Para los católicos, los fantasmas son reales, aunque no siempre encajan en el molde de las historias familiares de fantasmas
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Jacob Lund | Shutterstock |
En el catolicismo, la palabra «fantasma»
puede referirse a un alma que ha partido, ya sea que esté en el
cielo, el infierno o el purgatorio.
Santo Tomás de Aquino habla
sobre estas almas separadas en un suplemento a su Summa Theologiae.
Según la
disposición de la providencia divina, las almas separadas a veces salen de su
morada y se aparecen a los hombres, como Agustín, en el libro citado
anteriormente, relata del mártir Félix que se apareció visiblemente a la gente
de Nola cuando estaban sitiados por los bárbaros.
También es
creíble que esto les pueda ocurrir a veces a los condenados, y que para
instrucción e intimidación del hombre se les permita aparecer a los vivos; o
también para buscar nuestros sufragios, los que están detenidos en el
purgatorio, como lo demuestran muchos casos relatados en el cuarto libro de los
Diálogos.
Instruirnos o poner el temor de Dios en nuestro
corazón. Las que están en el cielo también se nos pueden aparecer,
para nuestro beneficio espiritual.
Tomás de Aquino señala que existe una gran diferencia entre los
santos en el cielo y los condenados en el infierno.
Hay, sin embargo, esta diferencia entre los santos
y los condenados, que los santos pueden aparecer cuando quieren a los vivos, pero no
los condenados; porque así como los santos, mientras viven en
la carne, pueden por los dones de la gracia gratuita sanar y hacer maravillas,
lo que solo puede hacerse milagrosamente por el poder divino, y no pueden
hacerlo los que carecen de este don, así no es impropio que las almas de los
santos estén dotadas de un poder en virtud de su gloria, de modo que pueden
aparecer maravillosamente a los vivos, cuando quieren: mientras que otros no
pueden hacerlo a menos que se les permita algunas veces.
Esencialmente, los santos en el cielo están completamente unidos a
Dios y se les permite aparecer cuando sea más apropiado. Los del infierno no
tienen esa misma unión y solo se les permite asustarnos cuando Dios lo
considera necesario.
Este tipo de fantasmas no deben confundirse con espíritus
demoníacos, que pueden aparecer como fantasmas para
intimidarnos y alejarnos de Dios.
Los fantasmas son reales, aunque su aparición para nosotros solo
ocurre cuando es la voluntad de Dios y Él se toma en serio el orden de su
creación.
Philip Kosloski
Fuente: Aleteia