Entre el domingo de la resurrección de Cristo y el domingo siguiente, ¡cada día es día de Pascua!
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Frédéric Pasquini / Hans Lucas / Hans Lucas via AFP |
Entre el domingo de la resurrección de Cristo y el domingo
siguiente ¡cada día es día de Pascua! A estos ocho días se les llama
tradicionalmente «Octava de Pascua».
Este periodo se vive en la Iglesia como un tiempo
propicio para meditar y entrar más intensamente en el poder y la alegría de la
resurrección de Cristo.
Pero ¿cómo explicar la institución de esta octava de Pascua?
Originariamente, el tiempo pascual era una solemnidad
ininterrumpida. Abarcaba todo el misterio redentor y lo representaba en su
conjunto, sin distinguir sus etapas sucesivas.
¿Qué ha sucedido para que en esta solemnidad pascual de una
duración de cincuenta
días, se haya venido a insertar una octava que
prolonga una semana la celebración de la resurrección del Salvador?
¿Ocho o cincuenta?
La respuesta es muy sencilla.
La octava de Pascua no fue universalmente admitida, en occidente y
en oriente, hasta finales del siglo IV.
En esa época la significación primitiva de la «cincuentena» pascual
había sido ya modificada sensiblemente.
No era ya tanto la representación y el
símbolo del único misterio divino y eterno de la redención, sino más
bien esta otra cosa:
«La conmemoración histórica, réplica fiel de los
acontecimientos de la redención en su orden cronológico: muerte, resurrección,
ascensión, misión del Espíritu Santo.
Entonces se
comprende que el ciclo antiguo de siete semanas se haya podido desdoblar en un
nuevo ciclo de ocho días, definido tan sólo por el día de Pascua, por la
resurrección, por uno de los actos redentores, y que el nuevo ciclo haya
recibido sorprendentemente un carácter festivo y bautismal».
Disfrutar el bautismo
Por otra parte, la Iglesia tenía mucho interés en prolongar
durante una semana entera la solemnidad del día de Pascua, única fiesta
bautismal del año.
De esta manera permitía a los neófitos
saborear, en su original frescura, la alegría de su bautismo. Y dar
gracias a Dios por el insigne beneficio que acababan de recibir.
Prolongar una semana la fiesta de Pascua era además seguir el
ejemplo de los judíos. Para ellos la solemnidad pascual
duraba por lo menos siete días.
Una fiesta de una semana
Nuestra fiesta de Pascua está
actualmente dotada de una verdadera octava que termina con el domingo Quasimodo.
Sin embargo, tenemos fuertes razones para creer que, desde el
principio, la celebración de la fiesta no se prolongaba más de siete días, los dies
baptismales. Y que se terminaba no como hoy, en el domingo
Quasimodo, sino el sábado precedente, el D.
La importancia litúrgica de ese sábado era superior a la del
octavo día, como se advierte aún por diversas peculiaridades.
Renovarse y agradecer
La liturgia de la semana de Pascua no interesaba solamente a los
neófitos que acababan de recibir el bautismo durante la noche pascual.
Brindaba además, preferentemente, a todos los que habían tenido la
dicha de nacer a la vida de Cristo resucitado, la ocasión de renovarse en
la gracia de su bautismo y de expresar a Dios su agradecimiento cada
vez más profundo.
Además, los cristianos habían tenido mayor facilidad para unirse a
los neófitos y tomar parte en las asambleas litúrgicas durante la semana de
Pascua.
Y ello porque se habían suspendido los negocios seculares, cerrado
los tribunales y prohibido los intercambios comerciales.
¿Misa cada día de Pascua?
Se ha dicho que «para todos los fieles, la semana in albis mantiene
el recuerdo de la noche luminosa de Pascua, el santo orgullo de haber sido
bautizados, la frescura de la infancia espiritual».
Siendo el lunes de Pascua la única feria privilegiada de la
octava, la Iglesia no puede, como antiguamente, pedir a todos los bautizados,
antiguos o recientes, participar en la misa estacional que, en principio,
debería celebrarse solemnemente cada uno de los días de la semana pascual.
No obstante, ¿no sería precioso que los cristianos asistieran, en
lo posible, todos los días de la octava, y con verdadero espíritu de acción de
gracias, al sacrificio eucarístico?
Mercabá
Fuente: Aleteia