Este sacerdote de Getafe solo llevaba dos meses en Roma
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| Alberto Royo en la plaza de San Pedro. Foto cedida |
En octubre fue designado relator del Dicasterio
para las Causas de los Santos y, ahora, promotor de la fe. «Es el que tiene que
revisar que los posibles problemas de las causas se resuelvan», explica
¿A qué se
dedica un promotor de la fe?
El promotor de
la fe, o lo que también se llama prelado teólogo, o —coloquialmente—abogado del
diablo, es, para que la gente se aclare, como el Ministerio Fiscal. Aunque, en
realidad, no tiene nada que ver, porque esto no es una causa civil, ni un
proceso en el cual haya dos partes enfrentadas y haya que defender un derecho.
No. Mutatis mutandi, es un ministerio público que en nombre del Dicasterio para
las Causas de los Santos tiene que buscar la verdad de las causas que se
presentan. Es el que tiene que revisar que los posibles problemas de la causa
se resuelvan, si es que se pueden resolver. Y si no se pueden resolver, que la
causa no siga adelante y llegue al Santo Padre algo con problemas gordos, como
a veces ha pasado en la historia. Mejor estudiar las cosas antes y ver si se
puede resolver o no.
¿Algún caso
famoso en el que se echara para atrás la causa?
Estoy pensando
en el fundador de los dehonianos. Son religiosos muy buenos, y el fundador
también lo era, pero justo antes de la beatificación aparecieron unas cartas
suyas con comentarios antisemitas. Claro, a lo mejor en su época no era tan
extraño, pero eso lógicamente obstaculizó su proceso. También hubo que parar la
causa del fundador de Schoenstatt, por cosas que luego salieron en los
periódicos.
Pero el
promotor de la fe no es un guardia puesto para prohibir. Fíjate, se le llamaba
el abogado del diablo, y este es el padre de la mentira. Sin embargo, el
promotor es el que tiene que buscar la verdad.
Hay muchos
cargos diferentes dentro del Dicasterio. Usted ha sido consultor, luego
relator, ahora promotor, lo que revela la existencia de un proceso minucioso.
¿Es así?
Eso es. Date
cuenta de que una canonización, según la opinión teológica más común, es un
acto que conlleva la infalibilidad del Papa. Entonces claro, no nos podemos
arriesgar a poner delante del Santo Padre a un candidato con el que luego el
Pontífice quede comprometido. Por eso, la Iglesia pone mucho cuidado en este
proceso.
¿Cómo ha
vivido su
nombramiento?
Ha sido una
sorpresa muy grande. Estoy recién llegado, solo llevo dos meses aquí trabajando
de relator y, de pronto, me nombran promotor de la fe. No me lo esperaba, la
verdad. Así que, con sorpresa, con sentido de responsabilidad, porque es un
puesto de mucha responsabilidad, pero a la vez con alegría, porque es algo que
conozco. Yo mismo, cuando era consultor, trabajé mucho con los anteriores
promotores.
¿Ha podido
hablar ya con el Papa?
Coincidió que
me lo encontré por un pasillo. Fue una cosa muy sencilla. Le dije en español:
«Santo Padre, le quiero agradecer el nombramiento que me ha hecho». Y me
contestó: «¡Uy, ¿qué nombramiento te he hecho?». Claro, tiene tantas cosas
encima. «Promotor de la fe en las Causas de los Santos», le dije, y se quedó
así un poco mirando y comentó: «¡Vaya, el abogado del diablo!» Y nos pusimos a
reír. «Pues nada, nada, buen trabajo», concluyó.
Cuando hablamos
en septiembre, estaba usted haciendo las maletas para ir a Roma. ¿Cómo se ha
adaptado a Roma? ¿Es muy diferente de la diócesis de Getafe?
[Risas] El
trabajo es muy diferente. Pasar de una parroquia de Parla, que es una zona muy
sencilla, con gente muy sencilla, al Vaticano, pues el cambio es muy grande.
Allí estaba feliz, pero aquí me estoy adaptando bien y el trabajo lo conozco
bien. En cualquier caso, suelo ir una vez a España, más o menos, y siempre paso
por Parla a ver a la gente. Les tengo mucho cariño.
¿Cómo se ha
vivido desde Roma la muerte de Benedicto XVI?
Han sido unos
días muy bonitos. Históricos. Sobre todo, con la conciencia de estar en un
hecho histórico grandísimo. Porque claro, un Papa presidiendo el funeral de
otro Papa. No sé, te daba la sensación de estar en el torrente de la historia
de un modo muy hermoso. Además, pude ir a la capilla ardiente que se puso en la
capillita del monasterio Mater Ecclesiae.
En el funeral
se pudieron ver algunas pancartas que decían «Benedicto XVI, santo súbito».
¿Qué le parecieron? ¿Veremos una canonización rápida de Benedicto XVI?
Bueno, se vio
alguna, pero no tuvo nada que ver con el funeral de Juan Pablo II, que había
muchísimos carteles con las palabras «santo, súbito». Fue un gesto promovido
por uno de los movimientos de la Iglesia, es decir que no fue totalmente
espontáneo, pero lo hicieron muy bien. A mí me impactó por el número de pancartas.
Ahora ha sido una cosa mucho más discreta, como toda la vida de Benedicto XVI,
que ha sido mucho más discreta. Era un hombre con un gran amor a Dios, a la
Iglesia, de una gran humildad, un hombre sabio. Era un sacerdote, obispo,
cardenal y Papa santo, un hombre de Dios sin ninguna duda. Aunque luego ya será
la Iglesia la que marque los tiempos.
Ahora no se
canoniza a nadie por aclamación. De hecho, la regla dice que tiene que pasar
cinco años desde la muerte del siervo de Dios hasta el comienzo de la posible
causa. Lo que puede ocurrir es que haya una dispensa de ese tiempo y que el
proceso empiece antes, como ocurrió con Teresa de Calcuta o Juan Pablo II, pero
en el caso de Benedicto XVI todavía no se sabe nada.
¿Qué causas
están más avanzadas dentro del Dicasterio?
A nivel
nacional, tenemos muy avanzada, por ejemplo, la de Antonio Gaudí. La del
cardenal Herrera Oria, va menos avanzada pero también está ahí. En Madrid, la
del Caballero de Gracia, que es la causa más antigua. Y seguimos todavía con
muchos mártires. También acaba de llegar la de Helder Cámara, el obispo
brasileño que fue famoso y a la vez polémico en su tiempo. Hay muchas….
Desde Madrid se
enviaron precisamente 14.000 folios de 140 siervos de Dios, víctimas de la
persecución religiosa del siglo XX.
Sí. Soy testigo
de que llegaron. Las causas de los mártires suelen ser muy numerosas. Es un
problema estudiar tanta documentación. Se hace la cosa complicada, pero como no
es algo nuevo, pues no se asusta nadie por aquí. Hubo otras causas más grandes,
de más de 200 mártires.
En
nuestra última
conversación, me decía que la santidad es para todos. ¿Los procesos de
canonización también? ¿Todos estamos llamados a ver nuestro tapiz colgado en la
plaza de San Pedro? No, ni muchísimo menos. Todos llamados a la santidad,
sí. Todos llamados a estar en los altares, no. Solo los que el Señor elige para
eso. Se sabe que son algunos, muy poquitos. Juan Pablo II lo dijo claramente:
La santidad es una llamada universal para todos, pero de entre todos los que
llegan al cielo, que esperamos que sean muchos —ojalá fueran todos—, pues el
Señor escoge a algunos para que sean propuestos de ejemplos para los hermanos.
José Calderero de Aldecoa
Fuente: Alfa y
Omega
