LA IMITACIÓN DE CRISTO. LIBRO TERCERO: “AVISOS PROVECHOSOS PARA LA VIDA ESPIRITUAL”

Capítulo 1: DEL HABLA INTERIOR DE CRISTO AL ALMA FIEL.

Dominio público
El alma:
1. Oiré lo que habla el Señor Dios en mí.
Bienaventurada el alma que oye al Señor que le habla, y de su boca recibe palabras de consolación.
Bienaventurados los oídos que perciben los raudales de las inspiraciones divinas, y no cuidan de las murmuraciones mundanas.
Bienaventurados los oídos que no escuchan la voz que oyen de fuera, sino la verdad que enseña de dentro.
Bienaventurados los ojos que están cerrados a las cosas exteriores, y muy atentos a las interiores.
Bienaventurados los que penetran las cosas interiores, y estudian con ejercicios continuos en prepararse cada día más y más a recibir los secretos celestiales.
Bienaventurados los que se alegran de entregarse a Dios, y se desembarazan de todo impedimento del mundo.
¡Oh alma mía! Considera bien esto, y cierra las puertas de tu sensualidad, para que puedas oír lo que te habla el Señor tu Dios.

2. Esto dice tu amado:
Jesucristo: Yo soy tu salud, tu paz y tu vida.
Consérvate cerca de mí, y hallarás paz.
Deja todas las cosas transitorias, y busca las eternas.
¿Qué es todo lo temporal sino engañoso? Y ¿qué te valdrán todas las criaturas, si fueres desamparado del Criador?

Por esto, dejadas todas las cosas, hazte fiel y grata a tu Criador, para que puedas alcanzar la verdadera bienaventuranza.

Capítulo 2: CÓMO LA VERDAD HABLA DENTRO DEL ALMA SIN SONIDO DE PALABRAS.

El Alma:
1. Habla, Señor, porque tu siervo escucha. Yo soy tu siervo, dame entendimiento, para que sepa tus verdades.
Inclina mi corazón a las palabras de tu boca: descienda tu habla así como rocío.
Decían en otro tiempo los hijos de Israel a Moisés: Háblanos tú y oiremos: no nos hable el Señor, porque quizá moriremos.
No así, Señor, no así te ruego: sino más bien como el Profeta Samuel, con humildad y deseo te suplico: Habla, Señor, pues tu siervo oye.
No me hable Moisés, ni alguno de los Profetas; sino bien háblame Tú, Señor Dios, inspirador y alumbrador de todos los Profetas: pues Tú solo sin ellos me puedes enseñar perfectamente; pero ellos sin Ti ninguna cosa aprovecharán.

2. Es verdad que pueden pronunciar palabras; mas no dan espíritu.
Elegantemente hablan; mas callando Tú no encienden el corazón.
Dicen la letra; mas Tú abres el sentido.
Predican misterios; mas Tú ayudas a cumplirlos.
Muestran el camino; pero Tú das esfuerzo para andarlo.
Ellos obran por de fuera solamente; pero Tú instruyes y alumbras los corazones.
Ellos riegan la superficie; mas Tú das la fertilidad.
Ellos dan voces; pero Tú haces que el oído las perciba.

3. No me hable, pues, Moisés, sino Tú, Señor Dios mío, eterna verdad, para que por desgracia no muera y quede sin fruto, si solamente fuere enseñado de fuera y no encendido por adentro.

No me sea para condenación la palabra oída y no obrada, conocida y no amada, creída y no guardada.
Habla, pues, Tú, Señor; pues tu siervo oye, ya que tienes palabras de vida eterna.
Háblame para dar algún consuelo a mi alma, para la enmienda de toda mi vida, y para eterna alabanza, honra y gloria tuya.

 Fuente: Catholic.net