de suma
importancia – explica además monseñor Fisichella – porque
significa, ante todo, comunicación de un hecho. En efecto, no estamos ante una
enseñanza, ni ante una exhortación espiritual, ni mucho menos ante una teoría
para mejorar la sociedad; no. La referencia a la ‘noticia’ es para subrayar la
verdad subyacente: es un acontecimiento, un hecho que implica a quien escucha y
le pide que tome posición».
Acompañantes y acompañados
«Ayudar
a descubrir la primacía de Dios en nuestra vida y la fuerza de su gracia se
convierten – prosigue el prelado – en el instrumento a través del cual podemos
orientar conscientemente nuestra propia existencia», porque una vocación,
«nunca es una improvisación», sino «el descubrimiento de un proyecto que viene
de lejos y del que, tal vez, por distracción», aún no éramos conscientes.
Desde
la perspectiva vocacional esto significa «que necesitamos una gran obra de acompañamiento
de nuestros jóvenes», con la conciencia «de que cuando se
camina juntos se acompaña recíprocamente y el movimiento, por tanto, nunca es
unidireccional». Esto requiere «la sabiduría de quien sabe que tiene la
responsabilidad de conducir a una persona hacia la libertad».
El
servicio de acompañamiento, por tanto, es ante todo «llevar a la persona a un encuentro vivo
con la Palabra de Dios viva en la vida de la Iglesia. La
predicación no es un fenómeno estático, sino dinámico. Se refiere a la palabra
que permanece como expresión de interpelar, provocar, narrar, sostener,
consolar... en resumen, la palabra por su propia naturaleza es dinámica».
La audacia de Dios al confiarse al
hombre común
Por
último, el comportamiento y el estilo de vida del acompañante deben ser
coherentes con el anuncio de la Palabra. «En un mundo tan celoso de su propia
autonomía – reitera monseñor Fisichella – el sacerdote muestra que no hay
contraste entre autonomía y abandono de sí mismo en el seguimiento.
Su vida muestra que no se le quita nada de su humanidad cuando elige seguir la
llamada al sacerdocio, y que se le concede mucho».
«Lo
que se pide al sacerdote, en definitiva, es precisamente esto – dice –ser un signo
concreto de que el amor de Cristo no es una utopía ni algo de lo que sólo son
capaces los héroes, sino una realidad que pueden vivir los
hombres ordinarios cuando son capaces de entregarse». En esto, concluye el
prelado, está la audacia de Dios, «en tener que confiar todo de sí mismo a un
hombre común», poniendo su cuerpo y su palabra en manos de un sacerdote para
que sea alimento y sostén para la vida de cuantos se acercan.
Fuente:
Vatican.news/InfoCatólica