La campana de san Patricio es una de las pocas reliquias que quedan de su legendaria vida
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Lawrence OP | Flickr CC BY-NC-ND 2.0 |
Hay muchas historias notables sobre san Patricio y una campana que
usaba para llamar a la gente de Irlanda a la oración.
Según varios relatos de su vida, san Patricio usaba
con frecuencia una campanilla dondequiera que iba. Y «siempre que san Patricio
establecía una nueva comunidad cristiana o parroquia en algún lugar de Irlanda,
elegía a uno de sus discípulos para que la dirigiera después de su partida,
y le regalaba
una campana para llamar a los feligreses a la oración, y para usar
durante las ceremonias religiosas».
Además de cumplir una función práctica, la campana de san Patricio
también se utilizó como herramienta para la batalla espiritual.
En un libro del siglo XIX sobre la vida de san Patricio, el autor
explica cómo san Patricio usaba la campana contra los malos espíritus que lo
atormentaban en la montaña de Croagh Patrick.
La Iglesia católica ha preservado esta habilidad de las campanas
para expulsar demonios en el Ritual Romano de bendición
de las campanas, donde el sacerdote reza:
«A su sonido, que todos los espíritus
malignos sean ahuyentados».
Hay algunas leyendas que dicen que san Patricio expulsó a
todas las serpientes de Irlanda usando su campana , lo que
podría estar refiriéndose a los malos espíritus, o a las serpientes que
habitaban en la Isla Esmeralda.
La campana de san Patricio se exhibe actualmente en el Museo Nacional de Dublín, Irlanda.
Las campanas en el culto a Dios
Dependiendo de la iglesia a la que asistas, es posible que
escuches el sonido de las campanas en
momentos clave de la Misa.
Si bien ya no es una práctica universal en la Iglesia católica,
apunta a una
antigua práctica histórica que despierta nuestros sentidos durante la liturgia.
Al describir las vestiduras usadas por los sacerdotes de Israel
como Aarón, Dios le explica a Moisés cómo se deben preparar las campanas.
«En todo su
ruedo inferior harás granadas de púrpura violeta y escarlata, de carmesí y lino
fino torzal; y entre ellas, también alrededor, pondrás campanillas de oro: una
campanilla de oro y una granada; otra campanilla de oro y otra granada; así por
todo el ruedo inferior del manto. Aarón lo llevará en su ministerio y se oirá
el tintineo cuando entre en el Santuario, ante Yahveh, y cuando salga; así no
morirá»
Éxodo 28,
33-35
Las campanas formaban parte del culto divino, tanto para hacer sonar un sonido alegre ante el Señor como para alejar a los malos espíritus.
Sonidos litúrgicos
A medida que creció el cristianismo, las campanas se agregaron
lentamente a la liturgia de varias maneras.
Al principio, las campanas se montaban en torres
fuera de las iglesias para llamar a la gente a adorar,
pero pronto se usaron campanas de mano para propósitos
similares.
Más en línea con el Antiguo Testamento, las campanas pequeñas se
adaptaron en las iglesias orientales de varias maneras,
por ejemplo unidas al incensario que llevaba
el incienso utilizado en el culto divino.
En el Rito Romano, los monaguillos eventualmente usaban
campanillas para marcar momentos importantes durante la Misa. Actualmente sigue
siendo una opción, como se señala en la Instrucción General del Misal Romano:
«Un poco antes de la consagración, si corresponde, un ministro hace sonar una pequeña campana como señal a los fieles. El ministro hace sonar también la campanilla en cada elevación por el sacerdote, según la costumbre local» (n. 150).
Para qué las campanas en Misa
Las campanas tienen un gran poder espiritual y alertan
nuestros sentidos de lo que se desarrolla ante
nosotros.
No solo provocan nuestra atención, sino que también son un «ruido
de alegría» en los momentos cruciales de la Misa cuando
Dios desciende del cielo y toma la apariencia de pan y vino.
No pretende ser una distracción, sino otra forma de alabar a
Dios y enfocar nuestra atención errante. O como canta el
salmista (Salmo 150, 5-6):
«Alabadle con címbalos resonantes; ¡alabadlo con címbalos resonantes! ¡Que todo lo que respira alabe al Señor! ¡Alabado sea el Señor!».
Philip Kosloski
Fuente: Aleteia